Por la vida que llevaba Viviano Ponce, a su papá siempre lo invadió el presentimiento de que su hijo no iba a terminar bien. Trabajaba sí, pero apenas se hacía de unos pesos se desaparecía de su casa y la de su hermano, se perdía por una o dos semanas. Se iba de farra con los amigos, vagos a los que se les acababa la amistad tras unas horas de tragos y drogas. Más allá de habérselo imaginado, el hombre nunca pensó sufrir esos miedos en carne propia. Ayer, cuando la Cámara Penal Nº 1 de Villa Mercedes sentenció a ocho años de cárcel a Ignacio Javier Muñoz por haber matado a golpes a Viviano, el padre confirmó sus propios temores. El homicidio había sido el desenlace de una pelea que, como muchas, había empezado por un absurdo. Todo se desencadenó porque la víctima, al parecer, no quiso darle los cinco pesos de vuelto a Muñoz por un trabajo que como lavacoches habían hecho juntos.
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