Leo Ortiz, un bailarín de tango por la inclusión

Cuando Leo Ortiz recuerda que hace once años alternaba sus clases de tango con su trabajo en la parcela del Plan de Inclusión Social se le dibuja una sonrisa. Es que lo que empezó como un entretenimiento, que más tarde le permitió hacer una gira de tres meses por Europa, de la que acaba de llegar, donde enseñó pasos de dos por cuatro y participó de exhibiciones en varios escenarios.

Durante la crisis económica de 2001, Leo quedó sin trabajo en su San Juan natal y llegó a San Luis, donde vivía su hermana para vivir en un clima que le ayudara a paliar su alergia. “Me dijo ‘venite por una semana’ y al final me quedé ocho años. Desde el primer momento me trataron muy bien y por eso le estoy eternamente agradecido. Es mi segunda provincia”, admitió feliz.

Dispuesto a recomenzar su vida, en el año 2003 su nueva residencia le permitió sumarse al Plan de Inclusión. “Trabajaba al costado de la ruta como todos y compartía mis horas con amigos. Luego se armaron los talleres de capacitación laboral y después los culturales. Como mis amigos se fueron a bailar tango y yo no quería quedarme solo, me prendí”, recordó. Y reconoció que aunque al principio fue a la fuerza, luego empezó a divertirse y con el tiempo su vida dio un giro.

Si bien había “mamado mucho tango” con sus padres y con un tío bandoneonista que vivía en Buenos Aires e inundaba de música la casa de San Juan cuando iba de visita, Leo no tenía demasiadas expectativas. En el taller las clases para principiantes las dictaba Martín Guevara, mientras que Horacio Salinas tenía a su cargo el ballet.

“Las primeras dos semanas fui a reírme un poco, pero cuando empezaron a enseñar los pasos básicos me gustó, tanto que a los tres meses ya pertenecía al ballet y comencé a cobrar el sueldo por eso. A los tres años me convertí en coordinador artístico de ese cuerpo de baile”, narró.

San Luis lo pudo ver bailar en 2007 cuando ganó la categoría “Tangos nuevos valores” en el Festival del Río San Luis y un año después fue primer puesto en la categoría “Tangos consagrados” en la misma fiesta.

Por cuestiones personales regresó a San Juan donde comenzó con el dictado de clases, mientras hacía viajes esporádicos a Buenos Aires para perfeccionarse. “Un par de maestros me insistieron para que fuera a vivir allá, que es donde actualmente estoy radicado y donde dicto clases en estudios de danza”, explicó.

En 2012 conoció a Carla Rossi con quien participó en el Mundial de Tango Salón y quedaron en el puesto 11. Sus padres fallecieron ese mismo año y pese a la tristeza siguió en la apuesta por una profesión de la que ellos se sentían orgullosos.

A fines del año pasado, con la misma compañera, ganaron el primer puesto en la categoría Milonga del Campeonato Metropolitano que se hace en Buenos Aires. “De ahí en más mi vida logró un cambio increíble: ser reconocido a nivel mundial y que los ‘viejos milongueros’ me traten de igual a igual”, confió.

Hace unas semanas Leo Ortiz regresó de la gira que lo llevó por el norte y centro de Italia y Holanda, donde dio clases y exhibiciones. Y se ahora se prepara para partir de nuevo en setiembre, por tres meses más, para una rutina similar en Austria, Holanda y París. “Viajaré solo, pero bailaré con gente de allá”, acotó.

Sus  tres compañeras de baile en la actualidad son Vilma Vega, Yanina Erramouspe y Mónica Parra, “que son tres maestras muy reconocidas”. Con ellas, por separado, da clases en el estudio La Esquina, en Obelisco Tango y en la Escuela Argentina de Tango, todos de Buenos Aires.

A los 38 años, Leo siente que vive feliz: “Mi mayor sueño es éste y seguir ampliando horizontes. Estoy cumpliendo los sueños paso a paso y voy pensando nuevos cada vez”.