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Comunidad menonita, pasión por el trabajo

Por redacción
| 02 de octubre de 2016
A trabajar. En la comunidad menonita hasta los más pequeños tienen sus tareas. Fotos: Nicolás Varvara y José Sombra.

El sur de San Luis es una tierra árida y difícil para la producción agropecuaria. Un territorio marcado por la amplitud térmica, los suelos arenosos y las enormes distancias con los centros de acopio y comercialización. Ni siquiera el corrimiento de la frontera agrícola en tiempos en los que la soja era la estrella del mercado internacional y cotizaba por encima de los 600 dólares, logró que la oleaginosa sentara sus reales en esos campos en los que manda la ganadería. Por eso cada nueva inversión que se acerca a esa zona lindante con La Pampa es bienvenida y digna de destacar.

 


Hace un par de años desembarcó en Nueva Galia una comunidad menonita dispuesta a contradecir las imposiciones de la naturaleza y vivir de la agricultura y la ganadería, al tiempo que otras familias comenzaron a desarrollar oficios varios como la carpintería, la herrería y hasta la reparación de computadoras. Pero un grupo, en el que se destacan los líderes de la comunidad, apostó fuerte por el campo y está a punto de recoger los primeros frutos.

 


El fuerte de los menonitas es la producción de quesos, pero algunos se animaron a sembrar maíz y otros comenzaron a armar incipientes rodeos vacunos a partir de la compra de terneros en los remates que brinda Alfredo Mondino en el predio de la Compañía General de Hacienda ubicado en Buena Esperanza. La ficha que le pusieron al maíz no es casual, está relacionada con la búsqueda de la autogestión alimentaria en el futuro. Como todo productor moderno, saben que el negocio ganadero cierra si el campo además produce lo que esos animales van a comer, ya sea en forma directa o a través de concentrados proteicos.

 


Por ahora, como la ganadería recién está despuntando y están en la etapa de comprar terneros en remates vecinos y hacer una cría a campo con pastizales naturales, venden maíz en acopios de Bagual y Fortuna.

 


A futuro, la idea es poder ingresar como proveedores a firmas grandes como Glucovil, pero para eso necesitan inscribirse y todavía están tramitando la documentación personal (no tienen DNI argentino) y comercial. Incluso todavía se manejan con tarjetas de crédito de bancos mexicanos, por lo que la inclusión en el mercado de granos está en un compás de espera.

 


Uno de los aspectos de la radicación que entusiasmó a las autoridades municipales de Nueva Galia fue la posibilidad de que los menonitas ocupen mano de obra local para diversas tareas de campo. De a poco, se va convirtiendo en realidad: ya se ven vecinos trabajando en el desmonte autorizado de algunas hectáreas, en tareas de mantenimiento de maquinaria agrícola, e incluso contrataron una empresa, que no es local pero sí trabajo externo, para hacer el picado del maíz. Les llamó la atención el costo de las máquinas, elevado para lo que ellos pagaban en México, donde se veían beneficiados por la libre importación desde Estados Unidos.

 


La tradición quesera viene de México, el país que dejaron atrás para comenzar una nueva vida en San Luis. Una enorme comunidad menonita se estableció hace muchos años en la zona de Chihuahua, donde instalaron una fábrica de lácteos, que se llama Lacmeno y es reconocida en varios países. Allí procesan 200 mil litros de leche diarios y hacen un queso con la forma del estado de Chihuahua con el que abrieron mercados. La idea es hacer lo mismo en Nueva Galia: ir de a poco aunando esfuerzos para abrir una planta y luego hacer algún producto con la forma de la provincia, una fórmula que ya probaron como exitosa. Según cuentan los líderes de la comunidad, el crecimiento desde 2007 a la fecha en México les permitió duplicar la producción.

 


Con ese entusiasmo llegaron a San Luis y compraron un campo de 10 mil hectáreas al sur de Nueva Galia, donde ya hay establecidas 37 familias que componen un universo heterogéneo. Ese campo se llama ‘El Tupá’ y perteneció a la familia Bianchi, gente de tradición bodeguera de San Rafael. Como el terreno da para seguir ampliando el núcleo habitacional, otras 50 familias esperan su turno en México (antes de venirse quieren levantar sus cosechas gruesas), dispuestas a empezar una nueva vida en estas tierras que a ellos no los amedrenta a pesar del viento, las escasas precipitaciones, el calor intenso del verano y las heladas invernales. Es gente dura, trabajadora, esforzada, que además cuenta con un respaldo económico importante como para intentar la aventura productiva de lo que se propongan.

 


Abraham Wiebe es uno de los referentes, un título que no le gusta ostentar porque es de perfil bajo, como todos en esta comunidad con fuertes valores religiosos y devoción por el trabajo. Fue junto a Juan Bergen, Jakob Neufeld y Abraham Wall parte de la avanzada que llegó en 2012 para averiguar por tierras para comprar y formó parte del núcleo duro que decidió que Nueva Galia era el lugar elegido para prolongar la estirpe menonita en la Argentina. La comunidad ya tiene desde hace años familias instaladas en Pampa de los Guanacos, en Santiago del Estero; y en La Pampa, en la zona de Guatraché. Como estos últimos están más cerca, les sirvieron de apoyo y guía antes de la decisión final, aunque cada comunidad se maneja de manera independiente. Incluso los pampeanos, con más de 30 años en la Argentina, son mucho más conservadores en sus costumbres, aún usan el arado y la tracción a sangre para sembrar y tienen escaso contacto con el mundo exterior.

 


En cambio los menonitas ‘puntanos’ lucen sus celulares último modelo, se manejan en camionetas cuatro por cuatro y conocen la siembra directa, que ya aplicaron en la primera campaña completa de maíz, una incipiente plantación que les sirvió para medir la fertilidad del suelo, los rindes potenciales y las fechas más propicias para sembrar y cosechar. Sin dudas la campaña 2016/17 será más importante, un verdadero caso testigo de lo que podrán producir para seguir ampliando los rendimientos agrícolas y por ende los lotes ganaderos. Cuentan con agua gracias a una perforación de 110 metros que ya estaba junto al viejo casco de la estancia, aunque no es apta para consumo humano. A la bebida para tomar la compran en bidones en el pueblo.

 


Wiebe es uno de los que está armando un interesante rodeo bovino. La raza elegida es Aberdeen Angus, aunque en otros campos también se ve algo de Hereford. En total retozan en los alrededores de su casa de material, en la que también hay un almacén de ramos generales, 66 terneros y cuatro vacas. El día que la revista El Campo visitó ‘El Tupá’ hubo que esperarlo porque justamente se había ido al remate mensual de Mondino en Buena Esperanza. “Compré 33 terneros muy lindos, la ganadería está en un buen momento, lo demuestran los precios que tuve que pagar”, reconoce el hombre, quien tiene una familia numerosa, con 10 hijos, algunos grandes y casados que también viven en el campo, más otros que se quedaron en México. En la parte agrícola, hace soja y maíz, que también pica para alimentar sus bovinos.

 


Uno de ellos, también llamado Abraham, es de los más tecnológicos de la comunidad y el único que usa energías alternativas, tanto la eólica con  un pequeño molino, como la solar a través de paneles que le permiten no depender del suministro eléctrico que brinda Edesal gracias a una gran obra de algo más de dos millones de pesos de inversión que realizó el Gobierno sin costo alguno para los menonitas. La llegada de la energía les permitió ampliar su capacidad de trabajo, tanto en los talleres como en los campos. Abraham hijo también se dedica al campo: tiene seis vacas que va comprando y vendiendo según sus necesidades y lo que le dicta el mercado. Además, en el fondo del campo, alejados de las viviendas, explota unos lotes que compró para agricultura. “Ahora tengo cebada, pero allí irá maíz a mediados de noviembre. Estamos probando si es mejor sembrar temprano o apostar por el maíz tardío, todavía no decidimos, pero sí sabemos por experiencia que el año pasado nos costó mucho secarlo”, explica el joven, de los más desenvueltos en una comunidad con gente de carácter muy reservado.

 


Su hermano Enrique es productor de pollos y tiene una extensión con maíz, fundamental para darle rentabilidad a su explotación. Otras familias ampliaron la diversidad y comenzaron con la cría de cerdos, que en esta zona tienen cruza con el jabalí. Pero la tradición marca que son tamberos, por lo que se divisa en varios lotes a las vacas Holando pastando a la espera de uno de los dos turnos diarios de ordeñe. Es el caso de los hermanos Pedro y Franz Fehr, quienes además fabrican quesos que salen a vender, canasta en mano y mucho entrenamiento para caminar, en localidades vecinas como Anchorena y Buena Esperanza. “Tengo cuatro vacas Holando, también hago crema y dulce de leche, como la producción requiere de más leche, el resto se lo compro a algún vecino”, cuenta Franz, quien fue de los últimos en llegar a San Luis.

 


Otro Fehr, de nombre Jakob, es quien más se destaca porque apuesta a un tambo grande, con ordeñe automático. Al lado de su casa está armando una estructura con paneles de hormigón para aumentar la producción de su rodeo lechero. Sus hijos adolescentes lo ayudan en la dura tarea de campo y se los ve duchos para todo tipo de trabajo.

 


Juan Bergen, otro de los pioneros cuya voz se escucha atentamente en la comunidad, tiene un tambo en pleno desarrollo y varias parcelas agrícolas, con maíz y trigo para tener la tierra ocupada también en la época invernal. Juan maneja los números con precisión: “El maíz está con rindes desparejos, al menos hasta que le tomemos la mano. Algunos lotes dan 2 mil kilos por hectárea, otros llegaron a los 7 mil, y todo sin usar fertilizantes. Iremos probando, incluso si tenemos que usar glifosato lo haremos, en México no teníamos restricciones agrícolas”. A futuro, incluso piensa hacer soja para pelletear y hacer comida para la hacienda en un mixer. Ellos no necesitan del asesoramiento de un agrónomo, aseguran que saben lo suficiente sobre cultivos como para salir adelante y conocen sobre fertilizantes y agroquímicos. “Además el clima es parecido al de Chihuahua, seco y caluroso”, agrega Juan.

 


Varios campos lucen maquinaria moderna. “Hace años dejamos atrás el arado, incluso hacemos siembra directa, una técnica que en México no se usa. Hay tierra que necesita laboreo, pero de a poco vamos a ir ganando lotes nuevos, porque ya recibimos la autorización para desmontar del Ministerio de Medio Ambiente, Campo y Producción. Eso sí, siempre dentro de la ley”, advierte Wiebe, mientras al fondo se ven los trabajos entre montes de brea, chañar y algarrobo. Nada se desperdicia, porque incluso le dieron trabajo a gente del pueblo para pelar los postes que consiguieron con el producido del desmonte, otros troncos los usarán como leña para vender. Los menonitas, en general, son expertos en trabajar la madera y muchos hicieron sus viviendas con este material.

 


Abraham Wall, otro de los referentes, ya tiene en su campo una cosechadora y una fumigadora, señal de que la inversión en agricultura va viento en popa. Su maquinaria la maneja David Neudorf, quien se destaca porque no anda en camioneta como el resto, sino en bicicleta. Es metalúrgico y mecánico de tractores, pero le gusta la agricultura por lo que luce una parcela de un verde intenso, sembrada con trigo y centeno, lo que seguramente le permitirá en el verano contar con buena cantidad de nitrógeno para hacer algún grano grueso. Muestra orgulloso su rodeo con 8 terneros y dos terneras compradas en la subasta de Mondino.

 



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