14°SAN LUIS - Viernes 26 de Abril de 2024

14°SAN LUIS - Viernes 26 de Abril de 2024

EN VIVO

Cultivos para abrigar los suelos de la cuenca

Por redacción
| 27 de noviembre de 2016
Productores, agrónomos, técnicos del Ministerio y de INTA participaron de la recorrida por los dos campos. Fotos: José Sombra.

Durante años y años, muchos de los suelos que forman la región que hoy se denomina Cuenca del Morro, estuvieron prácticamente desprotegidos. La primacía de un modelo de agricultura que priorizó las explotaciones de verano de manera continua y secuencial, la intensificación de forrajes para planteos ganaderos, y manejos que abundaron en malas prácticas agrícolas, dejaron miles de hectáreas al desnudo y vulnerables a los embates de la lluvia y los vientos.

 


Frente a la emergencia ambiental que azota a la zona, la plantación de cultivos de cobertura es una práctica que le puede dar un abrigo a los suelos durante el invierno, cuando generalmente quedan desprovistos de raíces y muchas veces, sólo se defienden con los rastrojos de la cosecha.

 


El INTA, con el apoyo del Ministerio de Medio Ambiente, Campo y Producción, realizó una serie de ensayos para evaluar la acción de este tipo de cultivos y probarlos como un auxilio ante el desequilibrio que reina en los ecosistemas. En una jornada de trabajo, exhibieron los lotes sembrados y los resultados demostraron que son un arma sumamente poderosa para luchar contra los excesos hídricos, armar un escudo contra la erosión y batallar contra las malezas más resistentes.

 


Los cultivos de cobertura son todas aquellas especies que se siembran entre dos períodos de cosecha gruesa, en ese bache que queda después de levantar una soja o maíz y antes de colocar las nuevas semillas. Las más utilizadas son las gramíneas de invierno, como el centeno, que favorecen la rotación y evitan el monocultivo.

 


Si bien siempre fue una práctica recomendada para asegurar la sustentabilidad de las tierras, su uso estuvo limitado a la voluntad de los productores. Ante la degradación del terreno y la posibilidad de que emerjan nuevos cauces de agua, el Gobierno de San Luis lo incorporó como una de las exigencias que deben contemplar los productores en sus planes de manejo.

 


Por eso, las pruebas sirvieron para "evaluar cual es el tipo de cultivo que funciona mejor como cobertura invernal para consumir los excedentes hídricos y fijar el carbono en nuestros suelos, que son débiles, de modo de poder deprimir un poco la napa. Esto sirve pensando en la problemática de la cuenca, pero también si lo vemos a nivel regional es muy importante para evitar erosión eólica y mejorar la fertilidad del terreno", explicó Claudio Sáenz, uno de los técnicos a cargo de los ensayos.

 


Las pruebas se realizaron en dos paradas distintas. La primera se desplegó sobre un lote de la estancia 'Las Quinientas', un campo emplazado a seis kilómetros de Juan Jorba.

 


El otro punto fue en una parcela de la estación experimental que el INTA tiene en Villa Mercedes. En ambos lugares plantaron cuatro franjas de cien metros de largo con distintas fórmulas: en una sembraron centeno de la variedad Quehue, en la segunda pusieron el mismo centeno pero fertilizado con urea, en la tercera colocaron vicia y en la cuarta mezclaron vicia con centeno. Además dejaron una franja limpia con apenas un barbecho como testigo para poder comparar después.

 


La idea de repetir el ensayo en dos campos permitió tener una apreciación sobre cómo actúan los cultivos sobre tierras con características diferentes. 'Las Quinientas' está inmerso en la zona media de la cuenca. Allí, el perfil del suelo tiene poca presencia de la napa y los signos de humedad recién se manifiestan a los dos metros de profundidad.

 


Las instalaciones del organismo agropecuario, en cambio, están en el sector más bajo de la cuenca y los excedentes de agua son mucho más importantes. La freática está a apenas un metro de la superficie y los afloramientos son más comunes. En ese tipo de terrenos es donde existen más riesgos de encharcamientos y que el agua empiece a correr.

 


Cristian Álvarez es un especialista que llegó desde la Experimental de Anguil de La Pampa para aportar su mirada sobre los estudios. El agrónomo insistió en que es necesario tener en claro cuáles son los objetivos que se buscan alcanzar antes de iniciar el cultivo. "Los cultivos de cobertura se deben hacer en función de la jerarquización del problema. No es lo mismo una cuenca con bajo drenaje, que otra zona donde el problema principal sea la erosión. Depende de para qué lo necesito, será la especie que mejor se adapte. Y después tengo que ver cuándo lo siembro y qué tecnología uso", aclaró.

 


En ese aspecto, diferenció las dificultades que enfrentaban cada uno de los campos donde hicieron las muestras. "Las problemáticas a abordar eran muy distintas y por eso los materiales que utilizaron, a mi criterio, son los ideales porque a lo largo de ciclo te permiten disminuir la humedad inicial con gramíneas tipo centeno o aprovechar la humedad residual, que te puede provocar falta de piso para transitar con las máquinas. El ensayo cumplía con las dos situaciones. En el ambiente más alto (Jorba) van a disminuir los procesos erosivos de pérdida de suelo, y en el ambiente más bajo (Villa Mercedes), reducirá la napa o consumirá los primeros centímetros del perfil y detendrá del ascenso de sales", indicó.

 


En efecto, las gramíneas y leguminosas consumieron entre 100 y 125 milímetros de la lluvia que cayeron en los meses de otoño y que de no ser absorbidos por las raíces habrían ido a recargar la napa. Así, los cultivos de cobertura actúan como "esponjas" que beben el agua que se acumularía en el perfil si el suelo estuviera desnudo. Y se convierten en una barrera para atajar los daños que pueden generar el viento y las gotas de lluvia.

 


Pero además esta práctica genera un arsenal de posibilidades y virtudes que la vuelven una herramienta clave para mejorar la calidad de los castigados suelos de la Cuenca. Es que uno de los principales atributos de los cultivos de cobertura es su versatilidad y en función de lo que se desee lograr, deberán ser las estrategias de manejo que se implementen.

 


Entre ese abanico de posibilidades, la cobertura le ayuda al suelo a recuperar nutrientes e impedir que se pierdan dosis de carbono. "Siempre miramos hacia arriba para ver cuánta biomasa y cobertura generamos. Pero también tenemos que mirar el perfil del suelo y ver cuántos nutrientes entrampamos gracias a las raíces", explicó el agrónomo pampeano.

 


Además, las raíces se introducen en la tierra y generan una porosidad en el suelo que permite que las gotas de lluvia penetren con mayor facilidad y no se estanquen en la superficie para comenzar a rodar y hacer daño. El ingreso de agua, a su vez, contribuye a lavar las sales para impedir que sedimenten y arruinen la fertilidad de la tierra.

 


Estas plantaciones invernales ayudan también a regular la temperatura de los suelos y a impedir que las grandes oscilaciones entre frío y calor generen un impacto dañino a los suelos. Aunque no suelen usarse como forraje para el ganado, podrían aprovecharse para darle de comer a la hacienda, siempre y cuando no atente contra los objetivos para los que fue plantado el cultivo. Todas estas virtudes se traducen a largo plazo, en una mejor productividad.

 


Escudo contra las malezas

 


Además de todas las cualidades que tienen los cultivos de cobertura, demuestran una gran aptitud para batallar en una de las luchas más duras que enfrentan los agricultores día a día. Es que tienen una especial capacidad para ayudar a prevenir y a retrasar la aparición de malezas.

 


Cada vez son más las especies que adquieren resistencia a la acción de los herbicidas, sobre todo al glifosato. Más que conocidos son el Amaranthus Palmieri (yuyo colorado), la rama negra, la cortadera chica y el sorgo de Alepo.

 


Jorge Garay, ingeniero del INTA, fue el encargado de evaluar la respuesta del centeno y la vicia ante las malezas, y explicó que "las malezas compiten con los cultivos por el agua, los nutrientes, el espacio y la luz, es decir por recursos escasos y limitados. En este caso, con la incorporación de los cultivos de cobertura buscamos lo contrario. Que sean los cultivos los que compitan con las malezas". Señaló que la idea es que formen una barrera ante la entrada de luz, puesto que existen muchas semillas de las malezas que necesitan unos pocos segundos de sol para terminar de germinar y emerger.

 


Incluso, al ser reguladores de temperatura mantienen un ambiente moderado. "Las semillas de malezas necesitan amplitud de temperatura, es decir mucha diferencia entre la diurna y la nocturna. Lo que hace el cultivo es evitar esa amplitud de fríos y calores y por lo tanto impedir que crezcan malezas con facilidad", dilucidó.

 


Al comparar los lotes sembrados con centeno y vicia con el testigo desnudo, Garay contó que la cantidad de malezas  que aparecieron fue mucho menor en las parcelas que estaban cubiertas.

 


Esto, remarcó, ayuda a reducir la cantidad de productos químicos que se deben aplicar sobre la tierra y, por lo tanto, disminuir el impacto sobre el ambiente. "No quiere decir que los cultivos tengan un impacto cero porque necesitan también una o dos aplicaciones de herbicidas, pero los testigos requieren mucho más. Se les suele aplicar tres a cuatro dosis cuando hay malezas resistentes", cerró.

 


LA MEJOR OPCIÓN PARA VER NUESTROS CONTENIDOS
Suscribite a El Diario de la República y tendrás acceso primero y mejor para leer online el PDF de cada edición papel del diario, a nuestros suplementos y a los clasificados web sin moverte de tu casa

Suscribite a El Diario y tendrás acceso a la versión digital de todos nuestros productos y contenido exclusivo