Los médicos les dicen a Laura y a sus seis hijos que no se hagan muchas ilusiones. Su marido, Antonio Quiroga, despertó. Bosteza, mueve la boca como si masticara algo. Pero él, en realidad, no está consciente de lo que sucede a su alrededor. Esas reacciones que tiene ni siquiera las comanda su cerebro, las ejecuta su cuerpo, más allá de su voluntad. “Nosotros le hablamos, pero parece que no escucha. No sabe dónde está, ni siquiera sabemos si nos ve, si nos reconoce. Está acá, pero no está. Es como si estuviera en otro mundo”, comentó la mujer. Aun con todo el pronóstico médico en contra, ella y su familia se aferran a Dios y sólo le piden dos cosas: que Antonio siga en este mundo, en el estado que sea, pero al lado de ellos, y que el conductor que lo atropelló y escapó sea detenido pronto, antes de que asesine a una persona.
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