10°SAN LUIS - Miércoles 15 de Mayo de 2024

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Mujeres que buscan un lugar en el campo

Por redacción
| 19 de junio de 2016

Sus características son la fuerza, la pasión, la constancia con vocación de sacrificio y en general la capacidad de ordenar el caos. Así, varios autores que dedican sus líneas al mal llamado sexo débil definen a las mujeres como "el templo donde todo confluye". En San Luis, desde hace alrededor de un año un grupo de entusiastas con algún vínculo con la producción agropecuaria, se reúnen para redefinir su función en un mundo donde mandan los hombres. 

 


“Hemos recibido el inmenso apoyo de la Fisal. Es el lugar que nos ha reunido. Tanto Agustina Rodríguez Saá como Graciela Corvalán han sido un pilar muy importante para la formación de este equipo de trabajo. Ellas tienen la capacidad de organizarnos y marcarnos un objetivo concreto de hacia donde vamos”, contó Yvonne Scarpati, una mujer que trabaja a campo, ya que es la presidenta de Sol Puntano.

 


“No nos podemos quedar en nuestras casas pensando qué podemos hacer. Hay que accionar y para accionar debemos juntarnos, conocernos y saber cuáles son nuestras inquietudes comunes. Las tareas que realizamos son capacitaciones para conocer más sobre las producciones que pueden hacerse en la provincia”, agregó Scarpati.

 


Cada una con su profesión y con un hilo común que es el vínculo con la producción, estas damas decidieron juntarse para hacer capacitaciones que les permitan meterse en la producción.

 


El 2015 estas mujeres, muchas de ellas profesionales, encontraron una guía ideal para perseguir sus sueños:  Elena Matous es la dueña Ser Beef, uno de los establecimientos agropecuarios más importantes de la provincia. Por circunstancias penosas como lo fue la pérdida de su marido, debió hacerse cargo del campo y todo lo que eso conllevaba. En ese momento contó su experiencia a las más de 20 mujeres que la visitaron en una recorrida a campo.

 


Esta vez fueron rumbo al norte de la provincia, donde estuvieron en tres localidades: Nogolí, Baldecito de la Pampa y Candelaria. El primer objetivo fue el campo de la familia Pascucci, donde cultivan olivos y han empezado a procesar aceite para ellos y otros productores de la zona. En el paraje norteño los Quiroga Céliz esperaban a la comitiva para contarles lo que es producir en un ámbito sustentable. Por último el colectivo puso rumbo a Candelaria, donde vieron la cosecha de algodón en los campos de la firma Indara, y luego conocieron la única desmotadora que tiene la provincia, que hace el proceso sobre la materia prima.

 


Temprano en la mañana en el lugar convenido, las mujeres del campo, como les gusta que las llamen, se prepararon para lo que prometía ser una jornada fría de otoño pero llena de aprendizajes y de momentos para compartir. Con cosas en común más allá de sus profesiones, porque tienen experiencias de madres, de hijas y hermanas.

 


En menos de una hora arribaron al campo El Porvenir de la familia Pascucci. Allí las recibió Mariel, otra mujer de campo. Ella lleva adelante el sueño de su abuelo de cultivar olivares. Ahora luego de haber logrado sanar las plantas, decidió con el apoyo de su padre agregarle valor a las cosechas que pueden venir de aquí en adelante.

 


Previo saludo, todas partieron a recorrer parte de las ocho hectáreas de olivos en las que Mariel pone todo su empeño. Con algunos problemas sanitarios, las plantas siguen adelante gracias al incansable trabajo que la tercera generación de esta familia tradicional de San Luis, que tiene la ayuda de algunos asesores agrícolas. No hay mal que por bien no venga. El problema de su campo le permitió a Mariel realizar su tesis a campo, en la cual realizó un estudio profundo para poder sanar las plantas. “Esta cosecha logramos recolectar 3.000 kilos de entre las dos variedades que tiene el campo, que son arbequina en un 90 por ciento y en un 10 de arbosana. En ambos casos estamos hablando de aceitunas negras que luego son procesadas en una máquina que es la nueva adquisición. Luego de insistirle mucho a mi padre pudimos comprársela a un vecino de la zona”.

 


La cosecha de este año fue la segunda, la diferencia la marcaron con la máquina Oliomio con la que pueden procesar hasta 100 kilos de aceitunas por hora. “Las aceitunas se meten con carozo y todo. Después de varios procesos, entre ellos de purificación, conseguimos una excelente calidad de aceite de oliva. Junto con el empleado ya le hemos agarrado la mano para conseguir la textura que queremos”, explicó Pascucci.

 


No sólo la aceituna se cultiva en tierras sanluiseñas, sino que Mariel decidió darle valor agregado a su campo. Además, otra de las ideas de la joven agricultora puntana es brindar a los productores el servicio de extracción de aceite.

 


Con el calor del fuego como testigo sirvieron un suculento desayuno que estuvo colmado de anécdotas entre las conocidas e intercambio de información con aquéllas que se suman a este equipo que busca ir por más. Sin poder cortar la charla, Yvonne Scarpati llevaba la voz cantante e incitaba a las mujeres a seguir camino. El trayecto era largo y había mucho por recorrer. Finalmente después de varios llamados las mujeres subieron al vehículo que las depositaría en el paraje de Baldecito de la Pampa, cercano a Quines.

 


En el establecimiento "El Corralito" se practica la producción sustentable. Al ingreso se podía ver desde la ventana del colectivo a sus dueños, Paola y Sergio Quiroga Céliz, trasladándose de un lado a otro a caballo. Ése es el medio que usan para recorrer sus instalaciones con la convicción de no emitir gases contaminantes en ese microclima que han logrado conseguir a través del esfuerzo. Paola fue al encuentro de las mujeres de campo. Ella es parte del proyecto y a pesar de que por las distancias no se ven demasiado, las unen sus objetivos comunes. Por eso al finalizar el día, se sumó al último punto de la recorrida, que sería en el pujante corredor productivo que tiene uno de sus extremos en Candelaria.

 


En casi 3.000 mil hectáreas trabajan para armar una reserva natural que pueda usarse como paseo turístico, donde se puedan ver los pastizales naturales que cuidan con mucho celo. En "El Corralito" crían algunos animales, donde la alimentación luego les da carne, aunque el trabajo previo fue tener pasto para alimentar a los vacunos. El hombre de la casa contó sobre los beneficios de la cría con pastizales autóctonos. “Hoy sólo necesito entre cinco y seis hectáreas para criar una vaca, cuando se sabe que lo que se hace por esta zona son entre ocho y diez hectáreas”, informó Quiroga Céliz.

 


Para llevar adelante el objetivo de cuidar el medio ambiente y compartirlo con los visitantes de la finca, tienen un convenio con la Fundación Vida Silvestre. A través de ellos quieren crear senderos de interpretación para presentarles a escuelas y a quienes quieran visitar "El Corralito". La flora y la fauna que ofrece el norte de San Luis es muy interesante. “No somos absolutistas en cuestiones medio ambientales. Sabemos que el mundo nunca va a dejar de requerir alimentos, por eso si es necesario rolar un terreno estamos de acuerdo en que se haga”, dijo Quiroga Céliz. "En estos momentos estamos armándonos. Queremos mostrar nuestros pastizales naturales y poder hacer excursiones. Contamos con bosques de quebracho bastantes antiguos. Nosotros brindaríamos el servicio no sólo a los turistas ocasionales, sino también a instituciones que quieran conocer lo que hacemos”, contó Paola.

 


Para dar cuenta del compromiso que la Fundación Vida Silvestre tiene con el proyecto, la esposa de Quiroga Céliz explicó: “Hemos recibido la visita de la fundación. Han venido aquí para recorrer el campo, tomar imágenes y muestras que les permitirán evaluar si estamos en condiciones de formar parte de lo que son las reservas naturales“.

 


El matrimonio tiene cuatro hijos que van de los 21 a los 7 años. La más grande viaja una vez al mes a su casa desde Córdoba, su lugar de residencia temporal, debido a que se encuentra estudiando abogacía. “Mi idea es recibirme y volver a Quines, que es mi lugar, donde crecí y donde aprendí todo lo que sé. Voy a especializarme en derecho ambiental y así colaborar con mis padres y su proyecto turístico”, dijo la joven Sofía.

 


Comenzó el recorrido y frente a una represa que la familia tiene dentro de su campo, Sergio se detuvo para contar qué tienen en mente para el futuro y cuáles fueron sus experiencias. La década pasada no fue muy buena en materia de economía, sin embargo nunca bajaron los brazos. “Ustedes saben lo frustrante que es producir y no ganar dinero. Eso fue lo que nos tocó vivir a nosotros que somos personas de trabajo, que nadie nos regaló nada”.

 


“Para subsistir hicimos pooles ganaderos, asociaciones, sociedades. Así llegamos hasta acá y por recibir los consejos de quienes nos visitaban pudimos ver que podíamos complementar esto con la ganadería. Siempre estuvimos diversificados, es decir no sólo nos quedamos con la vaca sino que tuvimos el novillo, la vaquillona, hacíamos engorde en los feedlot. Finalmente empezamos a incursionar en la agricultura y achicamos el plantel de ganado. Nos fue mal por la situación que vivía el país”, contó Sergio con una mezcla de ira y melancolía.

 


“Así fue que decidimos incursionar en esto que es nuestra vida entera. Verán que lo nuestro no es un mero decir sino una forma de vivir. Acá no van a ver tirados papeles ni nada que atente contra el medio ambiente. Además nosotros no andamos en moto, usamos el caballo, no compramos el pan que consumimos sino que lo hacemos al igual que el dulce. Es una forma de mantener las tradiciones de campo. Pero es válido aclarar que no somos fundamentalistas con estos cuidados. Consideramos que cada uno puede hacer lo que quiera. La idea es poder armar un modelo diferente que pueda ser útil para otros interesados”, aclaró el ingeniero agrónomo y dueño de "El Corralito".

 


Además habló de la importancia de generar movimiento en la economía de la provincia. “También consideramos la importancia de reivindicar lo que son los productos de nuestros lugares. De poder generar nuestros propios alimentos y poder identificar de dónde provienen, darles trazabilidad”.

 


El viaje rumbo a Candelaria se hizo largo. El cansancio era grande y la noche estaba queriendo asomar. Finalmente llegamos a una primera parcela en la que el algodón había sido poco rendidor producto de las inclemencias climáticas. Allí recibió al grupo el asesor de Indara, Jorge Sotolutz, quien contó sobre las necesidades y características del cultivo que en San Luis se encuentra a resguardo de la plaga más temida por estos productores: el picudo algodonero. “La planta necesita mucha agua y de buena calidad, además de mucho sol para alcanzar rendimientos óptimos. La particularidad de la zona es su clima semidesértico, que ayudó a tener una marca registrada siendo un producto muy bien considerado a nivel nacional. Cuando se habla de buena calidad no sólo se menciona la fibra sino también la semilla, que es muy requerida. A tal punto que el algodón que se produce en Argentina es a partir de la semilla que se cultiva en tierras puntanas”, explicó, y agregó como dato de color que en la zona, “ya hay una empresa productora de semillas que está instalada con la finalidad de comercializarlas. Estamos hablando de Genética Mandiyú, del Chaco”.

 


“El período de siembra que se tiene aquí es más corto que en otros lugares del país. Comenzamos en octubre y a más tardar el 10 de noviembre finalizamos. La cosecha, por su parte, se hace en abril o mayo. Esto se da porque la zona es muy sensible a las heladas tempranas de fines de setiembre; o como se dio en este año, que aparecieron un mes antes de lo habitual” contó Valentín Lecumberry, quien acompañó a Sotolutz y también trabaja como asesor en la misma firma.

 


“Este algodón fue afectado por la helada del 26 de abril. El algodón había cumplido su ciclo, estaba ya la semilla en su madurez pero no se le pudo hacer la última aplicación para que se le caiga la hoja y llegara la apertura de la bolsa. Quedó con un aspecto marrón. Aquí habrá pérdidas, sobre todo de peso, que es lo que genera esta clase de siniestros. Esto se da por la deshidratación de la fibra”, agregó el especialista, quien dio cuenta de los problemas que tendrán de aquí en adelante.

 


La noche ya había llegado pero nadie quería perderse la visita al lugar donde se hace uno de los procesos más importantes en la producción de este cultivo novedoso en la provincia. La desmotadora está dentro de una planta en donde se cumplen varios pasos con la única finalidad de separar la fibra de la semilla para comercializar. Ambas se transportan por separado.

 


Con luces artificiales para poder conocer el trabajo que hacen, los operarios recibieron a las mujeres. El encargado de planta, con mucha paciencia explicó el trabajo que realiza en época de cosecha, el desmote que le agrega valor a la producción. La máquina, de origen paraguayo, es de la firma Puramel, que además de laborear su cultivo presta el servicio a los productores vecinos. “El trabajo que aquí se hace es el de separación de la fibra y la semilla. La fibra tiene como destino final las textiles, mientras que las semillas son para la producción nacional de algodón”, contó el personal.

 



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