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Comunidad trans, en la búsqueda del ejercicio pleno de derechos

Por redacción
| 26 de junio de 2016

Luz, una porteña que hace un año eligió Merlo como su lugar para vivir, recuerda el exacto momento en el que Enzo, el menor de sus tres hijos, le confesó que había vivido durante 19 años en un cuerpo y con un nombre que no siente propio, y que había resuelto asumir su identidad como mujer trans y comenzar la metamorfosis de su aspecto y existencia. Corría febrero de este año. Enzo había salido de la sesión de psicoterapia. “Estaba muy movilizado. Lloraba. Me dijo que me iba a enterar de algo. Me di cuenta de que lo angustiaba enormemente, y se me cruzaron un millón de cosas por la cabeza”, evocó. “Hay tantos chicos que no son entendidos y escuchados que terminan yéndose de su casa de modo temprano, viviendo en la marginalidad –lamentó Luz–. La aceptación y el respeto de la familia por su elección son fundamentales. Ante todo, somos personas. A mí no me importa si mi hijo es hombre o mujer, es su decisión. Lo que me importa es que sea alguien de bien, y que sea feliz”.

 

"Por consideración a nosotros ha decidido conservar su nombre original y, en todo caso, cuando avancen los cambios físicos, verá si hace el trámite para la rectificación del acta de nacimiento”, dando lugar al nombre y sexo que elija, explicó su mamá. Por ello, aunque se sabe mujer, aún se hace llamar Enzo, y se siente más cómodo así, al menos por ahora.

 


En muchas sociedades aún sigue arraigada la concepción binaria del género, atada a la  sexualidad biológica y limitada a distinguir sólo entre hombres o mujeres. Víctor Martínez Nuñez, profesor de Psicología Educacional en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de San Luis y activista en la organización local "Collage" aseguró que hay tantas identidades de género como personas. Propone un ejercicio. “Salí a la calle y mirá, ¿es el mismo patrón en las expresiones de la masculinidad y la feminidad? No, no es el mismo. Hay una diversidad infinita de la expresión de lo femenino y lo masculino. Y esto rompe con la concepción binaria del género”, aseveró.

 


A cada paso, la historia ha dado sobradas muestras de que la complejidad y la pluralidad son parte del ADN de la humanidad, y por ende, de la cultura. La comunidad de lesbianas, gays, bisexuales, travestis, transgéneros, transexuales e intersexuales (Lgbttti), expresa, con su trayectoria de luchas por el ejercicio pleno de la igualdad de derechos y libertades, la persistencia de esa mirada sesgada y restringida sobre la identidad de género, y sus derivaciones: la discriminación y la imposibilidad de tener condiciones dignas de vida y de acceso a la salud, la educación y el trabajo.

 


Con recorridos no siempre sencillos, en San Luis, al igual que en otras provincias, el Estado y las asociaciones civiles u organizaciones no gubernamentales intentan articular acciones que apuntan a que este colectivo pueda ejercer la ciudadanía íntegramente. Aunque tienen miradas y concepciones distintas, en algo coinciden funcionarios y activistas Lgbttti locales: la necesidad de educar para la sensibilización social.

 


Trans, dícese de …

 


¿Qué es ser una persona trans? Así se define a quien se autopercibe o expresa un género distinto a aquel que le fue asignado de modo legal y/o convencional al momento del nacimiento. Trans es quien no se encuadra en la clasificación masculino/ femenino, “tiene que ver con la construcción de la identidad de género”, refirió Martínez Nuñez.

 


El prefijo trans “vino a incluir las denominaciones travesti, transgénero y transexual”, enumeró. En un glosario de su página web, el Centro Nacional para la Prevención del VIH-Sida, un organismo gubernamental del estado mexicano, define a los travestis como “la persona que gusta de presentar su aspecto (usar prendas y/o ademanes) considerados socialmente como propios del ‘otro’ género. El o la travesti no desea alterar de forma permanente sus caracteres sexuales. El travestismo no implica ser homosexual o viceversa”.

 


En el mismo diccionario se define a los transgéneros  como “la persona que vive (se expresa cotidianamente) en el papel que en su sociedad se considera propio del otro género”. Transexual es “la persona cuyo sexo (la condición biológica) no corresponde a su identidad de género. Puede o no desear cambios quirúrgicos. Persona que nació con un sexo y desea otro”. “Lo transexual es más corporal –abundó Martínez Nuñez –. Tiene que ver con las terapias de reasignación de sexo. Por sexo me refiero a la expresión biogenética varón, pene, y expresión biogenética mujer, vagina”.

 


El menor de tres hermanos –antes que él nacieron dos mujeres, de 25 y 22 años–, Enzo pasó su infancia en Vicente López. De allí es toda la familia. Hace un año, él, su mamá Luz, el marido de ella y su abuela materna se radicaron en la villa turística. Luz y su marido iniciaron un emprendimiento vinculado a la estética, y de eso viven.

 


“Enzo siempre fue un chico muy capaz, muy inteligente y observador, de diálogos profundos. Pero le costaba socializar, insertarse en los grupos de pares –describió su mamá a El Diario, de modo telefónico–. Es solitario, muy introvertido. Prefería estar en la compu. Salía poco. Ya cuando era pequeño comencé a tener algunas inquietudes. A una determinada edad, a los 12 ó 13 años, lo usual es que los varones se interesen en chicas, o que manifiesten que alguna le gusta, o que tuviera amigas. Pero él no, y no decía nada”.

 


Aunque Enzo siempre se sintió diferente, vivió su infancia y adolescencia sin despegarse del “deber ser”, de los mandatos masculinos culturalmente establecidos, de las prácticas esperadas: se vistió siempre como varón, jugó con los autitos y la pelota, por ejemplo.

 


La revelación que el muchacho le hizo a su mamá fue consecuencia de un tratamiento psicológico que debió empezar con premura, en enero de 2016, cuando su familia advirtió que tenía anorexia y que atravesaba una depresión.

 


El trastorno alimenticio era una manifestación de la angustia por su identidad reprimida, según le explicarían después a Luz. “La psicóloga Paola Andrada, una profesional excelente que atiende aquí, en Merlo, en ámbito público, me dijo que es una forma de llamar la atención, porque no saben cómo explicar lo que les pasa, cuál es el fondo de cuestión. La angustia, que supongo que se incrementa a medida que crecen, los lleva a una situación crítica, por el temor a ser incomprendidos y rechazados”, refirió.

 


Después de la cuarta o quinta sesión “Enzo me dijo ‘quiero contarte algo’. La verdad es que como mamá me planteé cómo no me di cuenta antes, para evitarle tanto malestar. Pero lo bueno es que habló y contó desde el inicio con nuestro apoyo”, dijo Luz.

 


La historia de su cambio es, también, la historia de la transformación de su familia, de sus hábitos. La decisión de Enzo tan reciente como el trayecto que ha empezado, que incluye, además de terapia con la psicóloga, el pedido de asesoramiento a Gema Rosales, responsable del área Diversidad de Género de la Secretaría de Estado de la Mujer #Ni Una Menos y ex coordinadora local de la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros (Attta), un organismo civil que busca “erradicar el estigma, la discriminación, la transfobia y la derogación de los Códigos de Faltas Contravencionales”, según se presenta en su sitio web.

 


El área Diversidad de Género es nueva en el organigrama gubernamental: funciona desde diciembre pasado. Según Rosales, tiene muchos desafíos y trabajo por hacer. “Hay que hacer una agenda de trabajo amplia. Intentamos hacer un relevamiento para conocer de modo exacto cuál es la población trans, cuántos trans varones y cuántas trans mujeres hay, sus edades. Hay personas que han tramitado el nuevo documento, y otras que no”, describió. Para conocer cuál es la población y sus problemáticas, ha comenzado a viajar al interior y a reunirse con LGBT.

 


Calculó que, desde que comenzó su gestión, el área le "ha dado asesoramiento y acompañamiento a unos 10 compañeros y compañeras trans".

 


Las leyes de Matrimonio Igualitario y de Identidad de Género marcaron “un quiebre en la sociedad, una ruptura del patriarcado, tan enraizado”, consideró Rosales. Pero tiene en claro que con la ley no basta. “Son leyes muy lindas, pero que no traen solas el cambio, que es cultural, social y paulatino. Por eso digo que falta mucho por hacer”, indicó.

 


Una prioridad

 


A entender de Martínez Nuñez, la Ley de Identidad de Género sirvió para legitimar derechos que la comunidad trans no tenía. Uno es a la identidad en sí misma y a la autonomía sobre el propio cuerpo y su construcción. Otro, a la salud integral.

 


Antes, “para acceder al cambio registral, al DNI o a las cirugías, los y las compañeras trans debían hacerlo por la vía judicial”, sí o sí. Todos esos actos estaban “sujetos a la decisión de un juez y luego a un diagnóstico psicológico y psiquiátrico previo. Vale decir, se los y las consideraba enfermos, enfermas mentalmente”, contó. Esa suerte de regla aún está vigente en algunos países.

 


Aún hay prácticas clandestinas e insalubres, como la inyección de aceite de avión, usado para dar volumen a ciertas partes del cuerpo de mujeres trans, como los glúteos.

 


“Así como el Estado debe garantizar que yo pueda hacer mi construcción identitaria y que no deba pedir por la vía judicial, también debe comprometerse a que pueda acceder a los servicios para poder construir o modificar mi cuerpo, ya sea en el ámbito público o privado”, afirmó. Ese aspecto de la ley fue el más difícil de reglamentar.

 


Según lo que establece la ley, el tratamiento debe ser parte del Plan Médico Obligatorio (PMO). Pero hay contradicciones: la cirugía plástica, por ejemplo, no está incluida en el PMO. De modo que, ante casos concretos, hubo que apelar a la Superintendencia de Salud, ya sea local o nacional, para que la obra social o la prepaga dejara de hacer la vista para otro lado, explicó.

 


“Hoy por hoy, el acceso pleno a la salud es una demanda que los y las compañeras le hacen al Estado nacional, provincial y municipal. Estos se tiran la bola entre ellos sobre quién debe poner el dinero para las intervenciones, para capacitar profesionales y demás. Tiene que haber una sensibilidad en los profesionales, que no la hay”, dijo Martínez Nuñez.

 


Aseguró que "no están dadas las condiciones, ni en lo público ni en lo privado, para que los profesionales médicos trabajen" con este sector de la comunidad. "No hace falta que todos estén capacitados, pero sí al menos algunos –continuó–. Y que la política de salud sea transversal".

 


 “Debe haber, por ejemplo, proctólogos preparados para atender a mujeres trans, o ginecólogos capacitados para ver a varones trans”, especificó Rosales.

 



Un espacio, en el Hospital del Sur

 


Martínez Nuñez indicó que en San Luis hay “médicos y consultorios amigables”, donde la comunidad trans se atiende. Aclaró que son contados. Uno funciona en el Hospital del Sur, en San Luis capital. Allí atienden la ginecóloga y obstetra Yolanda Bertazzo y el médico generalista Daniel Loza.

 


Por caso, cuando Enzo resolvió comenzar con la transformación de su aspecto, se comunicó con Gema Rosales, y ella lo contactó con Loza, quien ordenó los estudios previos y le dio la terapia de hormonización.

 


Ésta también es conocida como “terapia de reemplazo hormonal”. Se hace para modificar los balances de las hormonas en el cuerpo. El fin es generar el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios del género deseado. “Lo que nos explicaron es que los cambios se ven al año y medio. En tres o cuatro meses, Enzo tiene que hacer un chequeo, para ver cómo funciona, cómo lo tolera el hígado”, contó Luz.

 


Como son trabajadores independientes y no tienen obra social, Luz y su marido costean el tratamiento de Enzo. “En promedio, por mes, gastamos unos mil pesos. A los controles y los exámenes se los hace en el hospital estatal”, refirió.

 


“Loza es el segundo especialista, al menos en la Salud Pública, que realiza procesos de hormonización. Yo hace ya dos años que lo hago”, informó Bertazzo, responsable del Programa Salud Sexual Reproductiva, del Ministerio de Salud de la provincia.

 


Loza fue enviado por el programa a capacitarse en el tema, en Buenos Aires. “Con él estamos iniciando un proceso aquí, con este consultorio en el Hospital del Sur, para brindar no sólo la terapia de cambio hormonal a la comunidad trans, si no una atención para la salud integral”, explicó la médica, quien mantiene reuniones con otros funcionarios para darle forma al proyecto.

 


La médica aclaró que aún no cuentan con insumos para hacer las hormonizaciones de modo gratuito. Los pacientes con obra social obtienen a través de éstas las hormonas recetadas. “En el caso de otras personas trans, se ve si las pueden  comprar por su cuenta, y a otras le podemos dar los anticonceptivos, que sí tenemos disponibles”, ya que el Estado los entrega de modo gratuito, indicó.

 



En la actualidad, Enzo cursa el último año de la secundaria en la Escuela Técnica Nº 34 “Arístides Bratti”, una nocturna de Merlo. En concordancia con su bajo perfil, ha resuelto no comentarles a sus compañeros o docentes el camino que ha empezado a transitar. Tampoco a sus hermanas mayores, que viven en Buenos Aires. Lo hará a su tiempo, quizás más adelante, con algunos pasos ya dados, cuando se sienta más seguro para hacerlo, dijo su mamá. De cualquier modo, el hecho de que Enzo y su familia se hayan mudado de modo relativamente reciente también explica que en Merlo, el círculo de amigos y conocidos sea reducido.

 


Hay una frase de su hijo que a Luz le quedó “grabada en el corazón”. “Me dijo ‘No quiero seguir viviendo así. Si no puedo revertir esto, prefiero no vivir más. Le costaba sonreír. Tenía un desinterés, una apatía por todo. Después de charlar con él comprendí que es muy difícil insertarte si no sabes quién sos. Me doy cuenta de que  hoy tiene otra predisposición. Es un chico feliz”, expresó satisfecha, aunque sabe que aún resta mucho por hacer. “Vamos a apoyarlo para que lleve este cambio de la mejor forma posible. Pero como sociedad estamos un escalón abajo, muy involucionados. Hay un gran desafío”, consideró

 

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