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María Eugenia García: “Mucha gente que se negó a donar, después se arrepintió”

Por redacción
| 11 de julio de 2016
Siempre lista. Eugenia estudió medicina en Córdoba y se especializó en cardiología en Río Cuarto. Llegó al hospital San Luis en 2005.

La médica María Eugenia García fue designada al frente del Centro Único Coordinador de Ablación e Implante (Cucai) hace tres meses con la intención de recuperar la mejor captación de donantes que la provincia logró en 2012,  cuando estuvo a la altura de los estándares internacionales con 35 donantes por cada millón de habitantes.

 


—¿Cuáles fueron las indicaciones del ministro de Salud Marcelo Riera sobre su función?

 


—Lo que me pidió fue que le cambiáramos la imagen al Cucai, que se la refresquemos. Yo le presenté un plan operativo anual de trabajo, teniendo en cuenta los números del año pasado y las estadísticas de los últimos diez años, y así empezamos. Lo primero que hicimos fue reactivar la figura del Médico Coordinador Hospitalario, que ahora  recayó sobre  el médico terapista Omar Quiroga, que es la persona que se encarga de la detección de posibles donantes de órganos. Ese cargo ya no estaba en el organigrama pero en el Hospital de Villa Mercedes sí continuó con el mismo coordinador que ya estaba. Además retomamos el contacto con las terapias intensivas privadas porque son las que más donantes ofrecieron, sobre todo en 2013 que fue al año donde sólo se obtuvieron órganos del Hospital de la Villa y la Clínica La Merced.

 


—¿Cuál es el objetivo principal para este año?

 


—Tratar de reactivar la procuración, porque trasplantes por ahora no hacemos. La idea es volver a los números de 2012 cuando fuimos casi los primeros del país con 35 donantes por cada millón de habitantes que era la marca que tenía España en ese momento y que todavía es el país de mayor donantes en el mundo. Después nos estancamos y empezaron a decrecer, por eso la nueva presidenta del Incucai (María del Carmen Bacqué) ha bajado esa línea de recuperar al coordinador hospitalario que antes era prácticamente un cargo ad honorem y ahora por lo menos tiene una remuneración extra. La intención es achicar esa brecha entre la procuración y el trasplante.

 


—¿Qué tarea desempeña el médico procurador?

 


—Es un profesional que está en guardia pasiva los 365 días del año porque los donantes aparecen en el momento menos esperado. Sobre todo cuando se producen accidentes de tránsito, que son los fines de semana o en vacaciones. A través del teléfono que lleva siempre con él se lo contacta cuando aparece algún paciente que llega en un coma profundo. Si bien llega con vida, posiblemente el diagnóstico evolucione hacia una situación irreversible de muerte. Y cuando se confirma el fallecimiento, ahí el procurador habla con la familia para solicitarle la donación. Antes de realizar esta tarea tuvimos que hacer varios cursos de comunicación de malas noticias que nos brindaron capacitadores del Incucai. Porque cuando se habla concretamente con las familias y se cumple ese protocolo, los resultados son muy positivos y el duelo de ellos es mejor. Es más, cuando han sido bien abordados, ellos mismos toman la decisión antes de que se lo pidamos.

 


—¿Cómo pueden mensurar los resultados que se obtienen con el trabajo de este médico?

 


—Hace tres años el Incucai hizo una encuesta con una consultora privada y le dio dos resultados: cuando la gente era consultada en la calle, un 85 por ciento dijo que sería donante de órganos. Pero cuando esa misma pregunta se la hicieron los médicos de la terapia intensiva a los familiares de los pacientes internados, la respuesta afirmativa cayó al 35. En San Luis tenemos una buena cantidad de respuestas afirmativas, o mejor dicho, tenemos pocas negativas. Cuando uno cambia de actitud y se da cuenta de que con esa pregunta le está brindando ayuda a dos familias: a la que perdió su integrante, se le evita un duelo patológico; y a la que espera el órgano, se le extiende la vida de ese familiar. Incluso estudios hechos a nivel mundial demuestran que mucha gente que se negó a donar, después se arrepintió.

 


—¿Se puede hacer el contacto entre las dos familias involucradas en un trasplante?

 


—Siempre una familia quiere saber dónde fue trasplantado ese órgano, sobre todo si se trata de un corazón. Esa información no se puede suministrar, como tampoco revelar la identidad de un paciente en lista de espera. Lo que sí se hace es informarle a la familia que donó, después de un tiempo prudencial, los datos genéricos de la persona que lo recibió que incluyen sexo y edad, nada más.

 


—¿Cuánta gente de San Luis fue trasplantada este año y cuántos siguen en lista de espera?

 


—En estos seis meses se realizaron 7 trasplantes con 2 donantes cadavéricos procurados en el Hospital San Luis. Todavía están en lista de espera 119, de los cuales 95 esperan por un riñón. Nuestra tasa de donantes por millón de habitantes hoy está en 4,14 y a nivel nacional es de 5,51.

 


—¿Cuántos órganos se pueden obtener de un donante?

 


—A las personas se las considera multiorgánicas por eso siempre tenemos más trasplantados que donantes. De un cuerpo se pueden extraer , por ejemplo, riñones, pulmones, corazón, hígado, páncreas e intestinos. Además de las dos córneas que se las consideran tejidos.

 


—¿Existen limitaciones para ser donante?

 


—Las embarazadas, pacientes internados en neuropsiquiátricos, los menores de siete días, los que tuvieron una causa de muerte desconocida, la persona que padezca sepsis -que es un proceso de infección sistémica como una neumonía severísima-, los pacientes con cáncer avanzado y algunas personas con HIV. La edad no es un limitante porque en San Luis hemos procurado órganos de una persona de 74 años y no fueron rechazados al momento del trasplante.   

 


—¿Qué pasa con aquellos que no dieron su consentimiento?

 


—Siempre se respeta la decisión de la persona, tanto por la negativa como por la positiva. Si alguien en vida dio su consentimiento, primero lo buscamos en el Registro Nacional de Donantes y si aparece el acta, entonces se la mostramos a los familiares para que sepan que se realizará la ablación porque eso es lo que decidió el fallecido. Y aunque se nieguen es nuestra obligación cumplir con su voluntad porque es una declaración jurada que lleva su firma. Lo mismo sucede si la persona dijo expresamente que no: en ese caso el pedido no se realiza.

 


—¿Usted considera al trasplante como una especialidad médica excepcional?

 


—Para mí es un tratamiento médico más y hay que verlo así porque se trata de la insuficiencia de un órgano. Algunos reaccionan al tratamiento de medicamentos o a la instalación de un marcapasos, por ejemplo. Y otros, al recambio por uno nuevo. Incluso donado por personas vivas. Para mí es bastante simple y hasta he recibido el agradecimiento de familias por haberlos convencido de donar. Entonces es algo bueno. Creo que hay que sacarle ese morbo que lo rodea. No somos caranchos que buscamos órganos. Además es mucho más costoso para el Estado mantener a un paciente en diálisis tres veces por semana, que financiar la operación de trasplante. Y ni hablar de la calidad de vida de uno y otro.

 


—¿Cómo diría que es la actitud de los puntanos frente a la donación de órganos?

 


—Muy buena porque creo que en toda la comunidad está aceptada esta idea y creo que la gestión anterior de Jorge Ochoa hizo mucho para conseguirlo. Las nuevas generaciones son las que más empapados están del tema y los más chicos están muy informados. Ellos toman con mayor naturalidad la muerte y entienden perfectamente que donar un órgano es dar vida. Es más, en toda mi carrera creo que en una sola materia estudiamos el tema de la donación y después nunca más.

 


—¿En San Luis se podrán realizar trasplantes alguna vez?

 


—Creo que sí, por ahora nos falta algún equipamiento aunque la idea es incorporarlos porque no sólo servirán para trasplantes, sino para cuestiones hospitalarias puras. Con la directora del Hospital, María José Zanglá, hemos hablado de esta posibilidad pero desde el punto de vista de que es un tratamiento médico más, porque es una necesidad médica y no otra cosa. Todavía no sé si a la provincia le conviene más hacer una nueva inversión o si es mejor seguir derivando los pacientes que tiene en esta situación. Yo creo que a eso vamos a llegar por una cuestión de necesidad del hospital y sin hacer tanto revuelo.

 


—¿Por qué se dedicó a esta especialidad?

 


—La verdad es que a mí me apasiona este trabajo y creo que he logrado entenderlo a pesar de que es muy complicado porque por un lado tenés la familia del fallecido que está sufriendo y a otra que está luchando para que su ser querido no se muera. Ambos casos son extremos, pero lo único bueno que se puede sacar de tanto sufrimiento es la donación de órganos. De la muerte no se puede sacar nada, salvo donar los órganos para salvar a otra vida.

 

 



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