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"Let it be" en San Luis

Por redacción
| 18 de julio de 2016
El salto de Hernán. Piquín, el viernes en el Mauricio López. Psicodelia inocente. Fotos: Martín Gómez.

Tan grande es la obra que Los Beatles le dejaron al mundo que con ella se ha hecho de todo. Obras de circo, traspaso a la bossa nova y películas de diverso tenor extienden el poder de las canciones nacidas en Liverpool y, con mayor o menor suerte, aportan a su inmortalidad. La contribución de Hernán Piquín a esa causa es un espectáculo de danzas sorprendente, bien producido y que recorre una discografía tan inigualable como inabarcable.

 


En “Let it be” hay una historia de amor que tiene como mayor mérito no perder fuerza ante las melodías reconocibles en todo el mundo. La docena de bailarines de la pieza consigue mantener la atención del relato que cuentan, sin que quede detrás de las obras de los Fab Four.

 


El romance tiene algo de Romeo y Julieta en la atracción de los personajes centrales, lo mal visto de ese amor ante la familia (sobre todo porque ella tiene una pareja establecida) y el final trágico.

 


En las funciones a sala llena del viernes en el Mauricio López y el sábado en el Teatro Calle Angosta de Villa Mercedes, Piquín sacó a relucir sus dotes actorales y además de bailar –muy bien, como siempre-, hizo mímica en muchas canciones y recorrió el escenario con una presencia que no se vio en otros espectáculos por él encabezados.

 


A diferencia de “Freddie”, el show anterior en el que bailó las creaciones de Freddie Mercury, el malogrado líder de Queen, Hernán no personificó esta vez a algún músico, sino a un hombre común que se enamora de una mujer que ya tiene dueño. El vínculo con Los Beatles es la época en la que sucede el romance, además de las canciones y otros detalles reconocibles en el mundo periférico del cuarteto, que es tan amplio como su obra musical.

 


“Let it be” retrata el costado cándido del flower power, la parte colorida de la psicodelia. En definitiva, lo que intentan mostrar Piquín y su ballet es un amorío un tanto prohibido y no una época. Y mucho menos un movimiento.

 


Apenas alguna borrachera con cerveza junto a los amigos y con la justificación de olvidar las penas amorosas dibuja una conducta que ni siquiera se puede tomar como un exceso. La escena de descontrol en la taberna sirvió para que Piquín se baje del escenario –siempre como parte del guión-, acose a una señora sentada en la primera fila y se quede por unos segundos en paños menores delante de la espectadora.

 


Con astucia, y para seguir el tren de una historia contada con buenas intenciones, el show tuvo en la primera mitad los temas más movidos de “Los Beatles” (con su máximo poder rítmico en una trilogía enganchada con "A hard day's night", "Twist and shout" y "Get back") y se reservó para el final algunas baladas que reforzaron el perfil romántico de la obra. También fueron muy evidentes los pasos de comedia  que el elenco practicó al principio y el cambio hacia un clima más dramático sobre el cierre.

 


El grupo de bailarines que acompañó al artista fue, como era de esperar, de primera calidad. Una de las más destacadas resultó Daiana Chorni, pequeña y ágil –lo que facilitó que Piquín hiciera con ella lo que quisiera-, pero sobre todo muy efectiva en los movimientos graciosos como la pretendiente rechazada por el personaje central. También fue convincente el rol de Abril Garay, la chica que enamora al protagonista.

 


El momento de quiebre en la pieza fue el primer y demorado baile entre los participantes del amor prohibido, Piquín y Garay, con “Michelle” como música de fondo para una fiesta animada y la mirada del novio de la pretendida, con el certero paso y en cuerpo de Martín Pico, como silenciosa puntada de celos.

 


Pero la escena más conmovedora de la obra tuvo a “Hey Jude”(¿qué se puede decir de esa hermosa canción?, ¿qué es una de las cinco mejores de toda la discografía beatle?, ¿que es la mejor?) como himno y a la discusión entre la enamorada, decidida a emprender su nueva relación, su padre y su novio. Curiosamente, el segmento fue uno de los pocos en los que el cabeza de elenco no estuvo sobre el escenario.

 


Tanto antes de comenzar el show como sobre el final, Piquín se salió del personaje para agradecer al público, publicitar su Facebook y, al inicio, pedir que durante la función no se saquen fotos, no se usen los teléfonos y retar a los que llegaron tarde.

 


En el final del show se coló “Imagine”, una canción que si bien no es de Los Beatles –pertenece a la obra de solista de John Lennon-, sirvió para reafirmar el mensaje que sobrevoló a lo largo de toda la obra: el amor es más fuerte que cualquier otra fuerza, incluso que la muerte.

 


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