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Guía para saber diferenciar malezas

Por redacción
| 21 de agosto de 2016
Ingeniera agrónoma y farmacéutica. Delma Faccini cautivó al auditorio en Rosario con su amplio conocimiento sobre botánica.

La semana pasada remarcábamos, en la primera entrega de una serie de notas, que la revista El Campo publicará sobre el Congreso de Aapresid al que este cronista asistió como enviado especial, que el combate contra las malezas resistentes había sido uno de los tópicos más importantes durante muchos talleres. Especialistas de todo el país, tanto ingenieros agrónomos como docentes, dedicaron horas de exposiciones a desarrollar técnicas de manejo, diferentes miradas y hasta una charla muy interesante para aprender a diferenciar unas de otras cuando la conformación es similar.

 


A ello dedicó su disertación Delma Faccini, ingeniera agrónoma y farmacéutica, quien conduce la cátedra de Malezas de la carrera de Agronomía en la Universidad Nacional de Rosario. La profesional, con un estilo llano y didáctico, y apoyada en fotografías de buena resolución, hizo un extenso recorrido por los diversos tipos de plantas que compiten con los cultivos por los nutrientes y la luz solar, causando pérdidas a los productores que cada vez encuentran un margen más estrecho para combatirlas.

 


“Desde hace 10 o 15 años las malezas resistentes comenzaron a invadir los sistemas agrícolas y ganaderos. Los quiero ayudar a reconocer cada una de ellas en su estado de plántula, vegetativo y adulto”, anunció de entrada ante un auditorio numeroso y muy interesado. “Un buen programa de manejo debe contener varias etapas. La primera es un diagnóstico, o sea identificar las malezas con monitoreo y una estimación de daños. Luego hay que planificar a partir de una evaluación de estrategias y de métodos de control; en tercer término pasamos a la ejecución, que no es otra cosa que la puesta en práctica del camino que decidimos tomar; y finalmente tenemos que hacer una evaluación, en la que otra vez entra un buen monitoreo que nos arroje los datos justos que ver, qué hay que modificar y también debemos registrar los resultados para aplicarlos en campañas futuras”, detalló Faccini.

 


Con las malezas divididas según sus ciclos en las de otoño e invierno-primavera por un lado; y las primavero-estival por el otro, comenzó su recorrido por la Rama Negra, una de las que dice presente en San Luis.  “Hay que tener cuidado en el estado de plántula, porque a veces se puede confundir con otras como la Peludilla o la Bolsita de Pastor. La Rama Negra tiene 15 hojas sin dientes, aunque los insinúa, en cambio la Peludilla directamente no los tiene y la Bolsita de Pastor es más áspera. En otoño forma rosetas y en primavera elonga enseguida”, remarcó. En los mapas de la REM (Red de Conocimiento en Malezas Resistentes) aparece en pleno crecimiento entre 2013 y 2015, con más biotipos resistentes al glifosato en todo el país.

 


Otra que llama a confusión es el Yuyito de la Pared con el Capiquí. “La primera tiene cotiledones redondeados, con ápice trunco, hoja ovoide y una base de pecíolos donde se instala el fruto. En cambio el Capiquí tiene ucrón en el ápice”, aclaró la docente.

 


La proyección de fotos siguió con el Senecio Plateado o Vira Vira, que muestra un cotiledón alargado, las primeras hojas enteras y flores blancas; y la Viola Tricolor (o pensamiento silvestre), con hojas más alargadas cuando crece y de adulta tiene una flor blanca con centro amarillo. “Tiene emergencia prolongada, de abril a octubre”, advirtió Faccini para remarcar la importancia de combatirla.

 


Para quienes eran de la zona triguera del sur bonaerense les habló del Nabo (brassica rapa), común en esa región, con cotiledones en forma de corazón, una planta pilosa, que de adulta, saca flores amarillas. “La REM ya la declaró resistente al glifosato y llegó a Santa Fe en 2015”, dijo la especialista, quien pidió no confundirla con el Nabillo o Mostacilla Pilosa: “También tiene hojas en forma de corazón y, como su nombre lo indica, tiene pelos. Pero en estado adulto presenta ramificaciones y las ilicuas están pegadas al tallo mientras en el nabo están separadas”. También el Nabón, que es otra maleza de la misma zona, se presta a confusiones por su cotiledón de corazón, “pero es más grande, unos dos centímetros, a veces muestra un color verde azulado y tiene una raíz pivotante considerable. De adulta, la flor es lila”, describió.

 


Otra gramínea resistente a glifosa y ALS es el Raigrás anual. “Tiene aurículas pegadas al tallo y espigas dísticas. Es típica de invierno y ya llegó a Entre Ríos y Santa Fe”, expuso Faccini, quien cerró la exposición de las malezas de otoño e invierno con la Avena Negra o Guacha, que también crece en el sur de Buenos Aires: “Tiene aristas funiculadas y panoja laxa, lo que la diferencia de la avena cultivada”.

 



Ciclo primavero-estival

 


Comenzó con el Pasto Colorado o Capín, que tiene una plántula de tallo achatado y sin lígula, y espiguilla sin aristas. Va de norte a sur de Buenos Aires y está llegando a las provincias del centro, por lo que San Luis deberá extremar los cuidados. Parecida en formato es el Sorgo de Alepo, ya que se confunde con el capín cuando es de semilla, aunque en este caso tiene lígula. Es resistente a glifosato en el centro y el norte del país y a graminicidas en algunas zonas.

 


Más al norte se encuentra el Capín Arroz, frecuente en zonas inundables porque requiere humedad. “En estadío de madurez tiene espiguillas con aristas, es resistente a ALS en Entre Ríos (justamente la zona arrocera) y no tiene lígula”, contó la docente.

 


Luego se adentró en algunos pastos, como el Crespo: “Es de origen africano, por lo que requiere de altas temperaturas. Se identifica por las hojas con bordes ondulados, la pilosidad y la lígula pequeña. Está en el norte y el centro de la Argentina y llegó a Entre Ríos. El problema es que en 20 días supera en altura a la soja”, dijo. Otro pasto es el Cuaresma, una especie anual pilosa y de lígula pequeña y rojiza; en tanto que el Pasto Amargo (o rabo de zorra), “no tiene tanta pilosidad, su lígula es triangular, de adulta panoja como el Sorgo de Alepo y cuando es panoja sobresale a los cultivos de verano”. Otra característica es que la semilla está envuelta en pilosidades y vuela con el viento. Tiene biotipos resistentes al glifosato, su recorrido viene del norte hacia el centro y ya está tomando campos del litoral.

 


Una maleza muy famosa, con presencia en al menos 60 países, es la Pata de Ganso. “Es achatada, con nervaduras marcadas, lígula pequeña y flor con espigas. Resiste al glifosato y está trayendo muchos problemas en el centro del país”, contó Faccini antes de adentrarse en las variedades de Chloris.

 


La primera que describió fue la Chloris Grama: “Hay 15 especies en el país, es de difícil control, lo que se conoce como tolerante. Es achatada como el Capín y la principal dificultad que presenta es que no tiene características especiales, por lo que se complica diferenciarla de otras especies.

 


Tengan en cuenta que de adulta las espigas salen de un mismo punto y se mantienen cerradas, las flores tienen dos aristas y suelen tener estolones”, aconsejó. En cambio la Chloris Pasto Borea es perenne, la zona de la lígula tiene mechones de pelos largos y sólo 7 espigas y no 15 como la maleza anterior. Ambas tienen muchos macollos. Finalmente está la Trichloris, de lígula muy pequeña, espigas en verticilos y tres aristas. “No es resistente, sí tolerante, requiere de altas temperaturas”, la describió.

 


Una maleza difundida en San Luis es el Pasto Blanco. “Crece en zonas de salinas, pero se adapta muy bien a regiones húmedas, por lo que es un enemigo de la soja. Es de lígula pilosa, hojas con láminas finitas y borde áspero y cuando florece tiene panoja compacta con muchas semillas livianas, fáciles de esparcir por el viento”, dijo la ingeniera agrónoma.

 


Otra perenne, que podría confundirse con el Sorgo de Alepo porque se reproduce por semillas, es la Flor de Santa Lucía. También es perenne y tiene dos tipos de semillas: “Unas duran un año y otras, ovoides, germinan al segundo, por lo que son más peligrosas”.

 


Finalmente se refirió al conocido y peligroso Yuyo Colorado, cuyo nombre científico es Amaranthus Quitensis. Faccini pidió no confundir con el Amaranthus Palmeri: “Tiene tallo más piloso y ambas flores en el mismo pie. El Palmeri directamente no tiene pelos en el tallo, el pecíolo es más largo y las flores femeninas más espinosas”.

 



"Las malezas resisten más porque hay un abuso de los herbicidas"

 


Uno de los visitantes estrella del congreso fue Fabián Menalled (foto), un ingeniero agrónomo argentino que hace 27 años vive en Estados Unidos y trabaja en la Universidad de Montana. Él, en un panel que también tuvo a Jorge Romagnoli, profesional de Aapresid; y a Tomás Baigorria, ingeniero del INTA-Marcos Juarez,  aportó una mirada diferente en el manejo de malezas.

 


De entrada desafió al auditorio con una pregunta: “¿Qué otras prácticas hay además del control químico?”. Y se respondió, ante el murmullo y la duda, que debemos fijarnos en el marco en el cual trabajamos, “ir hacia uno ecológico-evolutivo”. “La resistencia a los herbicidas es un problema del pasado, hoy el drama es la resistencia múltiple”, aseguró Menalled, quien cree que “las malezas resisten porque abusamos de los herbicidas. Esa presión selectiva las ayuda a evolucionar”. Por eso dio un ejemplo práctico de lo que ocurre cuando el ser humano tiene fiebre: “Antes el médico recetaba un antibiótico, hoy en cambio, como los virus y las bacterias evolucionaron ante ese ataque, es mejor tomar agua y caldo”.

 


Cuando volvió a las malezas, eligió la Avena Negra para su exposición, ya que es una especie que hace sufrir a los agricultores de Estados Unidos y a la Argentina por igual. “Probaron 15 herbicidas sin resultados, tiene metabolismo incrementado, por lo que no sirve usar residuales. ¿Cuáles son las prácticas posibles? Modificar la ecología del sistema para minimizar el impacto y mejorar la competitividad del cultivo”, aconsejó, al tiempo que recomendó tomar muestras del suelo para saber cuánto nitrógeno agregar. “Sembramos Avena Negra, descompusimos las semillas y aplicamos Flucarbozone. Llegamos a la conclusión de que a más nitrógeno, se inhibe la germinación de la maleza”.

 


En cuanto a la sobrevivencia de las semillas, quedaron menos susceptibles que aquellas de biotipo resistente, la emergencia de plántulas no arrojó grandes diferencias y en cuanto a las resistentes, a más nitrógeno en el suelo y más densidad de siembra, fueron quedando menos semillas.

 


Para el final dejó una reflexión y un consejo: “El cambio climático, la presencia de más dióxido de carbono, presenta nuevos desafíos. Por eso la mejor herramienta es usar el cerebro”.

 


A su turno, Romagnoli apuntó a lo mismo, el abuso de herbicidas. “Los científicos ya nos habían alertado cuando comenzamos a usar principios activos para combatir malezas: lo fácil dura poco. Y nosotros no hicimos caso y simplificamos las estrategias”.

 


Pidió abordar la cuestión desde un punto de vista más amplio, que incluya a técnicos, asesores y ganaderos  y productores. “No será fácil si seguimos insistiendo con los monocultivos, hay que diversificar ambas cosas, los cultivos y los herbicidas; y optar por las siembras de coberturas para ampliar la etapa del barbecho”. Y pidió debilitar los sistemas reproductivos de las malezas atacando rizomas, estolones y semillas.

 


Por último, Baigorria disertó especialmente sobre los cultivos de cobertura como principal baza de una estrategia sustentable en manejo de malezas en sistemas de siembra directa. “¿Por qué son importantes los cultivos de cobertura para combatir las malezas? Porque fijan el nitrógeno, combaten la erosión, hacen un uso eficiente del agua y capturan las pérdidas de nitrato, sobre todo con un buen centeno”, explicó.

 


El especialista aconsejó “rolar y cerrar rápido el surco para que la luz no active la emergencia”. Y en cuanto a qué rolar, dijo que es importante el porte: “Puede ser un triticale, un centeno o una vicia villosa, no la sativa. Si es centeno, hay que sembrar con buena densidad”.

 


En el cierre, aseguró que “hay que ser multidisciplinario, es la única manera de trabajar”, y se refirió a la falta de regulaciones: “Si yo tengo un campo propio, hago coberturas y lo cuido de las malezas, pero alambrado de por medio hay otro alquilado al que no le dan bolilla, me perjudico. Y eso no puede ser así”.

 


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