SAN LUIS - Sabado 18 de Mayo de 2024

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Dionisia no tuvo responsabilidad en el asesinato de su hija Maite de 8 meses

Por redacción
| 22 de junio de 2017
Al salir del penal. Dionisia fue excarcelada el 16 de diciembre de 2016. Ayer logró la absolución.

Durante las dos audiencias del juicio en su contra, Dionisia Panozo Cejas lloró. Ayer, en la segunda, a sabiendas de que el final del proceso estaba más cerca, el llanto por momentos se intensificó. Aunque llegó al debate libre –le concedieron la excarcelación en diciembre de 2016– estaba acusada de haber matado a su beba de ocho meses, Maite Avendaño, junto a su pareja, Pastor Avendaño. Pero las últimas lágrimas de la joven de 20 años, una víctima de violencia de género que fue asistida por el gobierno provincial, posiblemente tuvieron un sabor menos amargo. Ayer, la Cámara del Crimen de Concarán la absolvió.

 


Avendaño, en cambio, fue condenado a prisión perpetua por homicidio calificado por el vínculo, informó ayer una fuente judicial.

 


El fallo coincidió con el pedido que, a su turno, al finalizar sus alegatos, había hecho el fiscal de Cámara, Mario Zudaire. Por su parte, el defensor oficial de Avendaño, José Francisco Pérez, solicitó la absolución del hombre.

 


Si bien el tribunal –que preside Luis Manuel Sosa y que completan los camaristas Sandra Piguillem y Juan Manuel Saá Zarandón–dará a conocer los fundamentos del dictamen en los próximos días, claro es que para los jueces no hay pruebas de que la joven haya sido autora del crimen o haya tenido algún tipo de responsabilidad.

 


La defensa de Panozo Cejas sostuvo en sus alegatos que ella ha sido una víctima de la violencia de género, que el contexto cultural en el que se desarrolló, la pobreza y la carencia de recursos afectivos e intelectuales imposibilitó que reaccionara de otra forma ante el asesinato consumado por su concubino, resumió el informante. “Tenía un grado de sumisión difícil de describir, muy profundo”, dijo. La tríada defensora –compuesta por la ex fiscal de la Cámara 1 de San Luis, Diana Bernal, y los abogados María Elena Aparicio y Andrés Fernández– había pedido que fuera absuelta.

 


El hecho ocurrió el domingo 28 de setiembre de 2014. Todos, tanto la víctima como la pareja acusada, son de Bolivia. Pero el hecho ocurrió en la Villa de Merlo, a donde la familia se había mudado un tiempo antes, en busca de un mejor horizonte laboral. Dionisia, que por ese entonces tenía 17 años, y su marido, de casi la misma edad, vivían en la planta baja de una casa. En el piso de arriba vivía un primo de Avendaño, con su pareja.

 


Según narró ayer la fuente, el noviazgo había empezado unos dos años antes, en su país natal. La relación fluctuó: en algún momento estuvieron distanciados. La convivencia empezó cuando ella supo que esperaba un bebé. Por esa época, Franz, un hermano de Dionisia que viajó desde Bolivia y declaró en el juicio, denunció a Avendaño. Lo hizo después de que su hermana le contara que él la había golpeado en el vientre. Estaba en cinta.

 


Avendaño viajó a Merlo y, ya instalado, volvió a su país, a buscar a Dionisia, que había tenido a la beba. Cuando ella declaró, contó que él le dijo que fue por ella porque necesitaba alguien que le cocinara y le lavara la ropa, que lo atendiera. Dionisia se mudó a Merlo, junto a Maite.

 


Para Avendaño, el lugar de su mujer no era otro que la casa. “Desde que llegó, aproximadamente un mes antes del hecho, ella estuvo siempre en la vivienda. Ella no salía. Él no la dejaba. Se ocupaba de las tareas del hogar. Sólo tenía contacto con la mujer del primo de Avendaño, que vivía en el piso de arriba. La única vez que salió fue ese domingo 28 a la tarde, cuando lo acompañó a enterrar a la bebé muerta en Carpintería”, refirió.

 


Los investigadores establecieron que Maite murió ese domingo entre el mediodía y las 14. El forense Gustavo Lafourcade concluyó que falleció por una asfixia mecánica: le obstruyeron la nariz y la boca colocándole la mano en la cara. El informante estimó que Avendaño lo hizo o bien mientras Dionisia cocinaba, en otro espacio de la vivienda, o durante los minutos que ella estuvo en el baño.

 


“Ella declaró que ella no se dio cuenta inmediatamente de que la nena estaba muerta. La vio quieta, tapada por frazadas, en la cama de dos plazas, y pensó que estaba dormida. Pero después se acercó y notó que no reaccionaba, estaba inmóvil. Le preguntó reiteradamente a Avendaño qué había pasado, qué le había hecho, e intentó reanimarla haciéndole respiración boca a boca”, resumió.

 


Por lo que la joven le contó no sólo a los investigadores sino también a la esposa del primo de Avendaño, a éste no le gustaba que la beba llorara. Dijo que él le había dicho que algo tenía que hacer, que tenía que pegarle, para que no fuera una niña malcriada. Además, él ponía en duda su paternidad, aunque luego, a través de una pericia de ADN solicitada por el defensor Pérez, se probó que la nena era su hija. “No la quería, le molestaba”, dijo la fuente, al ser consultada sobre qué pudo motivar el homicidio.

 


Al parecer, tal era el grado de sumisión de la joven y de consternación ante lo sucedido, que la chica acató sin más los pasos a seguir que Avendaño definió. Él resolvió mentir: dijo que cuando estaban en la puerta de un supermercado de Merlo, dos hombres y una mujer, desconocidos, le arrebataron a la beba de los brazos. Primero le dio a su primo la versión del secuestro, y este familiar le dijo que había que llamar de inmediato a la Policía.

 


Los efectivos notaron desde el inicio contradicciones entre los dichos de ambos. Pero horas después, en la madrugada del lunes, finalmente Dionisia se quebró y contó lo que sabía. Reveló que su marido resolvió aguardar a que sus parientes, los que vivían arriba, se fueran a una cancha, para luego salir con el cadáver. Fue después de las 16.

 


“Él llevaba a la bebé en una mochila. Pero le hizo poner a ella una especie de portabebé relleno con ropas, para simular que llevaban una criatura. Tomaron un taxi y le indicó al conductor que los llevara a una zona descampada de Carpintería, en proximidades a un lugar donde él había hecho tareas de albañilería. Le dijo al chofer que no hacía falta que los esperara. Entraron en el campo, y, con un cuchillo de cocina, cavó un pozo de unos 60 centímetros, donde enterró a la bebé. Después, con las referencias que dio Dionisia, la jueza (Penal de Concarán, Patricia Besso) ordenó una inspección, y encontraron el cuerpito”, narró. Luego del hallazgo, la pareja fue detenida.

 


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