El padre de Abel Ortiz murió sin saber del destino de su hijo

El dolor en el pecho que despertó a Juan Roque Ortiz el miércoles a las cinco de la mañana fue sintomático. Más que de una falla cardíaca, se trató de una afección que arrastraba desde hace cuatro años y tres meses: la desaparición no esclarecida del menor de sus diez hijos, Abel Roque “Pochi” Ortiz, ocurrida la noche del martes 16 de setiembre de 2014. Sus hijos sabían que ese era su calvario. De todos modos, él se lo ratificó a su hija Patricia, instantes antes de morir en la ambulancia que lo llevaba del centro de salud de La Ribera a la clínica “Aconcagua”. “¿Te duele el pecho, papá?”, le preguntó ella. “Mi único dolor es Abel”, le contestó. Y le sobrevino un infarto.

El anciano de 78 años —iba a cumplir 79 el 11 de enero— fue sepultado este jueves en el cementerio parque de “La Paz”, de Villa Mercedes, sin que la Justicia alcanzara a aclarar cómo murió su hijo y dónde está su cuerpo.

De todos modos, desde el día en que su hijo desapareció, Juan y su esposa “Mimí” —Fermina Arce— estaban convencidos que “Pochi” fue asesinado, contó su hija Carolina.

“Él siempre lo soñaba, desde que desapareció. Decía que lo veía sepultado cerca de un alambrado, debe ser porque era alambrador. Y en sueños veía que Abel lo llamaba, que le decía ‘papá, te espero’”, recordó.