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El oro rojo chileno

Chile, un país rico en recursos pero pobre en su distribución, es el principal exportador de cobre del mundo. A dos siglos de la formal declaración de su independencia, tiene un asunto pendiente: independizar sus recursos naturales.

Por redacción
| 27 de febrero de 2018

La historia reciente de Chile es, en gran medida, la historia del cobre. En el año del bicentenario de la declaración de independencia y a pocos de días de asumir nuevamente la presidencia Sebastián Piñera, mucho hay para pensar acerca la explotación y el aprovechamiento de este recurso indispensable para el país vecino.

 

Las estadísticas indican que en 2018 el cobre aumentará su valor de manera considerable, algo que sin dudas favorecerá a la gestión del nuevo presidente. De él en gran medida dependerá que este incremento también sea aprovechado por el pueblo chileno.

 

La importancia del sector

 

El precio del cobre en los próximos años (cuyas oleadas de crecimiento suelen durar entre 5 y 7 años) es de vital importancia para Chile, un país que a pesar de representar el 0,6% de la superficie terrestre, cuenta con el 30% de los recursos mundiales de cobre.

 

El sector representa, dependiendo del período, entre el 40 y el 60% de las exportaciones chilenas, que se dirigen principalmente a China, los Estados Unidos y Japón.

 

El recurso provee además al Estado más del 20% de sus ingresos fiscales. La mayor parte (el 62%) de estos ingresos es aportado por la empresa estatal Codelco; el resto, por las compañías extranjeras que controlan la mayor parte de la explotación de este recurso en el país.

 

La Corporación Nacional del Cobre de Chile (Codelco) fue creada en el año 1976, pero la historia del cobre chileno se remonta mucho más allá en el tiempo.

 

Conquista y colonización del cobre

 

Ya las culturas originarias que habitaban la región conocían la importancia del recurso y su explotación.

 

La llegada de los colonizadores primero, y la preponderancia de Gran Bretaña como potencia mundial después, hicieron que el salitre se convirtiera en el principal producto de explotación. Pero eso comenzaría a cambiar cuando el mundo diera un giro hacia el comienzo de la supremacía de los Estados Unidos.

 

Ya a principios del siglo XX, las grandes empresas norteamericanas comenzaron a adueñarse de las principales reservas de recursos cupríferos chilenos. A pesar de contar con una gran riqueza potencial, el pueblo chileno en general pudo hacer poco con esas potencialidades.

 

Nacionalización del cobre

 

La historia de la minería en Chile tuvo tal vez su punto más importante en el que hoy es conocido como el día de la “Dignidad y la Solidaridad Nacional”. En julio de 1971, bajo el gobierno de Salvador Allende, se aprobaría en el Congreso la nacionalización del cobre.

 

Algunos antecedentes como la llamada “chilenización” del cobre en la década de 1960, y que implicó, bajo el gobierno de Eduardo Frei Montalva, la compra de acciones a las empresas extranjeras por parte del Estado, tal vez marcaron el camino para la posterior nacionalización, pero también dejaron relucir el hecho de que el Estado estaba comprando sus propios recursos.

 

El dinero invertido en aquella oportunidad por el gobierno chileno sería usado en la modernización del sector, algo en lo que las empresas no pensaban invertir. Los fondos provendrían de préstamos que Chile tomaría de los Estados Unidos, lugar al que pertenecían la mayoría de las corporaciones extranjeras que explotaban los recursos cupríferos. El círculo de dependencia del que no podía salir el pueblo chileno daba una vuelta más para volver haciael mismo lugar.

 

En 1971, la cuestión parecía cambiar. Una reforma constitucional, con el apoyo unánime del Congreso, regresaba los recursos a Chile. Con esto, el cobre pasaba a ser de “dominio absoluto” del pueblo chileno y el Estado indemnizaría, dentro de sus posibilidades y deduciendo las “utilidades excesivas” a las empresas. Y desde luego que eran excesivas esas utilidades, teniendo en cuenta que las transnacionales invirtieron en el sector 500 millones de dólares entre 1920 y 1970, pero obtuvieron US$ 5000 millones. Según los cálculos del mismo gobierno, en la mayoría de los casos eran las empresas las que debían indemnizar al Estado y no al revés.

 

Desde luego, un sector que genera tantas ganancias no es fácil de soltar. En 1973, un golpe de estado derroca a Salvador Allende, un golpe que, se conoció mucho después (incluso con la desclasificación de documentos del propio gobierno estadounidense), tuvo el apoyo y la ayuda de intereses extranjeros.

 

Comenzaría a partir de allí un largo camino de “desnacionalización” del cobre, que se fue consolidando incluso luego del gobierno de Pinochet.

 

La reprivatización de los recursos

 

Durante la dictadura de Augusto Pinochet, las empresas extranjeras recibieron cuantiosas sumas en concepto de indemnización, algo que si bien no implicó la “desnacionalización” per se, sí fue un paso atrás en lo avanzado por el gobierno de Allende.

 

Sin embargo, la consolidación de lo que se podría llamar “desnacionalización del cobre” comenzó con los gobiernos democráticos.

 

En la década del 90, fueron las empresas extranjeras las que más se beneficiaron del boom minero en Chile.

 

Una serie de medidas tributarias que permitieron a las mineras reducir el monto que debían pagar al Estado, sumado a otros cambios como la sanción de nuevas leyes permitían a las empresas extranjeras explotar los yacimientos que la estatal Codelco aún no explotarada, contribuyeron a consolidar un modelo de progresiva reprivatización.

 

La falta de inversión del Estado en este sector, completó el panorama para que la baja competitividad de Codelco terminara por entregar gran parte de los recursos naturales chilenos a manos extranjeras. Si en 1990 la estatal controlaba el 90% de los recursos, veinte años después esa cifra se había reducido al 30%.

 

Aun así, la estatal aporta al estado más del 60% de los ingresos fiscales provenientes del sector minero.

 

Las relaciones “carnales” con la minería argentina

 

Nuestro país también tuvo que ver con esta desregulación de la actividad minera de la década de los 90. En 1997, Argentina y Chile firmaron un acuerdo por el que se facilitaba el paso de los productos mineros argentinos por suelo chileno. Como previendo lo que iba a suceder, para ese entonces, las compañías mineras se habían hecho de la mayor parte de los yacimientos a un bajo costo, ya que en ese momento el transporte por el Atlántico encarecía mucho la producción en suelo argentino.

 

El acuerdo entre Eduardo Frei y Carlos Menem permitiría también la explotación por parte de capitales extranjeros de yacimientos fronterizos y la creación de una especie de “estado virtual” en la frontera, que quedaría bajo la administración de las mineras.

 

20 años después, sólo el levantamiento de las restricciones para la explotación en zonas limítrofes fue cumplido. Los otros objetivos tuvieron objeciones sobre todo dentro del territorio chileno.

 

Los gobiernos chileno y argentino anunciaron en 2017 la intención de revitalizar este acuerdo. Habrá que esperar a lo que suceda con la asunción en los próximos días del presidente electo Sebastián Piñera.

 

Lo que se puede esperar

 

Si bien el precio del cobre crecerá en 2018 gobierne quien gobierne el país, no da lo mismo quien dirija sus destinos para el pueblo chileno.

 

Hasta ahora, las declaraciones en campaña y más aún, la anterior gestión del electo presidente de Chile Sebastián Piñera, indican que la inversión del Estado podría tender a reducirse, por lo que se puede deducir que las inversiones en la estatal Codelco tampoco serán una prioridad para el futuro gobierno.

 

Las promesas de campaña pueden cambiar si el precio del cobre crece más de lo esperado, pero la realidad chilena difícilmente lo haga en un período presidencial.

 

La dependencia de la economía del cobre, un sólo producto con poco valor agregado, la hace sin dudas muy vulnerable a las fluctuaciones de la economía internacional, y no permitirá un crecimiento sostenido e independiente a largo plazo.

 

Uno de los países potencialmente más ricos del mundo en recursos, pero de los más desiguales en su distribución, tiene muchos asuntos que resolver 200 años después de haber comenzado el camino de su independencia.

 

Por Agustina Bordigoni

 

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