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Cuatro horas en la "trinchera" que cruzan las ambulancias

Las llamadas que reciben las operadoras se transforman en un pedido para los especialistas que rápidamente parten para atender y trasladar a las personas afectadas.

Por Gabriel Casari
| 15 de abril de 2018

Sábado 3:28. Madrugada fresca en San Luis. El teléfono suena y una mujer, Miriam, contesta con tranquilidad: "Sempro, buenas noches", saluda y la frase se transforma en la apertura a un mundo en el que ese entrelazan miles de historias, imágenes, esfuerzos, trabajo y un enorme compromiso por el otro.

 

En Terrazas del Portezuelo, en el segundo subsuelo del edificio Herradura, se construye un espacio que se asemeja a una película de ciencia ficción en donde las pantallas abundan. Allí se ubica el Centro de Control de Cámaras (CCC) y el Sempro.

 

En este lugar se hace un seguimiento detallado de las imágenes que capturan las cámaras que están distribuidas en la ciudad. Unas 20 personas en turnos de una hora y 15 minutos observan con detalle, con la mirada clavada en un monitor, viendo lo que sucede y lo que pueda suceder.

 

Allí, un poco apartadas, hay dos mujeres que cumplen un turno de 12 horas. Miriam y Valeria son los dos primeros eslabones de una cadena enorme. Están sentadas cada una en un escritorio, también observan sus monitores y esperan.

 

Poco antes, a las 3, el 107 sonó una vez, fue una falsa llamada.  Mientras esperan que algo suceda, como suele tejerse la compleja rutina del fin de semana en donde se conjugan peleas, accidentes y excesos

 

En el lugar también funciona el 911 (la línea que tiene las emergencias policiales) que se articula con el 107, es que mucha gente sigue llamando a la Policía por urgencias médicas.

 

Miriam y Valeria tienen un poco de tiempo para hablar de temas personales, pero de repente el teléfono suena y todo se tensa. La atmósfera se hace un tanto más espesa, se huele tragedia como en muchas noches, como en muchos llamados.

 

Miriam saluda con un "buenas noches" y añade: "Sempro" y de inmediato comienza con una serie de preguntas para determinar cómo se encuentra la persona afectada, para saber qué y cómo pasó. Pregunta sobre el dónde y ahonda en el por qué.

 

En medio de ello, Valeria toma la radio y rápidamente se comunica con una de las tres bases de la ciudad en donde están las ambulancias, da a conocer que sucedió y los detalles de la dirección.

 

Miriam rescata un poco más información que es útil para que el médico sepa cómo actuar aún antes de llegar.

 

Valeria envía un móvil y comienza a desperezarse una noche  de fin de semana en donde el alcohol pone un condimento para que lo desastroso lo sea aún más.

 

Al otro lado de la radio, el chofer de la ambulancia anuncia que van camino a la casa del paciente.

 

El llamado se cierra, todo queda registrado. Son las 3:32 y en una madrugada fresca comienza a agitarse la jornada.

 

Tanto las operadoras del Sempro como las personas que trabajan en el centro de monitoreo aportan un conocimiento empírico que puede determinar ciertas particularidades del comportamiento en la ciudad.

 

Aclararon que el primer fin de semana del mes, cuando la mayoría de los puntanos cobran sus sueldos es el momento en donde se incrementan las urgencias. Las causas son: peleas fuera de los boliches bailables, choques e intoxicaciones por alcohol o drogas.

 

Además detallan que los días de semana por la mañana se registran muchos accidentes que tienen como protagonistas a motos que colisionan y a vehículos que chocan porque abundan las malas maniobras y la premura.

 

Al cierre del mes es donde crecen las crisis que tienen que ver con la personas, los ataques de pánico y los intentos de suicidio.

 

En el subsuelo del edificio de Terrazas, un llamado es punta de lanza de otro tanto, es conexión con una de las tres bases (lugares en donde se encuentran las ambulancias).

 

Es tiempo de buscar a una personas que se accidentó.

 

 

En base

 

En el barrio San Martín, en la calle Antártida Argentina y Bolivia se encuentra una de las bases, que funciona en un centro de salud.

 

Allí Mario, chofer de ambulancia; Ana, médica y Daniela, enfermera esperan en una cocina comedor de no más de 10 metros cuadrados.

 

Entre las 5 y las 6 de la mañana esperan. Sentados frente a un mesa y café de por medio conversan y tejen anécdotas, historias y análisis de los más variados.

 

Los tres conforman un arquetipo, una síntesis del trabajo que repiten otros nueve conjuntos en toda la provincia.

 

A parte de ellos, otras dos ambulancias se mueven en la ciudad. En Villa Mercedes hay cuatro bases, una en La Punta, una en Merlo y la otra en Carpintería.

 

Daniel, una pampeana tan alta como efusiva, explica, relata y configura cientos de anécdotas.

 

La mayoría tiene como nudo la necesidad de cuidar al otro.

 

La enfermera aporta detalles del trabajo. "Primero recibimos la información desde la central con algunos detalles de lo que afecta al paciente, con esos datos partimos a los domicilios o los accidentes, tenemos una idea pero nunca sabemos concretamente con lo que nos vamos a encontrar", dijo.

 

Lo que plantea Daniela se sustenta en cientos de casos y cuenta que una vez llegaron a la casa de una persona que estaba con tratamiento psiquiátrico y que los esperaba con una enorme cuchilla. Relató que tuvieron que esperar que llegara la psicóloga del hombre y que lo tranquilizara para poder trasladarlo.

 

Dijo que muchas veces hay gente que se desespera ante alguna urgencia y termina recriminándoles a ellos las demoras. "Ante una urgencia muchos entienden que pasó mucho tiempo pero en realidad no fueron más de 10 minutos y por ello cuando llegamos suelen tratarnos mal, en algunas oportunidades llegaron a agredirnos", aseguró.

 

La enfermera y la doctora de esa base lanzaron algunas recomendaciones y pidieron que en primera medida llamen al 107, el número para las urgencias médicas y no al 911.

 

"Muchas veces con este simple  hecho se ganan minutos esenciales para poder actuar de la mejor forma posible", dijo la doctora.

 

Mario, también aportó su perspectiva. Es que muchas veces tienen que ponerle el cuerpo para evitar que los agredan. "La verdad es que a veces se pone muy complicado", aseguró.

 

Luego que Daniela hiciera una tasa de café batido grande para todos los que lo deseaban explicaba y daba detalles de las diversas instancias en las que han actuado.

 

Contaron que muchas veces tienen que llegar a algunos lugares en donde se encuentran de lleno con la muerte.

 

Relatan que tienen que visitar algunos domicilios en donde las personas se suicidaron y en otras tienen que asistir en casos de enfermos terminales.

 

"Cuando sucede un accidente por lo general podemos ayudar y trasladar a las personas, pero en ciertas ocasiones debemos llegar a una casa en donde el paciente fue derivado para que pase sus últimos días en familia. En esa instancia no podemos hacer nada, sólo contener y escuchar el dolor ajeno", explicó la enfermera.

 

Uno de los flagelos con los que más tienen que lidiar, es con la violencia de género. Todos coincidieron que está muy presente y que por desgracia en muchas ocasiones no se denuncia a los agresores.

 

Habían pasado las 6:40 de la madruga cuando el sonido áspero de la radio rompió la conversación.

 

La operadora, dio una dirección, algunos detalles y dijo que se trata de una "posible intoxicación". "Puede ser un intento de suicidio" dijo la enfermera. Estaba en lo cierto. Todos se levantaron y en pocos segundos pasaron de la cocina al interior de la ambulancia.

 

Con los datos tomados, rápidamente el equipo salió del centro de salud para realizar la asistencia.

 

No hizo falta la sirena, lo que le quitó dramatismo a la acción pero las luces verdes que desprenden los focos que van arriba del vehículo y que se proyectan antes que la mañana le gane a la noche, marcan una rigidez, una sensación de tragedia.

 

Rápidamente los recibe un policía y un hombre mayor, el padre de una joven que decidió que cuatro blisters de una ansiolítico podrían sacarle el sufrimiento y la vida.

 

El equipo del Sempro toma los recaudos necesarios, ingresa a la casa con una camilla, prepara la ambulancia, lo hace todo con parsimonia, como cuidando el instante. Suben a la chica y a sus familiares, cierra la puertas: las de los conductores, las de atrás y una lateral y parten hacia el Hospital. Tampoco hace falta la sirena.

 

Atraviesan el centro desde la zona oeste de ciudad, con velocidad, pero con cuidado.

 

En menos de 10 minutos llegan al servicio de urgencia donde dejan a la joven y a sus familiares.

 

Son las 7 de mañana. La madrugada sigue fresca. Daniela, Ana y Mario terminan con su turno. Todos vuelven la base para luego ir a casa. La mañana sigue pero ellos  cierran otro día de un sistema en cada minuto vale una vida.

 

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