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¿Quién dijo que perdió Rusia?

Rusia cayó por penales ante Croacia, pero la pasión en la casa de Alxei Leonidovich, un ruso que vive en San Luis, nos hace pensar en que la derrota no fue tal.

Por Alejandro Samos
| 08 de julio de 2018
La familia. Arriba Lucía Sol y Fernando le hacen el aguante a Carolina, Alina y Alexei con la bandera. Foto: Leandro Cruciani.

En una casa de Las Chacras, en el corazón de Juana Koslay, Alexei Leonidovich, un ruso de nacimiento, nos contagió a todos su pasión por el fútbol. La selección de su país se ganó al menos por un rato a 10 nuevos hinchas que vivieron y sufrieron la eliminación del anfitrión del Mundial como si vivieran de toda la vida frente a la Plaza Roja.

 

Llegamos sobre la hora. Arranca el partido y Alexei con el relato de su historia, a medida que el encuentro nos dejaba y mientras su esposa Carolina (nacida en La Plata pero con ascendencia puntana), dispone sobre la mesa tres opciones de bebidas y una amplia variedad de sandwiches de miga, y la hija de ambos Alina, vestida con la camiseta de Messi, comienza a entrar en confianza con Leandro, el fotógrafo.

 

Alexei lleva 24 años en Argentina y 6 en San Luis. Nació en Kurgán, una ciudad ubicada 1.700 kilómetros al sureste de Moscú. Vivió 18 años allí y se vino directo a Mendoza capital, siguiendo a su madre que vino tras una ilusión de amor que fue un espejismo y duró apenas unas semanas.

 

Van 6 minutos del primer tiempo y Alexei salta de su sillón perfectamente decorado con banderas y remeras rusas. Es que el gigante Artiom Dzyuba cabecea en el área croata y el remate se va por arriba. Pese a esa exaltación mi entrevistado no pierde el hilo de su relato de vida: "Me encontré con 18 años en un país que no conocía, sin hablar el idioma y teniendo que salir a buscar un trabajo. Por suerte conseguí, ordenando casas que se ponían a la venta. Mi jefe era un hombre de 82 años que me enseñaba a hablar; me pasaba una herramienta y me decía el nombre en castellano. Aprendí muchísimo con él".

 

Más familiarizado con el idioma, pasó al rubro de la gastronomía en distintos lugares de Mendoza, se reacomodó económicamente y apareció Carolina en su vida. "Al principio hablaba como con palabras sueltas, le faltaban conectores y los artículos los usaba mal. Pero de a poco lo fuimos corrigiendo", cuenta la mujer entre risas, y agrega: "Me gustó mucho su manera de ser, muy respetuoso, caballero. Y de a poco nos enamoramos".

 

Alexei está sereno pero concentrado. Van 30 minutos y Rusia parece tener todo bajo control aunque el que domina el trámite es Croacia, pero sin inquietar. Entonces decide salir a fumar al patio.

 

De repente lo inesperado. Denis Chéryshev toma la pelota en tres cuartos de cancha, se perfila para la zurda y la cuelga en un ángulo. Adentro de la casa lo gritamos con indiferencia y Alexei entra a la carrera con un grito descontrolado. Ya no le importa que la casa se inunde con el olor a humo de su cigarrillo mentolado que no apagó; a Carolina tampoco le importa si ve a su pareja así de feliz.

 

El gol nos relaja a todos. Carolina ofrece más comida y bebida, Alexei busca en una alacena condimentos rusos que le envía su amigo Igor desde Kurgán en encomiendas, para obsequiarnos. El resultado de movernos de nuestro lugar de la suerte que "nos puso" 1 a 0 fue que Andrej Kramari, a los 39, anotó el 1 a 1 para los croatas.

 

A la platea de la casa de Las Chacras se suma Fernando, hermano de Carolina, y sus hijas Sol y Lucía. "No importa", dice Alexei. "Yo ya me siento satisfecho con lo que hizo el equipo. ¿Cuándo me iba a imaginar en cuartos de final y eliminando a España?".

 

A 5 minutos para terminar el primer tiempo, la tele muestra al vicepresidente ruso Dmitri Medvédev junto a Gianni Infantino (número uno de la FIFA) y a la presidenta de Croacia, Kolinda Grabar-Kitarovi. A Alexei no le hace mucha gracia ese funcionario, pero aprovecha para reconocer que en 1994, cuando se fue de su país estaba muy mala la situación, con supermercados desabastecidos y mucha inseguridad. Y en 2015, cuando pudo volver de visita, encontró una ciudad pujante, reconvertida y con las góndolas llenas. "El gobierno levantó el país, de eso no hay duda", sintetiza.

 

Final del primer tiempo. Los jugadores se van rápido por el túnel y nosotros con Alexei hacia el patio, a prender un cigarrillo y hablar de su llegada a San Luis. "Vine de vacaciones y me gustó el clima, es menos seco. Enganché trabajo en una fábrica durante las vacaciones; me volví a Mendoza pero al poco tiempo me llamaron para volver a trabajar en San Luis y no dudé".

 

 Hoy es portero en un edificio céntrico en el turno noche. En una de sus jornadas laborales con poco trabajo descubrió Odnoklassniki.ru, una especie de Facebook ruso, y logró contactar a todos sus amigos de la escuela secundaria. Por ellos consiguió el número de su abuela, que tiene 92 años, y la llamó después de casi 20 años sin contacto. "Fue una emoción grandísima para los dos", cuenta.

 

Del interior de la casa nos llaman: arrancó el segundo tiempo. Cuando entramos ya iban tres minutos; Rusia merodea el arco croata, pero el trámite se vuelve chato y Alexei dice: "Cuando no lo estamos mirando nos va mejor". La frase queda dando vueltas: el ruso tiene sus cábalas.

 

Van 14' del segundo tiempo, cae un centro al área rusa, la toma Périsic que amaga y remata abajo y cruzado: la pelota va adentro y se me escapa un "Quiricocho", palabra de los futboleros para mufar o desear mala suerte a los rivales. La bola pega en el palo, atraviesa todo el arco y sale.

 

El segundo tiempo es flojo en el juego y permite que Alexei intercambie mensajes de audio con su amigo Igor, que está en Kurgán. Carolina no entiende qué dicen, pero reconoce la voz y asegura que el amigo de su pareja ya bebió algún vodka de más. Alexei ríe y asiente con la cabeza.

 

Van 33' del complemento. El técnico ruso saca a Dzyuba, el único delantero ruso. A Alexei y a mí se nos caen un poco los hombros. Sí, a los dos: a esa altura somos dos hinchas.

 

El partido parece ir inexorablemente a la prórroga. Alexei vuelve del patio después de su quinto cigarrillo y cambia de lugar la bandera que estaba abajo del TV, en un lugar que él no la había puesto.

 

Final de los 90'. Es tiempo de una videollamada con su amigo en Rusia. Gracias a la magia de la tecnología, la imagen demuestra que las presunciones de Carolina eran reales: Igor estaba "desbordante de alegría", además de nervioso.

 

Se suman Julio (otro hermano de Carolina) y su novia Daniela, que vienen con refuerzos dulces para la tarde. Ahora la casa es una kermese y mientras los hermanos charlan animadamente, con Alexei nos comemos las uñas.

 

El reloj marca 10 del primer tiempo suplementario y Domagoj Vida nos aporta el trago amargo. Gol de Croacia 2 a 1, y con sólo 20 minutos por jugar.

 

"¡Vamos que todavía hay tiempo!", arenga Fernando. Él, como todos los que estamos haciendo fuerza en esa casa, sabe que no nos merecemos ese final. Tampoco lo merece Igor y su vodka en Kurgán.

 

El ánimo se viene un poco abajo. Arranca el segundo tiempo de la prórroga, pero Rusia no tiene ni argumentos para empatar ni a Dzyuba, su delantero más peligroso.

 

Faltan 5 minutos y hay falta en el borde del área para Rusia. Es esta pelota o nunca. Me acuerdo de la frase de Alexei: "Cuando estamos afuera, nos va mejor". Y lo invito a no mirar.

 

Fumamos en el patio, hacemos como que no nos importa, y la ejecución de la falta se demora. De repente la casa explota en un grito y nosotros afuera: Fernandes, un brasileño nacionalizado ruso, acaba de poner de cabeza el 2 a 2 . Con las cábalas funcionando, Rusia es imparable.

 

Final de los 120. Los penales consagrarán a Croacia como semifinalista. Un silencio triste nos embarga a todos en la casa. Final del sueño para Rusia. Pero Alexei, en una de las salidas al patio, lo había adelantado: "Lo estoy viviendo como nunca a este partido y a este Mundial, ¿cuando nos íbamos a imaginar en mi país llegar hasta acá? Ya estamos más que satisfechos".

 

A veces es muy bueno no ser argentino.

 

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