La lluvia y el descenso de temperatura parecen haber llegado para quedarse a la zona del Congreso de la Nación. El termómetro apenas alcanzaba los 10 grados, pasadas las 19:30 y prometía seguir en caída con el correr de las horas, por las ráfagas de viento pronosticadas.
El edificio del Congreso, emplazado en Entre Ríos, entre Rivadavia e Hipólito Yrigoyen, es el centro de una grieta que divide -mediante una plaza de unos 100 metros vallada y custodiada por policías- dos columnas interminables. Son filas formadas por mujeres, adolescentes y hombres que representan dos posturas de pensamiento, aparentemente, imposibles de combinar.
Sobre Rivadavia están las llamadas verdes. Banderas, pañuelos, pelucas, pilotos y hasta los cabellos teñidos usan el color que identifica a las personas que claman por la aprobación del proyecto de Ley de Interrupción Voluntario del Embarazo en el Senado. En este sector, pegado al edificio en donde debaten los legisladores, plantaron bandera, bombos y carpas las primeras jóvenes mujeres que llegaron el martes por la tarde, durmieron en carpas y prometen resistir hasta que se vote el proyecto. No antes de la medianoche, cuando empiecen a correr los minutos del jueves.
Por la calle Rivadavia saltan los mates de mano en mano, al ritmo de las canciones. Este es el sector elegido por los vendedores que ofrecen panchos “aborteros” (como rezan los carteles), hamburguesas, cervezas y lomitos. Aunque hay muchas organizaciones feministas y otras que apoyan el aborto, también desplegaron sus carpas y banderas los partidos políticos de izquierda.
Ruegos al cielo
Sacerdotes, religiosas, grupos de jóvenes católicos, evangélicos y muchas familias engrosan las filas del lado celeste, sobre la calle Yrigoyen.
Mientras los fieles piden salvar a “las dos vidas”, proponen la adopción como opción y claman que “matar no es un derecho”, los ambulantes ofrecen banderas argentinas y gorras celestes y blancas por cien pesos.
En este sector de la grieta, la logística parece muy ordenada. Hay cuatro baños químicos al lado del escenario y otros dos a unos 200 metros. Al menos, dos “carpas pastorales” ofrecen café, agua, galletitas y torta a las personas que están en contra del aborto. Antes del mediodía, los voluntarios bajaban botellas de agua mineral y bolsas con galletas para un batallón. Por eso los vendedores de comida son escasos del lado "Provida".
Nada parece librado al azar. O casi nada. Mientras un pequeño grupo reza el rosario y pide a Dios que ilumine a los senadores para que voten en contra del “terrible y abominable” proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, con esas palabras encabezó el rezo un sacerdote, otro canta al ritmo de rock evangélico y folclore, que hacen sonar grupos en vivo.
Una frase, una imagen, una anécdota ilustra el clima previo a la votación en el Senado. El martes, a las 19:20, cuando celestes y verdes recién empezaban a congregarse, dos chicas de unos veinte años caminaban y charlaban por la calle San José, a unos 300 metros del Congreso. “Correcto. Estamos del lado correcto”, le dijo una de ellas -delgada, con campera gris y bolso rojo- a su amiga. Ninguna llevaba un pañuelo ni color que la identificara con alguna postura.
Aunque los legisladores votarán por la madrugada y los votos anunciados indican que la ley no se aprobaría, las dos columnas infinitas de personas que custodian el edificio del Congreso, por ahora no se rozan. Todos creen estar del lado correcto de la grieta.
Sector "Provida"
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