SAN LUIS - Miércoles 08 de Mayo de 2024

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Un forense dio detalles de los golpes que mataron a Fabio

Según su hipótesis, primero le dieron un balazo en la tetilla izquierda y después le destrozaron la cabeza a golpes. 

Por redacción
| 26 de septiembre de 2018
Según la estimación del forense, la víctima tuvo una sobrevida que no excedió los 15 minutos. Foto: Marianela Sánchez

Tan dañinos fueron los embates que recibió la cabeza de Fabio Ezequiel Fernández que aunque un médico hubiera ido a atenderlo prontamente, el muchacho no habría resistido, aseveró el forense Jorge Giboín. Él hizo la autopsia y ayer dio detalles de su informe ante la Cámara del Crimen 2, que juzga a los dos acusados por el asesinato cometido en 2014, Augusto Caín Agüero Lucero y Martín Alejandro Tula. 

 

La sobrevida no se extendió por más de “5, 10 o 15” minutos, aseguró el médico. A Fabio los homicidas le destrozaron la cara golpeándolo con trozos de cemento y ladrillo, causándole la rotura de los huesos del macizo facial y la fractura de la base del cráneo. 

 

“Todas las heridas fueron vitales”, afirmó. Concluyó que así fue pues “el sangrado impregnó los tejidos de sangre. Había entonces circulación, por lo tanto el corazón funcionaba”, explicó. 

 

El traumatismo en la base del cráneo generó un gran hematoma, con el consecuente aumento de la presión intra-craneana y la falla de los centros de la respiración y el corazón. La muerte devino rápidamente. 

 

Fabio, además de los golpes en la cabeza, tenía una herida de proyectil de arma de fuego en la tetilla izquierda. Fue causada con una bala calibre 22 corto. Pero el forense indicó que no alcanzó a penetrar profundamente. 

 

El camarista Fernando De Viana quiso saber si, a partir de las características de la lesión, el forense podía calcular a cuánto estaba el atacante cuando gatilló. Estimó que a más de 30 centímetros. 

 

De todos modos, según confirmó Giboín ante los interrogantes de De Viana y las posteriores repreguntas del defensor oficial de Tula, Carlos Salazar, la hipótesis es que los homicidas primero lo balearon y después, cuando yacía en el piso, arremetieron con los pedazos de cemento y ladrillo, que encontraron en la escena misma, un baldío situado atrás del supermercado Aiello El Lince. 

 

“Es una zona muy frágil –dijo el médico, en referencia a la cabeza–. Y (los golpes) tuvieron una incidencia mayor por la angulación de la piedra o ladrillo”. 

 

A Giboín le exhibieron esos elementos, además de un arma de fuego rota, todos objetos que fueron levantados por la Policía en el descampado. Confirmó que, en efecto, bien podrían esas piedras haber causado un daño como el que el joven tenía en la cabeza. 

 

El médico refirió, además, que detectó algunas heridas en la mano derecha, “como si hubiera golpeado o hubiera recibido un golpe”. Estas lesiones, para él, son de defensa, un indicador de que Fabio intentó repeler la acción de los asesinos. 

 

Además del forense, ayer declararon amigos del círculo más cercano a Fabio, el entonces jefe de Homicidios y una vecina que aseguró que la víctima había creado, a espaldas suyas, un perfil del Facebook a través del cual él contactaba a hombres. 

 

Los amigos no pudieron aportar detalles finos sobre quién era la persona con la que Fabio había acordado reunirse entre la medianoche del 3 de noviembre y los primeros minutos del 4 de noviembre de 2014 en el baldío próximo a Aiello. 

 

Sí confirmaron, algunos, que el muchacho les había comentado que había conocido a un tal Augusto. Pero dijeron que éste no era del grupo de ellos y no tenían mayores referencias de él. 

 

Solo uno de ellos narró que un rato antes de que Fabio saliera de su casa en dirección al descampado habían estado en contacto por teléfono y que le contó que iba a reunirse con un chico, aunque no le dijo su nombre.  

 

El jefe de la entonces División Homicidios –hace unos meses fue jerarquizado a Departamento–, comisario general Walter Contreras, hizo una breve síntesis de cómo supieron del hecho y luego cómo tomaron intervención. 

 

Relató que designó como instructora  a la subcomisario Lorena Martínez y que, por diálogos con su personal, iba enterándose de las novedades, entre ellas, el llamado al 911 del que surgieron los nombres de tres presuntos implicados –entre ellos, los de Agüero Lucero y Tula–, la confirmación que hizo un vecino de la zona sur de esas sospechas y el encuentro casual del jefe de la brigada de calle, el inspector Franco Rosales, con el padrastro de Agüero Lucero, un suboficial de la Policía que acompañó al ahora acusado a Homicidios y luego a tribunales, para ponerse a disposición del entonces director de la investigación, el juez Penal 1, Sebastián Cadelago Filippi. 

 

El defensor Salazar y uno de los abogados de Agüero Lucero, Federico Putelli, interrogaron a Contreras sobre el informante, en referencia al joven que confirmó la participación de ambos acusados en el crimen, y que días atrás declaró ante el tribunal. 

 

Y, en consonancia con la explicación que dio en su oportunidad Rosales ante la Cámara, el comisario general aclaró que este joven no era un informante, dado que no le pagaron por los datos que brindó y que, si se mostraba reticente a declarar formalmente lo que sabía ante las autoridades es porque era vecino y conocido de los sospechosos y tenía miedo a represalias. 

 

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