Un colombiano recorre el mundo en bicicleta contra el maltrato animal

Álvaro Pérez Ramírez (59) nació en California, Estados Unidos, pero se nacionalizó colombiano, y hace once años recorre el mundo en bicicleta con un único propósito: concientizar sobre el cuidado del medio ambiente y el maltrato animal. Su objetivo es llegar a Namibia, un país del suroeste de África.

Tres días le llevó a Álvaro tomar la decisión de embarcarse en esta aventura, que ayer lo trajo a la provincia de San Luis y desde hace tres meses recorre la Argentina. Vestido con traje de ciclista, botella de agua en mano y el casco puesto, se dispuso a contarle su historia a El Diario.

Parado en la vereda no le sacaba los ojos a su bici y comentó que el primer día que se subió casi se mata. "Nunca había andado en una y para mí era todo nuevo. No entendía ni para qué servían los cambios. En el trayecto aprendí y hoy no dejo que nadie la toque", expresó el colombiano, quien detalló que él se encarga de la parte mecánica. "Es mi niña mimada, se llama 'Repollito'", dijo con una sonrisa.

El hombre, de ojos celestes y piel curtida por estar tanto tiempo a la intemperie, expresó que en California se dedicaba a la veterinaria, pero que el 12 de julio de 2008 tomó la decisión de parar la pelota. "Me salí del sistema. Tuve la inquietud de conocer por qué los seres humanos asesinan la tierra y maltratan a los animales, como también saber qué futuro le vamos a dejar a la juventud", manifestó preocupado y destacó que a partir de ese día ese es el motor que lo lleva a pedalear  

Contó que su novia fue la primera en impulsarlo a luchar por su causa. "Mientras todo el mundo le vio el lado negativo, ella me dijo que trate de llevar mi mensaje a la mayor cantidad de gente y, sobre todo, que sea feliz", recordó Álvaro emocionado, y agregó que gracias a la tecnología están comunicados permanentemente.

Detalló que salió por la costa oeste de EE.UU., pasó por México, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Colombia, Ecuador, Venezuela, Bolivia, Chile, Paraguay, Uruguay, Brasil, Argentina, entre otros más.  Además, resaltó que la bicicleta le dio la oportunidad de disfrutar de la naturaleza desde otra óptica.  

"El ser humano se volvió un robot. Ve sin mirar y no disfruta de los paisajes que cada lugar ofrece. Yo me doy el gusto de frenar donde quiero y sentarme a la orilla a mirar el atardecer", comentó el colombiano y expresó que durmió en distintos lugares, desde una caballeriza a un cuartel de bomberos. 

Álvaro tomó del manubrio de su bici una mochila, cuyo frente tiene bordadas todas las banderas de los diferentes países que visitó y la abrió. Dos segundos después sus ojos brillaban, y es que adentro tenía un álbum de fotos con recortes de diario que contaban su lucha y fotos familiares.

"Cuando salí de mi país, no sabía cómo tenía que repartir el peso para que la bici quede nivelada. Soy feliz con lo que tengo y lo que no tengo. Llevo dos uniformes de ciclista, una chaqueta de veterinario, carpa, inflador y un plástico para taparme los días de lluvia", precisó, y aseguró que perdió la cuenta de cuántos kilómetros recorrió.  

Mientras juntaba fuerzas para continuar con su camino, Álvaro manifestó que vive del apoyo de la gente y de una ONG. "Mi trabajo es despertar conciencia. Hay gente que critica y me dice que vaya a trabajar o me tratan como a un loco. A lo que les respondo que yo trabajo, pero con la diferencia que no gano dinero. No es fácil dejar todo y hacer miles de kilómetros para concientizar a la población sobre el maltrato animal y el cuidado del medio ambiente", afirmó y precisó que en cada uno de los pueblos que pasó alzó perros y gatos que estaban en la calle y los dio en adopción.

Con ganas de alcanzar su objetivo, el colombiano detalló que en las próximas horas viajará a la ciudad de Mendoza, desde donde se trasladará a Cracovia (Polonia) en un vuelo costeado por una ONG. "Mi deseo es llegar a Namibia (Sudáfrica). Colgaré mi bicicleta y me quedaré a vivir allí como voluntario. Dios me permita llegar y cumplir mi sueño", concluyó.