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Un amasijo de cuerdas y tendones

Pasó por el Festival de la Calle Angosta, grabó la cueca Himno mercedina y reivindicó la figura del poeta León Benarós. Además, se hizo amiga de una familia que la recibió en su casa con chivos y tonadas cada vez que vino a la provincia. Los días de Mercedes en San Luis.

Por Miguel Garro
| 07 de octubre de 2019
Fotos: Marianela Sánchez y Chiche Herrera

El domingo 4 de octubre de 2009 amaneció primaveral en buena parte del país. Sin embargo, los noticieros matinales daban una noticia lúgubre: Mercedes Sosa había fallecido a las cinco de la mañana y cualquier sol tibio que asomara por el cielo argentino horas después sería tapado por la nube de la tristeza. Cosas que pasan cuando una artista popular deja el plano terrenal.

 

Apenas cuatro meses antes de su muerte, la cantante tucumana había editado el segundo volumen de “Cantora”, un disco doble en el que resumiría su carrera y su condición de emblema de la música en castellano. En ese disco, que terminó de grabar en marzo de ese año, participaron desde “Calle 13” a Joan Manuel Serrat. De Caetano Veloso a Jorge Drexler. De Charly García a Rubén Rada.

 

Acaso con el conocimiento de que sería su despedida discográfica, Mercedes ensayó una obra monumental, de enorme presupuesto y acorde a su inmensa estatura musical. Todavía, a diez años de la edición del disco y de la muerte de la cantora, aparece como una muestra indispensable de lo que dejó al continente.

 

 


"Pocha" Contreras en "La casa del viento" muestra una foto de su amiga Mercedes Sosa. "No habrá otra como ella".

 

 

Como con la mayoría de las provincias argentinas, la tucumana tuvo con San Luis una relación particular, basada en el cariño del público y la gratitud de la artista. En el plano musical, Sosa grabó para su disco de 1996, “Escondido en mi país”, una versión de “La calle angosta” que hace enmudecer a cualquier villamercedino. Años antes, en 1983, había reivindicado la figura olvidada de León Benarós, venerable poeta mercedino, con una versión de “La tempranera” que introdujo al final de su disco “Como un pájaro libre”.

 

Para reafirmar esa relación indeleble con aquella localidad, Mercedes estuvo en la Fiesta Nacional de la Calle Angosta en 1994, en una edición especial de la reunión porque fue la primera vez que se usaron fuegos de artificio en la apertura de las jornadas, se habilitaron 1.200 butacas en el anfiteatro –todavía descubierto- y se inauguró el empedrado ahora característico de la arteria de una vereda sola.

 

Abelardo “Chiche” Herrera, histórico periodista de Villa Mercedes, recuerda que aquella noche el anfiteatro estaba lleno como lo vio pocas veces antes. “La ocasión lo ameritaba, aparte Mercedes dio un recital impecable, con todos sus músicos”, señaló. Los amantes del folclore mercedino estaban por entonces entristecidos por la reciente muerte de Héctor “Chivo” Montenegro, un poeta indispensable de esa tierra a quien se le dedicó la fiesta que, además de Mercedes, tuvo a Horacio Guarany entre los números centrales.

 

La tucumana dio una conferencia de prensa en el "Boliche Don Miranda” donde habló de todo y se sacó fotos con quien se lo pidió. “No había tantos medios como ahora, pero la rueda de prensa tuvo mucha repercusión”, recordó Herrera. Como si el tiempo se hubiera detenido en algunas cuestiones, el intendente de la localidad era Mario Raúl Merlo, presente en la conferencia y a cargo de entregarle algunos obsequios a la visitante ilustre.

 

 


Momento histórico: Mercedes escucha una tonada de Ricardo Domínguez Arancibia. A su lado Roberto Ledezma.

 

 

Sin embargo el mayor vínculo de la provincia con Mercedes tiene una dirección específica: avenida Sucre 424, poco antes de llegar a 9 de Julio, “La casa del viento”. Habitada por la familia Ledezma, la coqueta casa fue sede de asados con todos los grandes cantores que pasaban por la provincia: Armando Tejada Gómez, quien la bautizó, César Isella, Alfredo Alfonso y, por supuesto, Mercedes.

 

 

Ofrecer el corazón

 

“Pocha” Contreras aclara que hace tiempo dejó de dar notas periodísticas sobre “La casa del viento”, su casa. La muerte del recordado Roberto Ledezma, su marido, le abrió una duda sobre si merece ella tomar lo que su esposo construyó durante años: una vivienda que es un mito del folclore nacional. “Esto no me pertenece, no es mío”, dice la viuda.

 

Sus cuatro hijos tratan de convencerla de que es ella la memoria viva de quienes pasaron por allí. Que si ella no lo cuenta, no lo difunde, toda la riqueza que alberga la vivienda se perderá irremediablemente en los laberintos del olvido.

 

Parte grande de esa historia la protagonizó Mercedes Sosa, quien cada vez que vino a San Luis visitó la casa, se sentó a la mesa, escuchó las tonadas que le cantaron los invitados (hay una foto inmortal en donde Ricardo “El Cascarudo” Domínguez Arancibia le interpreta un tema) y congració al matrimonio con su amistad.

 

 


Año 1994, "La Negra" en la fiesta de la Calle Angosta. La última vez que estuvo en Villa Mercedes.

 

 

Curiosamente, Ledezma y “Pocha” iniciaron la relación con Mercedes en un hecho fortuito. Todavía de novios, en 1966, la pareja caminaba por calle San Martín hacia una peña en el estadio del club Gimnasia y Esgrima (que con el tiempo y la fusión con Pedernera se convertiría en GEPU) que tenía a Sosa como número central cuando de un Peugeot 404 le preguntaron cómo llegar al lugar.

 

Contreras divisó en el interior del vehículo la figura de Mercedes que había visto el día anterior por televisión en el Festival de Cosquín y reconoció a su representante como el hombre que consultaba para llegar al estadio donde tenía que dar el recital. “Estaban a dos cuadras pero como había calles en contramano, mi marido les explicó el camino. Minutos después la vimos en el escenario”, recuerda la mujer.

 

En 1973, con el gobierno de Elías Adre, la Dirección de Cultura de la Provincia contrató a Mercedes para que diera un recital gratuito en la Sociedad Española. Ledezma –que ya se había casado con Contreras– movió sus influencias para que la artista llegara a su casa a comer. Fue allí que Sosa pisó por primera vez “La casa del viento” y generó toda una expectativa. “Vinieron muchos músicos de la provincia y algunos chicos se subieron a los techos para verla de alguna manera”, recuerda “Pocha”, quien notó que la cantante tenía un aura especial cuando reconoció en ella y su marido a aquella pareja que les indicó varios años antes el camino hacia la peña. “A partir de ese momento, para ella fuimos ‘la parejita’”, reconstruyó la dueña de casa. Fue en esa visita cuando la amistad se solidificó definitivamente. Esa relación tuvo llamados seguidos y mutuos, envío de discos cada vez que eran editados por parte de Mercedes y la promesa de un lado y la invitación del otro para que el encuentro se repita.

 

Algunos años después, el Club Estudiantes necesitaba recaudar fondos y tuvo la idea de hacer un recital de Sosa, en la cima de su carrera. Ya la democracia se había establecido y “La Negra” había dado sus históricos recitales en el teatro Ópera. Ledezma fue el nexo de esa visita. Visitó a Mercedes en su casa de Buenos Aires, acordó el cachet y, por supuesto, la comprometió para que en caso de que se concretara el viaje, almorzara en “La casa del viento”.

 

Cuando se confirmó el recital en el estadio puntano, “Pocha”, precavida, se comunicó con la representante de Sosa para preguntarle qué consideraba adecuado para el almuerzo. “Me dijo que estaba a dieta, así que me pidió que le hiciera un bife con ensalada y que tuviera un yogur por las dudas. Para los músicos y los otros invitados mi marido preparó un chivo”.

 

Por supuesto que al momento de la comilona, Mercedes se rebeló contra el impúdico menú requerido por su mánager. “No voy a venir a San Luis a comer un bife cuando hay un chivo en la mesa”, dijo antes de pedir que le cambiaran el bife magro que estaba en su plato por una generosa porción del manjar puntano.

 

Como para entonces Mercedes estaba en su apogeo y era una figura de carga política, muchos integrantes del Partido Comunista provincial y de las agrupaciones de los Derechos Humanos se presentaron en la casa de los Ledezma. “Lo único que les pedimos es que trajeran por lo menos un vino, a modo de gesto”, recuerda “Pocha”.

 

En ese punto, la dueña de casa sostiene que en las reuniones se hablaba de folclore más que de política y que nunca tuvo problemas por albergar a artistas perseguidos en su casa. Esa tarde, junto a Mercedes recaló Oscar Cardozo Ocampo, entre otros integrantes de su banda.

 

Una mañana de algunos años después sonó el teléfono de “La casa del viento” y del otro lado la inconfundible voz de inamovible acento tucumano le avisó a Contreras: “Mañana voy con dos amigas a comer chivo a tu casa”. Fue la última vez que Mercedes estuvo en el hogar de los Ledezma, pero no la última vez que la vieron. Cuando en agosto de 2002 la tucumana tocó por última vez en San Luis, en el estadio Ave Fénix para presentar su disco “Acústico”, Pocha y Roberto estuvieron en primera fila y recibieron el cariño de Mercedes: “Vino a verme la parejita”, dijo sobre el escenario.

 

 

La visión política

 

La dimensión artística de Mercedes Sosa posiblemente no hubiera sido la misma de no ser por una postura política que acompañó las canciones con acciones y manifiestos. Son muchos los argentinos que creen que la democracia instaurada en 1983 empezó a cavar sus cimientos el 18 de febrero del año anterior, cuando la tucumana regresó al país luego de un largo exilio.

 

Fernando Salino, ex rector de la ULP y ex ministro de Educación de la provincia, estuvo presente entre los parpadeos de los recitales en el teatro Ópera que marcaron el retorno de la cantante y abona esa teoría. “Al salir de ese recital fue la primera vez que escuché el ‛Se va acabar/se va a acabar/la dictadura militar’”, recuerda el profesional. Y dice que los militares por entonces estaban tan desgastados que, pese a que en la puerta del teatro había hombres armados y a caballo, no hubo la represión que se acostumbraba para la época.

 

Salino conserva como una preciada reliquia el programa de aquel inolvidable recital que sostiene que los conciertos serán “un verdadero acontecimiento para la música popular”. A la calidad interpretativa de siempre –dice el escrito- había que sumarle la proyección musical que la cantora había ganado en su viaje por el mundo, con los aplausos recibidos en Francia, España, Colombia y Brasil. “Nuevos sonidos se han incorporado, nuevos compositores, nuevas vivencias en ese trajinar por el mundo que se sumarán a la garantía de su voz inconfundible y amplia”, se lee en el escrito.

 

Para Fernando, la osadía de regresar aún en dictadura, aunque debilitada, fue para Mercedes el reconocimiento que le faltaba para recibirse de escudo y protectora de la libertad futura, que había costado sangre y muerte. De todos modos, el educador considera que el retorno de la cantante estaba acordado de antemano con la Junta Militar para que no se produjeran disturbios.

 

Eso no le quitó emoción a un recital impecable y consagratorio. Mercedes estuvo acompañada en el escenario por Omar Spinoza, José Castiñeira de Dios y Domingo Cura e interpretó entre lágrimas y amasijos de cuerdas temas indelebles para la memoria argentina como “Alfonsina y el mar”, “Balderrama”, “Duerme negrito”, “Gracias a la vida”, “El día que me quieras”, “Los mareados” y “Serenata para la tierra de uno”, la demostración cabal, definitiva y lapidaria, de que Mercedes es uno de los tantos argentinos a los que le dolía quedarse en el país, pero se hubiera muerto en caso de irse.

 

No hay demostración de amor a la tierra más fuerte que esa.

 

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