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El malo de la película

Los villanos creados por Hollywood son los antagonistas de los valientes héroes norteamericanos. Cómo concibe la industria de cine más grande del mundo a los buenos, que son siempre los mismos, y los malos, torpes y fáciles de vencer a lo largo del tiempo.

Por redacción
| 04 de noviembre de 2019
Bastardos sin Gloria y una escena inolvidable

Por: Agustina Bordigoni

 

 

Como medio propagandístico en un momento determinado de la historia, pero también producto de (y creadores de) estereotipos, los villanos de Hollywood van cambiando con el tiempo pero el bueno siempre es el mismo.

 

Alemanes nazis, asiáticos dictadores desquiciados, árabes terroristas, latinos narcotraficantes y rusos espías se convirtieron en los necesarios antagonistas de los héroes norteamericanos. Personajes viles (que en algunos casos –como el de los nazis– lo fueron realmente) enemigos terribles que captaron el interés tanto de productores como de espectadores. Teorías sobre quién representa el bien y quién el mal encontraron eco en los cines y llegaron, más que cualquier libro, a casi todas las personas del mundo.

 

¿Quiénes fueron y son los malos de Hollywood y cómo se puede explicar la aparición de cada uno de ellos?

 

 

Alemanes nazis

 

El cine como propaganda política tiene su momento de auge durante la Segunda Guerra Mundial. A través de la pantalla grande, tanto nazis como norteamericanos vendieron la idea de un líder natural –por un lado– y de la necesidad de combatir a nazis y japoneses –por el otro–.

 

“Dos mundos se enfrentan. Uno debe morir y el otro debe vivir. 170 años de libertad exigen respuesta.” Así planteaba la batalla del bien contra el mal la película documental “Por qué luchamos” (1942), de Frank Capra.

 

Pero también los alemanes despiadados, torpes y fáciles de combatir comenzaron a protagonizar decenas de películas como villanos de ficción, y se convirtieron en un verdadero clásico: los malos nazis no solo estuvieron presentes en el cine de la época, sino que también siguen fascinando a los espectadores en la actualidad, con películas como la genial “Bastardos sin gloria” (2009), de Quentin Tarantino.

 

En términos generales, estos enemigos despiadados se convirtieron en la personificación del odio, de lo brutal y violenta que una persona podía ser. Y es que, claro, había motivos para pensar que así eran. Pero tal vez existan pocos para creer en los loables intereses de sus enemigos: esos que en los cines (y en el discurso) se siguen presentando como héroes defensores de la libertad y la democracia.

 

Desde Indiana Jones hasta el Capitán América, los valientes héroes norteamericanos siempre fueron los más inteligentes en la lucha y el prototipo de hombre valiente que necesitaba, de alguna manera, de un enemigo torpe con el que combatir.

 

Planteada como una lucha entre el bien y el mal, los alemanes representando al segundo y los estadounidenses al primero, la batalla cinematográfica simplificó los papeles. Y Hollywood logró ganar por segunda vez la guerra a Alemania, esta vez, en la gran pantalla.

 

 

Japoneses

 

Los japoneses son crueles, sanguinarios y samuráis. Tal es la definición hollywoodense de los nacidos en ese país. Los ataques contra los japoneses en los cines, además de mostrar su lado despiadado, tenían que ver con ridiculizarlos con insultos raciales que involucraban a otros países: era frecuente verlos, en las películas de la década del 40, como un producto mal hecho por los chinos.

 

La discriminación hacia los japoneses también venía por el lado de las generalizaciones: todos eran samuráis dispuestos a morir por su bandera y, por lo tanto, eran extremadamente peligrosos. El miedo era imprescindible en este caso: los japoneses eran ridículos pero astutos; podían averiguar todos los planes estadounidenses.

 

 


El nuevo llanero solitario.

 

 

El ataque japonés a la base naval de los Estados Unidos en Pearl Harbor en 1941 no solo había propiciado la entrada de ese país a la Segunda Guerra Mundial: también había generado un tremendo odio hacia los japoneses. Ese odio se reflejó en la gran pantalla: mientras “Agente secreto del Japón” (1942), “Tras el sol naciente” (1943) o “Corazón púrpura” (1944) muestran su lado más villano, los dibujos animados de Disney los humillaban para los más pequeños.

 

El grito de guerra de los aviadores japoneses dispuestos a todo también se inmortalizó en películas como “Tora! Tora! Tora!” (1970).

 

Otra vez, la lucha entre el bien y el mal estaba presente: “La victoria de las democracias solo puede ser completa con la derrota absoluta de las máquinas de guerra de Alemania y Japón”, decía Capra en “Por qué luchamos”. La idea debía quedar bien clara. El enemigo también.

 

 

Rusos y soviéticos

 

Los rusos espías son otros de los villanos favoritos del cine de Hollywood. Y al igual que los alemanes, una constante.

 

Durante la Guerra Fría la amenaza soviética también se hizo presente en el cine: “Casada con un comunista” (1949) fue una de las primeras, pero también otros títulos más sugestivos como “El telón de acero” (1948) o “El espía” (1952) daban cuenta de la imagen de los soviéticos en los Estados Unidos.

 

Si antes los enemigos eran torpes o diferentes, ahora había que enfrentarse a otros que estaban en igualdad de condiciones. Por lo tanto, cada movimiento debía ser estudiado: el miedo otra vez. Si los nazis eran peligrosos por su irracionalidad y los japoneses por no temerle a nada, los soviéticos lo eran porque en cualquier momento podían hacer detonar una bomba nuclear, descubrir los planes del enemigo y, sobre todo, porque estaban en igualdad de condiciones para combatir.

 

En el cine de la Guerra Fría los soviéticos siguieron protagonizando el papel de villano. Tal es el caso, por ejemplo, de “Amanecer rojo” (1984), una película que tuvo su remake en 2012 y que fue readaptada a los tiempos. El villano ruso sigue vigente hoy más que nunca, con una trama de espionaje que parece una historia de Hollywood, pero que no lo es. Y de hecho, el enemigo sigue vivo aunque Rocky Balboa lo haya derrotado en más de una oportunidad.

 

 


Sicarios contra el narcotráfico.

 

 

 

Norcoreanos

 

Los norcoreanos son representados como personajes ridículos e irracionales, tal como sus dictadores. Entre los últimos ejemplos hollywoodenses se encuentra “Una loca entrevista”, una película de 2014, en la que Hollywood aprovecha la oportunidad de criticar a uno de los adversarios del actual gobierno, dirigente de un país que desde hace muchos años se encuentra en el “Eje del Mal”.

 

El supremo líder, Kim Jong-un, se muestra casi como en los medios de comunicación, pero de una manera muy pueril. Se trata de un personaje completamente fuera de toda comprensión, asesino por deporte, misógino y todos los peores calificativos que le pueden caber a una persona. Y hay que tenerle miedo, porque tiene armas nucleares y está completamente loco.

 

Incluso el cine se adaptó a los nuevos tiempos: la mencionada “Amanecer rojo” tuvo su nuevo amanecer en 2012, y esta vez el enemigo era Corea del Norte, un rival de la vida real desde la Guerra Fría y con el que las relaciones (a pesar de los últimos intentos) no están del todo compuestas. Pero los norcoreanos no están a la misma altura que los soviéticos: no son ni inteligentes espías ni un enemigo digno para los fantásticos Estados Unidos, que una vez más, ganará la batalla.

 

Esta vez, al menos Corea del Norte logró vengarse: en las películas producidas en el país los norteamericanos son villanos y pésimos actores.

 

 

Árabes y musulmanes

 

Musulmanes y árabes son para Hollywood la misma cosa. Y aunque muchos musulmanes no sean árabes y muchos árabes no sean musulmanes, así se han visto representados en el cine desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Ese no sería el problema si no fuera porque además de todos musulmanes, los árabes son por su religión violentos, libidinosos y terroristas. Tal es el estereotipo y la confusión (expresa) que surge de las películas del cine hollywoodense.

 

La pantalla grande comenzó a mostrar en ficción la imagen de un villano funcional a lo que estaba pasando en el mundo en ese momento. En los años 70, década de la crisis del petróleo (por la que los países árabes exportadores se negaron a vender crudo a EE.UU. y los estados de Europa Occidental que eran aliados de Israel) y la revolución iraní (en la que decenas de diplomáticos estadounidenses fueron secuestrados), el estereotipo de árabe violento y terrorista encontró un nuevo auge y eso se reflejó posteriormente en películas como “La joya del Nilo” (1985), en la que el malo es el rey de un país árabe; “Fuerza Delta” (1986), en la que un grupo de palestinos secuestran un avión; “Muerte antes que deshonor” (1987), en la que una vez más los terroristas árabes son los villanos; e incluso en películas que nada tienen que ver con el tema como “Volver al futuro” (1985), en la que un grupo de libios disparan contra los protagonistas.

 

Los villanos musulmanes se convirtieron en los principales luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001.

 

Películas como “Vivir al límite” (2009), “La noche más oscura” (2012) y “El francotirador” (2015) humanizan la guerra que lleva adelante EE.UU. en Irak y deshumanizan al enemigo. Los soldados estadounidenses son, además de francotiradores, padres de familia, amigos y hermanos. Los árabes musulmanes son terroristas, sin más. Y al no ser personas como cualquier otra, claro está, hay motivos para temerles.

 

 

Los pueblos nativos

 

La comunidad cinematográfica ha sido tan responsable como cualquiera por degradar al indígena y burlarse de él, describiéndolo como salvaje, hostil y malvado (…) Cuando los niños indígenas miran televisión y ven películas, y cuando ven cómo su raza es representada en las películas, esto hiere sus mentes de formas que no somos capaces de imaginar”, dice el discurso firmado por Marlon Brando respecto a su motivo para rechazar el Oscar en 1973 por su interpretación de Vito Corleone en “El padrino”. Sus palabras fueron leídas después por Sacheen Littlefeather, una joven nativa activista por los derechos de su pueblo que concurrió a la ceremonia en representación del actor.

 

Efectivamente los nativos americanos, salvajes y violentos, fueron por mucho tiempo los villanos de Hollywood. Saqueaban pueblos, mataban por deporte y raptaban mujeres. Reivindicaban, de alguna manera, el papel de los colonizadores.

 

Es el caso de películas como “La diligencia” (1939), “Centauros del desierto” (1956) y “La fuga del fuerte Bravo” (1953), en el período en que proliferaron este tipo tramas del lejano oeste.

 

El rol de los nativos fue cambiando en el cine, pero siempre estuvo (y sigue) cargado de estereotipos. Los nativos, ahora nobles y sabios, siguen usando las mismas vestimentas de antaño y todos parecen pertenecer a la misma tribu.

 

La relación amor-odio por la cultura indígena, basada en el desconocimiento, se hace manifiesta por ejemplo en películas como “Apocalypto” (2006), en la que mayas y aztecas dejaron de ser civilizaciones avanzadas y organizadas para convertirse en salvajes violentos, y en otras como “El llanero solitario”, en cuya versión de 2012 son representados por un personaje bueno y heroico pero aún estereotipado. Tal vez el desconocimiento hollywoodense tenga también un motivo histórico: a diferencia de otros territorios americanos, en donde existió un importante mestizaje, en Estados Unidos la población nativa estaba segregada del resto de la población, que fue formando su identidad de los descendientes de europeos.

 

 

Narcos mexicanos

 

La política dura del nuevo presidente hacia los migrantes se ha visto reflejada en la gran pantalla. Muchas veces se escucha decir que los mexicanos y extranjeros latinos son narcotraficantes, y esa es la imagen que Hollywood empezó a mostrar desde hace algunos años, pero más intensamente en la actualidad.

 

Los narcotraficantes tienen acento mexicano, el país de donde provienen la mayor cantidad de personas (mexicanas o no, aunque para muchos estadounidenses sean todos mexicanos) que intentan entrar a los Estados Unidos.

 

Ejemplos recientes de filmes como “Sicario: El día del soldado”, “La mula” o “Matar o morir” (todas de 2018) y “Triple frontera” (2019) hacen alusión al lado más violento del narcotráfico y al peligro que implica para los Estados Unidos el compartir fronteras con México. Una vez más, los justicieros tendrán la oportunidad de protagonizar la lucha del bien contra el mal.

 

Incluso las series sobre narcotraficantes han copado las pantallas chicas como las de Netflix, en donde a la palabra clave “narco” arroja infinidad de ficciones para ver sobre la temática. Todos ellos refieren a personajes despiadados, corruptos y destructores de todo lo que Estados Unidos y sus familias han construido. Y si bien el narcotráfico es un mal real, no es real que los migrantes tengan la responsabilidad sobre eso. Una vez más, ni todos los árabes son musulmanes, ni todos los mexicanos latinos, ni todos los latinos narcotraficantes.

 

La nueva fascinación con el Chapo Guzmán y Pablo Escobar tiene mucho que ver con la fascinación por los alemanes durante la guerra, o con la de los rusos, soviéticos y árabes después.

 

Se trata, en definitiva, de una manera artística de vender una idea. Y mientras las ideas se compren, seguirán dando incontables ganancias.

 

Mirar desde afuera los estereotipos es difícil pero no imposible. Nos permite ver que más que una lucha del bien contra el mal, la de Hollywood es una lucha por la adaptación de los villanos.

 

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