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“Creo que soy escritor porque soy muy incoherente”

A fines de agosto editó la novela “La creación de Eva” y por estos días prepara una historia bélica, que tendrá unas 400 páginas. Enamorado de Cervantes, sostuvo que “El Quijote” fue su taller literario, que disfruta mucho de correr riesgos a la hora de escribir y que no le tiene miedo a los cambios en el lenguaje para que sea más inclusivo.

Por Natalia Olguín
| 04 de febrero de 2019

A pesar de los varios cigarrillos que fuma, su voz no es gruesa ni mucho menos ronca. Es débil, una característica que su literatura desconoce. Federico Jeanmaire lleva más de treinta años en el mundo de la literatura y tras publicar una novela a fines de agosto del año pasado, no descansa, sino que prepara otra que abordará un combate ocurrido en territorio europeo. “Estuve becado en Francia en una localidad donde hubo una batalla muy importante durante la Segunda Guerra Mundial, y me puse a trabajar sobre eso. Quiero escribir sobre la guerra, que no sé nada, me gusta escribir sobre lo que no sé. Tuve que investigar allá, estoy leyendo mucho. Quiero pensar la guerra, ver qué me dice”, detalló.

 

Está previsto que sean cientos de páginas porque cada capítulo será dedicado a los muertos del enfrentamiento. “Son 180 del lado aliado y unos 400 del alemán pero de ellos no están los nombres”, adelantó.

 

Con ese proyecto se desprende enormemente del tema que abordó en “La creación de Eva”, que presentó en setiembre cuando visitó la Feria del Libro de Villa Mercedes. En aquel momento reveló que la novela indagaba en la relación de un cura y una transexual, dos visiones muy antagónicas, pero que además representaron luchas muy presentes durante la mitad de 2018, cuando se avivó el debate por la legalización del aborto.

 

Los protagonistas de la ficción son bien diferentes: un cura que “está en contra de todo”, y una transexual sin educación, porque nunca fue al colegio, que se casa con un médico que es quien la opera.

 

Si bien ese detalle evoca las posturas más resonantes durante el debate del aborto, no es el único condimento actual que aborda: el texto también plantea una variación en el lenguaje. Tras la cirugía, el marido del personaje trans le pide que trate de hablar con el género femenino, que no use la ‘o’ en determinadas situaciones, después que la pone como secretaria. Sin embargo, “como no puede hacerlo, le pone la ‘a’ a todo”, contó.

 

En ese cambio, Jeanmaire expone, de alguna manera, su apoyo por buscar una forma más inclusiva a la hora de hablar pero arriesgó que la terminación con “e”, de reemplazar el “todos” por “todes” o “chicos” por “chiques”, es poco probable. “A principios del 2016 fui a España a presentar un libro y conocí un grupo que se reunía todos los miércoles a hablar con la e. Salíamos a cenar y un día hablábamos con la o, otro con la i, con la u. Era muy divertido. Evidentemente, la lengua es machista, pero no sé si se va a poder cambiar tanto, porque las lenguas nunca retroceden en las modernizaciones. Inventarle un neutro al español sería complejizarlo enormemente. Pero hay cosas que se pueden hacer, de hecho ya se hacen y son fáciles. Creo que hay que abrir la discusión y que las cosas fáciles de resolver se hagan por el lado de la inclusión. Un neutro en un idioma que nunca lo tuvo significaría un cambio gramatical enorme. Pero no me resulta difícil que los genéricos se usen con la a, en vez de ‘todos’ decir ‘todas’. Además me parece que sería como una devolución, un gesto simpático de parte de los hombres de aceptar eso, no es nada difícil, se puede hacer con la e pero creo que tendría más sentido político con la a”, opinó.

 

Lo cotidiano como disparador

 

Las obras de Jeanmaire parten de hechos cotidianos que en determinado momento le llaman la atención. En “Mitre”, por ejemplo, la semilla germinó tras escuchar las noticias matutinas por la radio. “Se me ocurrió porque quería trabajar la agorafobia”, confesó. Y siguió: “En ese entonces estaba (Carlos) Corach de ministro, que festejaba cien días de conferencia en la puerta de su casa e invitó a los periodistas a desayunar en Palermo, debajo de donde pasa el tren Mitre. Se gastó muchísima plata en medialunas y cuando están entrando cae un tipo desde el tren; era la época que tiraban gente para robarles. Lo loco era que Corach decía ‘bueno, pasen, no importa, me interesó que una de las personalidades de la época le interesa más unas medialunas que un muerto. Ahí me cerró y armé esa novela que ocurre en un tren con personajes agorafóbicos”.

 

Pero en otras piezas, la inspiración vino por otro lado más arraigado a sus amores. Primero fue Cervantes, luego Sarmiento y más tarde homenajeó a su padre. Los comienzos en la literatura fueron complicados, como la juventud que cargaba en sus espaldas. A los 20 años huyó del país alborotado por la dictadura y su destino fue España. Allí vivía su madrina, “una de las mujeres que más quise en la vida”, reconoció. Ella lo guió en la lectura y fue su primera crítica.

 

“Cuando empecé a escribir mi primera novela, se la llevé. Al otro día me llamó y me dijo que era malísima, una porquería, pero que siguiera leyendo, que no escribiera, que se lo dejara a los que sabían. En esa charla me preguntó si había leído el Quijote. Yo lo había intentado leer tres veces aunque nunca había pasado las 100 páginas. Entonces, me dijo: ‘¿cómo se te ocurre ser escritor en castellano sin haberlo leído?’. Al irme me dio su edición, una de Huemul, muy linda”, contó.

 

“Don Quijote de la Mancha” resultó ser el elixir que lo despertó a la escritura. Y al pasar las 100 hojas, fue el capítulo inicial de su carrera. “Me pasó algo que creo que les pasa a todos los que soportan esas páginas, más o menos el capítulo 27 de la primera parte. Cuando llegás ahí no podés sino enamorarte de ese libro, porque ya no es tan complicado, ya te hiciste el oído a lo que estás leyendo, ya no hay tantas cosas que no sabés, el humor empieza a ser intrínseco al libro, necesitás menos saberes de la época para disfrutarlo. Me enamoré perdidamente de ese libro”, reveló sin pudor.

 

Y no sólo eso. Jeanmaire aseguró que fue su taller literario. “Aprendí a escribir releyéndolo. Es la primera novela moderna, Cervantes está trabajando un género que no existe y tiene que ir inventando procedimientos literarios. Cuando empezás a escribir, y todavía hoy, no voy a mentirte, uno descubre cosas. Creo que fue toda mi preparación y mi manera de ser escritor”, aseguró.

 

Unos años después, con Alfonsín ocupando la presidencia de Argentina, el autor regresó al país y se metió en la universidad a estudiar la Licenciatura en Letras. Un día antes de cumplir los 30 se recibió. El proceso para empezar a llenar las páginas en blanco fluye de distintas fuentes. En sus propias palabras, es “rarísimo”. Al principio brotaba de los libros que más le gustaban, así surgió “Miguel”, sobre Cervantes, “Montevideo” acerca de Domingo Faustino Sarmiento, pero con el tiempo fue mutando. “Tengo como épocas y mucha influencia de noticias que me resultan de algún modo llamativas, o que me parecen que dicen la Argentina desde un lugar raro. Y si me sale, hago novelas con eso”, dijo.

 

 

"Evidentemente, la lengua es machista, pero no sé si se va a poder cambiar tanto, porque las lenguas nunca retroceden en las modernizaciones. Inventarle un neutro al español sería complejizarlo enormemente. Pero hay cosas que se pueden hacer, de hecho ya se hacen y son fáciles".

 

 

En otras etapas, eligió hablar desde su experiencia personal. Así llegó “Papá”. “Hacer algo distinto es un riesgo, es novedoso, trato de no repetirme. Tengo escritores que amo pero que por momentos tuve que dejar de leer porque ya sabía qué venía y no quiero que me pase eso. ‘Papá’ fue una cosa rarísima, no sólo no había escrito nada autobiográfico, sino que creo que no me gustaba. Tenía el prejuicio de que escribir para sacarte algo de adentro no era literario, que tenía que ver más con lo humano, lo psicológico, la necesidad. Además, escribir en el dolor fue raro”, expresó.

 

Literatura y actualidad

 

El trabajo de narrar historias le sienta muy bien. De hecho sostuvo que “formar parte de una práctica u oficio que tiene un valor social que viene de la historia, pero que a su vez no significa casi nada públicamente, es muy bonito. En ese sentido, formás parte de un trabajo que te hace estar en la resistencia a los contenidos rápidos, a la imagen, y es como un oficio anacrónico y me encanta formar parte de eso, que me haya gustado y amarlo, y no haber sido un rockstar”.

 

Si bien tiene sus ideas muy en claro, rara vez las comparte porque no se considera del todo razonable. “No sé si como escritor me interesa particularmente participar públicamente de lo político, sí lo hago en mi pareja, mis amigos, pero no me siento capacitado porque soy muy contradictorio. Puedo querer una cosa y después otra, y para ser comprometido uno tiene que ser coherente y yo creo que soy escritor porque soy muy incoherente. Cada vez que me pidieron una opinión pública política nunca la he hecho. Si vos tomás parte de algunos de los dos lados de la grieta vas a tener un público, que no te van a leer pero sí te van a comprar el libro. La política en Latinoamérica vende libros pero yo no lo hago”, insistió.

 

 


En la feria, con sus libros más recientes.

 

 

Sin embargo, sí quiso remarcar algunos conceptos. En primer lugar, se refirió al feminismo y a la lucha que han emprendido las argentinas. “Se abrió el debate de una manera bastante rara, los que supuestamente estaban en contra era porque iban a dar más educación sexual y no lo hacen, sigue igual que antes, es un horror”, disparó.

 

También indicó que son acontecimientos difíciles. “Tenés que pelear contra un tipo que no sabe de tu cuerpo y encima se arroga un montón de tus decisiones. Es un mundo que dentro de 50 años, 100, no lo vamos a poder creer pero hoy tenemos que luchar por cosas tremendamente obvias”, destacó.

 

Otro de los puntos que quiso dejar en claro y desmitificar es el hecho de que los chicos y adolescentes no leen. Tras muchas recorridas por los colegios bonaerenses, el escritor comprobó que se interesan más por los libros que los mayores. “Son los que más leen en Argentina, en el 98 hubo una encuesta de la Unesco a alumnos de la ciudad de Buenos Aires, que supuestamente es la ciudad más escolarizada. Les hicieron preguntas muy simples, como si alguna vez habían visto a leer a sus padres o madres. Solamente el 8% de los chicos contestó que sí. Es muy difícil que vos inventes lectores de la nada. Tengo un hijo de 25 años que leyó siempre. Se está por recibir de ingeniero mecánico y antes de rendir un final se mete con una novela o un cuento. Uno como papá es el gran modelo de los jóvenes, por eso el que ve leer a sus padres lo va a hacer”, sentenció.

 

Por último, y para no abandonar su pasión por Cervantes, remarcó que sus obras pueden ser leídas por gente que no tiene tantos saberes. “Cada lector tiene que hacer un trabajo profundo, distinto al del escritor. Por eso no se va a acabar nunca la literatura, es el único lugar donde uno es excesivo”. Y así, sin querer, cayó en la coherencia.

 

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