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“En Argentina no tenemos conciencia solidaria”

El director de los musicales más vistos del teatro nacional dice que está quebrado económicamente y que fue engañado por todos los gobiernos. Sin embargo, no deja de ser optimista.

Por Miguel Garro
| 26 de mayo de 2019
Uno de los artistas más polémicos del país habla de política, de la gente del interior y cuenta por qué nunca miraría el programa de Tinelli. Foto: Nicolás Varvara

Por alguna razón que está a la vista, Pepe Cibrián no puede dejar de ser ver el futuro con buenos ojos. A mediados del año pasado salió de un cáncer de próstata y, pese a que todavía hay algunos índices que tienen que bajar, proyecta toda su vida alrededor del teatro. El gran autor del musical nacional tiene una relación de constante esperanza, bronca, resignación y furia con los gobiernos del país y no duda en exponer todos esos sentimientos abiertamente. Así cuestionó duramente a la gestión anterior, a la que dijo haber votado, y hace poco la reivindicó en desmedro de la actual, a la que también dijo haber votado, aunque esta vez la desesperanza fue más veloz. En una larga charla con “Cooltura”, el artista hizo lo que siempre hace cuando da entrevistas: no se calló nada.

 

—¿Qué piensa del gobierno de Mauricio Macri?

 

— Es un horror, una calamidad, no sé qué está haciendo este señor. Yo estoy hipotecado por todos lados porque no tengo opción. Y creo que como yo, todo el mundo. A los 70 años no pienso cambiar mi estilo de vida, no me lo merezco.

 

—¿Observa algo mejor para el futuro?

 

—Este es un país surrealista, que ha salido de crisis, que a pesar de todo tiene teatro, que tiene programas de televisión, en el que la gente viaja, pero también hay gente que se muere de hambre y eso me parece terriblemente doloroso.

 

—¿Se explica el hambre en el país?

 

—En parte creo que es una cuestión de educación. Si una familia que vive al lado del río no sabe que tiene la chance de pescar un bagre, se va a morir de hambre. Pero es un caso en particular, el problema es mucho más grave. Y eso que los argentinos somos ingenio, sangre, talento para resolver las cosas.

 

—Otra de las cosas difíciles de explicar es el porqué nos va tan mal

 

—Es que no lo sé, no lo puedo creer. Sólo tengo para decir que si yo sé que mis padres han sido muy buenos padres, pero han sido ladrones, lo correcto es decir que he tenido muy buenos padres, ladrones. Yo tengo una relación tambaleante con los gobernantes. Los anteriores me parecen que se han llevado algún dinerillo y estos han demostrado una incapacidad alarmante y un gran desinterés por la cultura. Creo que Macri lloró en el Colón porque no lo conocía.

 

 

Me conmueve lo que me dice la gente en la calle, y respeto el amor y cuando me dicen que una de mis obras les ha cambiado la vida o les ha salvado la vida. Pero lo más gratificante es que me digan "maestro".

 

 

—¿Tiene una idea de cómo sería el gobierno ideal?

 

—Yo creo que el gobierno ideal no va pasar en muchas generaciones. Somos un país eleccionista, en lo único en lo que pensamos es en las elecciones. Yo creí que en algún momento nos habían gobernado estadistas, que son tipos que piensan a futuro, dentro de 70 años. Ni siquiera somos presidencialistas.

 

—Se suele decir que Alfonsín era un estadista…

 

—Alfonsín, Illia, Frondizi tenían una base. Pero no hay que olvidarse que Alfonsín ganó más que nada porque ese señor (N de la R: se refiere a Herminio Iglesias) quemó un cajón, si no hubiera ganado Luder, que yo creo que pudo haber sido un buen presidente, no lo sé. Después tuvimos a Cristina, que no le quiso entregar la banda a Macri. ¿Por qué no se la dio? Es su obligación. Y es su obligación porque yo la voté, yo le di autoridad al votarla. No la voté para que me maneje la vida.

 

—¿A Macri para qué lo votó?

 

—Para que cambie las cosas, pero las empeoró. Somos el único país del mundo que mantiene esos niveles de impuestos, que tiene la inflación que tiene, todo esto es una locura. Esta gente hizo bolsa el país, más bolsa de lo que estaba, porque el problema no es de ahora, desde que tengo uso de razón que estamos mal, hace 60 años. Y eso que considero que somos un pueblo maravilloso, luchador.

 

—¿En qué fallamos?

 

—No hay conciencia solidaria, que no es lo mismo que no ser solidario. Creo que somos un país solidario porque cuando vino lo de Malvinas, la señora dio hasta su último anillito, que posiblemente era de su marido, para que los chicos no pasen frío. Y a los chicos de la guerra no les llegó nada. Lo mismo pasa con las inundaciones, que todo lo que se junta se pierde en el camino. Si el tomate sube y todo el país se pusiera de acuerdo para no comprar tomate, el tomate bajaría. Si en vez de ir al supermercado fuéramos a cosechar trigo y a pescar surubíes, los precios bajarían. El problema es siempre el intermediario: el que se queda con el anillo de la señora y el que lleva el trigo al supermercado. Esos son los que se quedan con nuestro dinero. Es atrozmente conmovedor.

 

—¿Hay cosas que lo conmuevan para bien?

 

—Lo que me dice la gente en la calle, el respeto, el amor, cuando me dicen que con una de mis obras les he cambiado la vida, que les he salvado la vida. Pero lo más gratificante es que me digan maestro o que sientan orgullo de que sea argentino.

 

—Otra vez el ser argentino…

 

—Cuando voy afuera del país me hacen sentir extranjero y creo que los argentinos no hacemos sentir extranjero a nadie, no existe esa palabra. Somos gente maravillosa, que abrimos los brazos a todos.

 

—¿Qué recuerdos tiene de las muchas veces que vino a San Luis?

 

—Cada vez que voy a San Luis es como una vacación, así vaya a trabajar. Ahora estoy trabajando en un musical que tiene que ver con el teatro, con la vida, con entender a los cantores y transmitir la leyenda del teatro. Fui hace un año a San Luis a buscar actores y encontré algunos talentos increíbles.
 

 

 

 

 

—¿Qué les falta a los jóvenes puntanos para despegar?

 

—Conocer más. Recuerdo que en Villa Mercedes, en un casting, pregunté si conocían a Alfredo Alcón y el 90 por ciento me dijo que no. Eso me dolió profundamente, porque Alfredo murió ayer. En música, todos saben quién es Beethoven y en Estados Unidos hay toda una tradición de respeto a la educación teatral. Pero quiero dejar claro que no es culpa de los jóvenes.

 

—¿Falla la formación teatral? ¿Falla la educación formal?

 

—Falla la formación emotiva. Las generaciones nuevas no están bien formadas. Eso es culpa del gobierno y de Tinelli, aunque en distintos niveles. Tinelli hace su trabajo, pero a nadie le pone una pistola en la cabeza para que lo mire. Yo no lo miro, no me divierte porque genera una fantasía sobre la profesión y eso no es bueno. Pero el gobierno tiene la obligación de pugnar por la formación cultural del pueblo y no lo hace, no le importa.

 

—¿Cuáles son las consecuencias de eso?

 

—Estamos gestando generaciones de jóvenes que se cansan o se aburren. Entonces hay que explicar qué significa dirigir de verdad, les digo que yo no tengo plata porque todo lo que gano lo invierto y eso me llena de sensaciones maravillosas. Otra cosa que tengo que hacer es explicarles que no siempre el centro del arte está en Buenos Aires, que pueden hacer una carrera en sus lugares.

 

—Pero desde el interior es más difícil, siempre

 

—Yo odio cuando, por ejemplo, dan el Martín Fierro del Interior. ¿Qué es eso a las cuatro de la mañana en el canal 129? Pero mientras la gente del interior acepte esas cosas, no van a cambiar. Lo que tienen que hacer en el interior es rechazar ese premio, quererse un poco, decir: “Si a ustedes no les interesa conocerme a mí, que soy un artista del interior, yo no les voy a dar el lujo de que me conozcan”.

 

—Suena utópico

 

—Puede ser, porque el interior siempre fue tomado como una cosa peyorativa y en realidad es el alma del país, la columna vertebral, pero si en el interior mismo no se dan cuenta y aceptan cosas, como matarse por ganar el Martín Fierro del Interior, la situación es más compleja de revertir.

 

—¿Ve televisión?

 

—No no, nada. Primero porque no hay nada para ver. Cada vez hay menos producción nacional porque es más barato comprar una lata y, por alguna razón, nuestras telenovelas no se venden. Ahora, en el mundo se venden las mexicanas, las colombianas, las brasileñas, las turcas. Yo no entiendo. Lo que sí, leo los diarios, no quisiera, pero es más fuerte que yo. Los leo con la esperanza que algún día digan “Bajó la inflación”; “Se acabó la inseguridad”; “La cultura está subiendo”, pero nunca leo eso.

 

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