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Tiempos de cosecha para el fútbol femenino

Estados Unidos mostró su vigencia, la sorpresa de Holanda, flojo Japón, Argentina hacia adelante. La igualdad, pendiente.

Por Analía Carrara
| 09 de julio de 2019
Del silencio al estallido. Argentina llegó calladita y cumplió con creces. Quedó al borde de la clasificación. Fue un ejemplo de coraje. Fotos: FIFA.

Fue un mes a puro fútbol femenino en Francia. Treinta días en los que París respiró goles de un deporte en el que las mujeres quieren su definitivo lugar equitativo con los hombres. Después de la fiesta es época de balances. De colocar cada pieza en el lugar que se ganó.

 

 

La vigencia del líder

 

Estados Unidos ganó en Francia su cuarto campeonato mundial y demostró que está más vigente que nunca. Las estadounidenses vencieron a Holanda 2 a 0. Megan Rapinoe y Rose Lavelle hicieron los goles. Tal vez esa sea la mejor síntesis de este equipo que siempre se reinventa: experiencia y juventud.

 

Rapinoe (34), la capitana y líder de la selección, no pudo explicarlo de mejor manera: “La guinda al pastel ha sido que la pequeña Rose (Lavelle) marcase en la final. Ha sido un campeonato fantástico para ella”, destacó. Lavalle, volante de 24 años, fue un motor que nunca se quedó sin nafta.

 

No hay sombras, ni divismos en este equipo. Megan Rapinoe y Alex Morgan compartieron y alternaron la cinta de capitanas y siempre sumaron pensando en lo colectivo. Ambas hicieron 6 goles y dieron 3 asistencias.

 

Estados Unidos sumó la cuarta copa a su vidriera. Alzaron el título este año, en el 2015, 1999 y 1991.

 

 

Sorpresa Naranja

 

Holanda fue la gran sorpresa del torneo. Pese que venía de ganar la Copa Europa, jugaron su segundo Mundial. Habían debutado en el 2015, cuando llegaron a octavos. Las holandesas llegaron a Francia con muchos interrogantes: ¿eran solo una ráfaga? ¿qué pasaría cuando enfrentaran a las americanas y asiáticas?

 

Respondieron en la cancha. Siempre. En octavos despidieron a Japón 2 a 1, retiraron a Italia en cuartos (2 a 0) y a Suecia en semifinales (1-0). En la final se toparon con la aplanadora. No tienen nada que reprocharse y mucho que celebrar. La FIFA premió a su arquera Sari van Veenendaal con el Guante de Oro.

 

 

Flojito, flojito

 

Japón llegó a la cita mundialista como campeón de Asia. En la última Copa del Mundo había sido subcampeón (2015) y campeón en Alemania 2011. En ambos casos jugaron la final con Estados Unidos.

 

En esta edición las japonesas entraron a octavos por la ventana, después de empatar con Argentina (0 a 0), perder con Inglaterra (0-2) y vencer a Escocia (2 a 1). Ya en octavos, Holanda les hizo sacar el ticket de regreso. Fue flojo lo de las niponas, la decepción de la copa.

 

 

Argentina hacia adelante

 

Argentina arribó a París en silencio. Después de 12 años de ausencia en la cumbre del fútbol femenino. En sus anteriores participaciones había jugado la fase de grupos con derrotas que promediaron los 12 goles.

 

Nadie esperaba nada de este equipo y el menosprecio las hizo fuertes. Empate sin goles con Japón, derrota 1 a 0 con Inglaterra y empate 3 a 3 con Escocia, después de ir perdiendo 3 a 0.

 

Carlos Borrello paró un equipo que primero buscó mantener el arco en cero y después convertir. Las abultadas goleadas mundialistas anteriores lo avalaban. Estefanía Banini, ya no “la Messi”, fue el faro que tuvo la pelota cuando hubo que aguantar el resultado. Aldana Cometti y Agustina Barroso mostraron la solidez de una defensa capaz de ponerle la cabeza, las piernas y los dientes a cualquier pelota para que no pase. Vanina Correa, a los 35 años, le atajó un penal a Inglaterra. Pero hizo mucho más que eso: demostró que es un muro al que pueden hacerle goles, aunque antes deberán saltarla con una jabalina. Mide 1,80 metro y se estira como pocas. Soledad Jaimes es un ejemplo de sacrificio. Jugó siempre para el equipo, sola arriba, la marcaron hasta de a tres. No le llegaron pelotas pero ella se encargó de acumular jugadoras para dejar carriles vacíos adelante. Florencia Bonsegundo se destacó contra Escocia. Dos goles, piernas para correr y meter más de 90 minutos. Y Dalila Ippolito, a los 17 años, fue esa bocanada de aire fresco que todo equipo necesita. La jugadora de River movió la pelota como en el potrero en el Parque de los Príncipes, con la presión de quien toma un refresco al borde de la pileta en pleno verano.

 

La deuda del fútbol es, por ahora, la de siempre. Equidad salarial para las jugadoras, que la mueven igual que los jugadores, profesionalismo en todas las ligas, dirigentes y sponsors sin doble discurso.

 

¡Salud! Hasta la próxima.

 

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