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Cuando el amor no se acaba

¿Por qué todo el mundo habla de una película anodina que explica que las separaciones pueden no ser traumáticas aunque sean siempre dolorosas?

Por Miguel Garro
| 20 de enero de 2020

Noah Baumbach decidió bautizar a su nueva película “Historia de un matrimonio” cuando, a juzgar por la trama, bien podría llamarse “Historia de un divorcio”. En el título subyace, tal vez, un guiño que el notable director quiso darle a sus espectadores: el relato no es el de una separación (aunque en los términos argumentales lo sea) sino el de una pareja que se está separando. No es lo mismo.

 

La producción que ya suena como posible candidata al Oscar llegó en un momento en que Netflix, la responsable de la realización, tenía sus cañones publicitarios apuntados a “El irlandés” y “Los dos papas”, por lo que la difusión previa de la película de Baumbach no tuvo la presión bombística que suelen tener los productos de la compañía. Sin embargo, el boca a boca y la buena respuesta en la crítica hicieron que muchos usuarios comiencen a hablar de la película.

 

Como en gran parte de su filmografía, el director retrata a una familia, que puede ser la suya pero también la de cualquiera. Su creación anterior, también para Netflix, fue “Los Meyerowitz”, que en Argentina tuvo el elocuente subtítulo de “La familia no se elige” y que se convirtió en una deliciosa comedia sobre las relaciones internas.

 

“Historia…”, por su parte, tiene otros elementos. En principio es una trama que incomoda, que interroga y que hace imposible tomar partido por alguno de sus protagonistas, pues el equilibrio que el director imprimió a sus personajes hace que la parcialidad sea el condimento necesario para el espectador. Es como esos casos de una pareja que se divorcia y el amigo no sabe (o no quiere, o no debe o no puede) de qué lado ponerse. Los dos miembros de la pareja tienen razón y los dos juegan con argumentos lógicos. Lo extraño es que esas razones y esos argumentos son tanto como para alentar el divorcio como para evitarlo.
 

 

 

 

 

Charlie (Adam Driver) es un director de teatro under y experimental de Nueva York que está a punto de debutar en Broadway y que acaba de ganar un premio por una de sus obras, lo que habla del talento y el éxito que tiene en su trabajo. Nicole (Scarlett Johansonn), su esposa, es la protagonista de sus obras y acaba de recibir una oferta para grabar un piloto de una serie de televisión en Los Ángeles, donde vive su familia y donde siempre quiso vivir.

 

Para ver la película hay que liberarse del tedio que implica un matrimonio sumergido en el aburrimiento (que en muchos casos puede ser motivo de separación) y el traspaso que el director hace de esa sensación a la pantalla. La historia tarda en arrancar –pese a que las primera escenas son impactantes, sobre todos por los textos- y cuando arranca lo hace a una velocidad que posiblemente haga divorciar al espectador antes del idilio.

 

Los méritos de “Historia…” –entonces- no están allí sino en el contenido, en los desgarradores instantes en que una pareja que aún se ama debe separarse. Los protagonistas dejan en claro que el amor, más tarde convertido en cariño pero con el suficiente sostén para seguir con el intento, sigue vigente. Pero también demuestran que el derrumbe es inevitable.

 

¿Qué hacer entonces? parece ser la pregunta que la película se hace todo el tiempo. Y allí sí las res - puestas llegan sin dobleces. No hay más opción posible que la separación; aunque duela, aunque los protagonistas –como le pasa al menos una vez a cada uno- lloren sus horas perdidas, las cosas que no fueron y los pasos en vano.

 

Hay un dato no menor que vincula definitivamente a Charlie y Nicole. Se llama Henry, tiene ocho años, le gusta jugar al “Monopolio” y padece de estreñimiento, a tal punto que su madre lo premia cuando puede ir al baño. La conveniencia o no de continuar con esa recompensa es motivo de discusión entre sus padres.

 

Cuando los miembros del matrimonio discuten lo hacen en todos los tonos posibles. A los gritos a veces; en busca del consenso en otras; con espíritu conciliador de vez en cuando y con la conciencia de que el intercambio de ideas no será el último. Hasta que el último llega.

 

La herencia más directa que tiene “Historia…” es la de “Kramer vs. Kramer”, aquella inolvidable película con Dustin Hoffman y Meryl Streep que ganó cinco Oscar en 1979, además de ser la que más entradas vendió ese año. No tiene, es cierto, la perfección argumental de aquella pero Baumbach consigue conjugar la ternura y la desazón con el mismo resultado de Robert Benton, el olvidado director que adaptó al cine la novela éxito a finales de los 70.

 

La intromisión del director en la producción de Netflix parece decisiva y directamente relacionada con su vida personal. Los chimenteros de Hollywood que vieron la película no pudieron evitar mencionar que mucho de lo que pasa al matrimonio de la ficción le pasó a Noah en la realidad.

 

 

 

 

 

El director estuvo casado con la actriz Jennifer Jason Leigh, de quien se separó en buenos términos y con un hijo mediante. La película muestra la influencia de Charlie sobre Nicole en el ámbito laboral, un menosprecio por los logros personales de la actriz por parte de su marido y confirma una infidelidad con una compañera de trabajo. Todos esos rumores rodearon la intimidad de Baumbach en los últimos años.

 

Una filmografía en la que retrata la clase intelectual con sus dramas personales y sus conflictos mentales convirtió a Noah en una suerte de sucesor de Woody Allen. “Historias de familia” –en la que cuenta (otra vez) el divorcio de un matrimonio desde la óptica de sus dos hijos con el mismo tono amargo que su película más reciente- es su vinculación más directa por el tema tratado y por la impronta de un sitio geográfico, en este caso Brooklyn, con el director de “Bananas”.

 

En “Historia de un matrimonio”, Baumbach propone sin ningún tipo de encubrimiento algunos guiños al cine de Allen: la confrontación entre una Nueva York culta y cosmopolita y una Los Ángeles más frívola y cerrada es uno. Pero el más claro se encuentra en la escena en la que Nicole le hace un regalo a Charlie. Es una trompeta, el instrumento que Woody toca todos los domingos en un club de jazz neoyorquino.

 

Pero esos son detalles que circundan una trama que tiene como centro el divorcio, que no necesariamente es el fin del amor entre dos personas. De hecho, el argumento muestra una y otra vez que la separación debería transitarse con la menor carga dramática posible (en contraposición con la intención del director que llenó de tensión las escenas) y casi de común acuerdo. Hasta que aparecen los abogados y todo se va al demonio.

 

Si la Academia de Hollywood tiene pensado nominar a Driver por su monótomo y apagado papel de Charlie no debería dejar de lado a la increíble Laura Dern, como la explosiva abogada de Nicole, una mujer que entiende de divorcios por su experiencia judicial y por su propia separación. Y que tiene claro algo en la que no todos los separados reparan: a veces, el que más sufre es el que toma la decisión de terminar con la relación.

 

 

 

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