17°SAN LUIS - Sabado 20 de Abril de 2024

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Un papelón

¡Ha muerto el más grande futbolista del mundo!, ¡ha muerto Diego Armando Maradona! Ha muerto el mejor, el único, y nosotros los argentinos ni siquiera sabemos organizar un velatorio. Un papelón.

 

Le quisieron dar el tinte de una ceremonia mortuoria, esa que se les da a los grandes líderes, reyes, príncipes, etcétera, cuyas exequias comienzan -por lo menos- diez días después de acaecido el fallecimiento y cuando todo está perfectamente organizado.

 

Acá, en mi país, como todo se hace a las apuradas, esta vez no fue la excepción. Rápidamente a los ponchazos, se decidió que fuera la Casa Rosada el lugar elegido, el presidente Alberto Fernández la puso a disposición de la familia del "Diez".

 

También se ofrecieron clubes y otra entidades sociales y deportivas, pero la decisión ya estaba tomada: sería en la Casa Rosada.

 

Se preveía que asistiría más de un millón de personas -estando en pandemia- y se armaron largas filas con vallas incluidas y el calvario comenzó. Los que querían darle el último adiós llegaban de todos lados, sin importar el color de la camiseta, edad, credo o religión. Todos querían estar.

 

Y comenzó el descontrol. Habían anunciado que el velatorio finalizaría a las 16, después lo ampliaron hasta las 19, pero por la intolerancia de algunos y el fracaso de quienes tenían la responsabilidad de garantizar la seguridad, se adelantó el entierro. Así quedaron sin saludar, miles y miles de personas que durante interminables horas le hicieron el aguante.

 

Había comenzado el final del abrupto velorio suspendido por el caos desatado por fanáticos donde la policía arrojó balas de goma cuando intentaron entrar por la fuerza a la Casa Rosada después de que la Policía suspendiera el ingreso. Faltaban minutos para las 17. Un papelón.

 

No era para menos, nadie hacía caso a las indicaciones, todos querían entrar por las buenas o por las malas: vidrios rotos, jardines maltratados, agresión a policías, hasta el busto de Hipólito Irigoyen sufrió las consecuencias de la iracundia e irresponsabilidad de quienes están en el momento exacto, pero en el lugar equivocado.

 

¿Por qué no se optó en suspender un par de días el velatorio como se hace en Europa o en cualquier lugar del mundo medianamente organizado cuando muere un personaje, un líder o una estrella del deporte?, ¿por qué?

 

¿Por qué no se planificó mediante gente erudita en organizar eventos que demanden grandes concentraciones de fanáticos o seguidores? ¿Por qué no se le dio participación al Ejército que de esto sabe mucho (recordemos el sepelio de Juan Domingo Perón el 1° de julio de 1974 o más allá en el tiempo el de Eva Perón, fallecida el 26 de julio de 1952, el de Hipólito Irigoyen el 3 de junio de 1933 o el de Carlos Gardel, quien fue sepultado el 6 de febrero de 1936 pero había muerto el 24 de junio de 1935, por nombrar algunos de los más famosos y concurridos sepelios en la Argentina).

 

Hoy se mira con celos a la organización del evento, también a la actuación de la fuerza policial de seguridad de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) que responde a las órdenes de Horacio Rodríguez Larreta porque los que estaban afectados al servicio no alcanzaron, fueron muy pocos. También se mira a la Bonaerense, que olímpicamente se lavó las manos. Una pena. Un papelón.

 

Pobre Diego, ni muerto lo dejan descansar en paz. Un papelón.

 

Ahora vendrá la disputa por sus bienes, esos bienes que con su magia futbolera logró. Su alocada familia, esa que nunca lo entendió y que muchas veces lo dejó solo con sus amigos y allegados, luchará por una porción grande de la incalculable fortuna (se estima en más de 500 millones de dólares). Su ex, sus hijos, sus hermanos, etcétera, no querrán quedarse afuera. También estará la lucha de los abogados y de los médicos. La verdad, esto recién comienza.

 

Sus restos fueron sepultados en el cementerio del Jardín de Paz en Bella Vista donde están sepultados sus padres. Y como no podía ser de otra manera, hubo corridas, balas de gomas y algún que otro incidente.

 

Pobre Diego, ni muerto lo dejan descansar en paz. Adiós... "Diez"...¡hasta siempre!.

 

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