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La mujer que marca el ritmo

María Soledad Ramírez es la primera en ocupar ese cargo. Era beneficiaria del Plan de Inclusión Social. Hoy es cabo primero de la Policía de la provincia y siente orgullo como mujer y como profesional.

Por Johnny Díaz
| 01 de diciembre de 2020
Profesional. "La Banda de Música de la Policía es mi familia, la integran buenas personas y excelentes músicos". Foto: gentileza.

María Soledad Ramírez es la tambor mayor —en la jerga popular "bastonera"— de la Banda de Música de la Policía de San Luis. Sus inicios fueron como beneficiaria del Plan de Inclusión Social y hoy lleva con orgullo el cargo de cabo primero de esa fuerza.

 

Soledad cuenta que allá por el 2006 se encontraba con un grupo de compañeros cumpliendo sus tareas en una parcela ubicada frente a la planta de Edesal cuando llegaron integrantes de la Banda de Música de la Policía de San Luis, quienes buscaban sumar a sus filas a los que tuvieran interés de integrarla.

 

Entre los músicos iban Emilio José Fasulo, Miguel Reinoso, quien hoy es el director, y Andrés Suárez, que tocaba el bajo, entre otros. Uno de ellos observó que al fondo del grupo una joven —que trataba de pasar desapercibida— hacía malabarismo con un palo, la llamó y la invitó a que hiciera lo mismo frente a sus compañeros y a los sones de la banda policial.

 

 

 

La muchacha, con mucha timidez, pasó al frente y ante la admiración de todos hizo lo que sabía: todo tipo de firuletes.

 

Tenía conocimientos porque de chica Marta Ramírez, su madre, hizo que integrara el grupo de Las Bastoneras de Santa Cecilia, dirigida por el maestro Miguel Ángel Páez.

 

Soledad cuenta que una semana después la llamaron para que se sumara al grupo musical en vista de que varios de sus integrantes se retirarían o se acogerían al beneficio de la jubilación.

 

Esos fueron los inicios como tambor mayor o bastonera de María Soledad.

 

“Fasulo, Suárez y Reinoso fueron quienes me llamaron, no me conocían ni yo a ellos. Solo hacía lo poco que sabía, firuletes. Me enseñaron con el manual de actividad, llamado Tambor Mayor, que es mi función. Me equivoqué un millón de veces, pero acá estoy. Había policías retirados: Velázquez, Juan, Miguel Reinoso (quien fue el que me enseñó los primeros pasos), César Suárez, Funes y Fasulo, ellos eran mis compañeros, yo era la única mujer en la Banda de Música”, recuerda.

 

“De aquellos años me acuerdo que la gente se acercaba mucho a escuchar nuestra música y más al ver que una mujer era quien marcaba el ritmo de los temas mediante el bastón. Por ejemplo, en Villa de la Quebrada causaba admiración y algunos se sorprendían al vernos en plena actuación porque en otras provincias no era común, o no había”, sostiene.

 

 

 

Ramírez dice que todos los que conformaban el grupo eran oficiales o policías retirados. Eso fue muy importante para ella, porque nunca conformó la banda de música del Plan de Inclusión y pegó el salto directo de la parcela al grupo de la fuerza de seguridad.

 

“Tuve los inconvenientes típicos, mis compañeros estaban acostumbrados a otra cosa, eran todos hombres y tener que compartir con una mujer era una especie de tabú que rápidamente se fue disipando, hasta que se armó un gran grupo de músicos”.

 

Confiesa que al principio le hacían la vida imposible, sufrió mucho, sobre todo en el trato, había varios que no la soportaban, o no entendían que tuvieran a una mujer como compañera. Pero aclara que todo eso se fue reacomodando con el tiempo.

 

“Entiendo y acepto que tuve un millón de errores y de todos aprendí, por ejemplo uno de ellos era que no sabía hacer el corte final a un tema o una marcha y ellos no pueden dejar de tocar si yo no marco el final”, admite.

 

“En una oportunidad, no recuerdo dónde, me fui llorando al colectivo y me juré no volver nunca más. Pero vino Jorge Moyano, uno de los músicos, y me dijo ‘calmate… ya pasará, ya se van a acostumbrar a tu presencia…’, y así fue, yo me acostumbré a ellos y ellos a mí. Hoy integro con gran orgullo las filas de la Banda de Música de la Policía de la Provincia, ellos son mi familia”, expresa agradecida María Soledad.

 

 

 

La bastonera manifiesta risueñamente y a modo de anécdota que cuando viajan, sus compañeros se olvidan que entre ellos van mujeres y ocupan los baños de la unidad motriz y ellas quedan esperando hasta el final. Hoy no es así. En otras oportunidades, cuando se duerme o al menor descuido le esconden un zapato o el bastón. “Son muy divertidos y fieles compañeros, es una simple manera de confraternizar y hacer ameno el viaje”, los justifica.

 

Agrega que “Jorge Reinoso, hermano de Miguel, Jorge y Héctor Gómez, Héctor Giménez y su hijo, son mi verdadera familia. Hoy los extraño muchísimo porque no estamos juntos por la pandemia y por orden de la superioridad cumplimos funciones en distintos puntos de la provincia”.

 

Al recordar cómo es un día cualquiera dentro de la fuerza, Soledad señala que comienza un poco antes de las 8 de la mañana, en el edificio de 25 de Mayo y Rivadavia, izando la Bandera. "El director Emilio Fasulo, nos hace tocar un par de marchas y después tenemos una hora para desayunar. Posteriormente comienzan los ensayos, si tocan marchas yo debo estar, cuando tocan temas populares, paso a cumplir funciones en la administración, donde siempre hay algo para hacer, está todo muy organizado", detalla.

 

 

 

La bastonera mayor hace un repaso de su vida policíaca diciendo que ingresó mediante un curso de auxiliar, con Jorge Sebastián Lucero y Alaniz, quien hoy integra la custodia oficial.

 

"Pensé que después volvíamos a la banda, pero no fue así, pasé a cumplir funciones en Relaciones Policiales junto al comisario Carlos Pereira y la inspectora Mónica Alfonso, ahí estuve tres años, con ellos aprendí muchísimo, aprovecho para manifestar mi agradecimiento por sus enseñanzas”.

 

“Con el tiempo me destinaron a Terrazas del Portezuelo. En un momento dado, el jefe de Policía, Miguel Ángel Ubieta, me mandó a llamar a la Jefatura Central para preguntarme si quería volver a mi primer destino (la banda). No dudé ni un instante, fue una alegría inmensa. Era lo que más ansiaba en la vida”.

 

“La banda policial cumple un rol muy importante en nuestra sociedad, es quien lleva la otra cara de la Policía ,a quien se requiere por algún problema o por distintos motivos que puedan alterar la paz de nuestra sociedad. Nosotros hacemos música, la gente nos mira de otra forma, cumplimos un rol social, nos piden fotos, bailan nuestras interpretaciones, hacemos jugar a los chicos, les mostramos los instrumentos o los hacemos subir a nuestro colectivo. Somos requeridos para fiestas patrias o patronales, aniversarios de colegios, escuelas rurales o clubes y actos oficiales donde está el señor Gobernador o cuando arriba a la provincia algún funcionario nacional. A todo esto la gente lo mira diferente, por eso digo que es la otra cara de la Policía".

 

 

 

"La labor policíaca es muy difícil que deje conforme a todos, con la música pasa algo diferente, la banda es mirada con simpatía”.

 

La cabo primero es una apasionada de su trabajo y su profesión, no demora en manifestar que además de cumplir con sus tareas a las que es destinada y en su hogar, de la ciudad de La Punta, toca los platillos y el tambor, también está aprendiendo a tocar el trombón. "Siempre estoy metida con algún nuevo instrumento, soy una apasionada de lo que hago, no paro nunca de progresar".

 

“Hoy y por razones de la pandemia, algunos de nosotros prestamos servicio en la Comisaría Primera y otros en la isla de Desaguadero, en el límite con Mendoza. Si Dios quiere pronto estaremos juntos y volveremos a tocar, somos una gran familia y estoy orgullosa de eso”.

 

El grupo musical comandado por Emilio Fasulo está integrado por 45 músicos, entre ellos cuenta con siete mujeres: Ramírez, Andrea Domínguez, Analía Ponce, Rosa Alaniz, Mirta Cabrera, Gilda Salinas y Noelia Ríos.

 

Deja para el final un recuerdo muy especial de su niñez en la casa de sus abuelos maternos, Olga Otero y Serafín Ramírez, en la calle Raúl B. Díaz casi Centenario, en el Pueblo Nuevo.

 

 

 

“Mi abuelo siempre fue como mi padre, estaba orgulloso de mí, siempre a mi lado apoyándome en todos mis proyectos, en mis estudios y mi trabajo, era todo, y su mayor placer era cuando me veía por televisión con la banda.

 

Se quedaba horas contándome cosas de la vida; y con mi Lela, ni hablar, siempre acompañándome en mi crianza —porque mi mamá trabajaba—, y con mi hijo que también creció junto a ellos”.

 

“Yo fui bastonera desde los 7 a los 18 años en Santa Cecilia, éramos como 150 chicas. Pero nunca integré la banda Infanto Juvenil. Mi infancia fue muy linda, feliz, hermosa con mis primos, mis amigos del barrio y mis compañeros de la escuela. Hice la primaria en la Escuela Nº 98 'José Santos Ortiz', del barrio Pueblo Nuevo, y la secundaria en la de Comercio 7”.

 

Cierra apostando a su futuro como bastonera mayor de la banda policial, donde marcó una tendencia en un lugar integrado solamente por hombres, abriéndose paso con capacidad y responsabilidad en sus tareas.

 

El núcleo familiar más cercano de María Soledad está integrado por su marido Alejandro Mendoza y su hijo Santiago. Más su madre Marta Ramírez, que es hija de Olga Otero y Serafín Ramírez.

 

 

 

 

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