Ciberfeminismo: batallas en las redes por la igualdad
El reconocimiento y la protección ante las violencias en entornos digitales y la reapropiación de la tecnología como forma de empoderamiento definen esa filosofía y el activismo de la comunidad feminista contemporánea.
El ciberfeminismo no es algo nuevo, cuenta la comunicadora social argentina Florencia Goldsman desde Guatemala, donde reside. El término tuvo su génesis a finales de los 80 y refiere a un movimiento que inició en Europa y Australia de la mano de mujeres vinculadas a las artes electrónicas. Notaron que su presencia y la de las identidades diversas en el ámbito de la tecnología era, además de escasa, muy atacada. Reflexionar sobre qué es la tecnología e internet para las mujeres y las disidencias, cómo viven en esos ámbitos las violencias y el descrédito es parte del ADN de esa filosofía de la comunidad feminista contemporánea.
“No hay una definición fija sobre qué es el ciberfeminismo, pero se puede decir que se trata de la acción de las mujeres en internet y con las tecnologías, apropiándose todo el tiempo de las herramientas y de los términos. Es cuestionar la potencialidad de las tecnologías para desarrollar nuevas identidades no fijadas a nuestra identidad biológica”, explicó. Es otra forma de empoderamiento, para dar batalla en el campo de los bits y las redes a la desigualdad de género.
Goldsman integra una campaña llamada “Dominemos la tecnología”, y así se presenta en la web: “Las TICs pueden usarse para incrementar el acceso de las mujeres a la información y los servicios necesarios para promover y proteger sus derechos”. Y los derechos digitales son entendidos como un derecho humano, según la comunicadora.
“En 'Dominemos…' tratamos de usar lenguajes disruptivos para abordar estos temas”, contó. Entre los recursos que se pueden encontrar en el sitio, hay una guía para reconocer las violencias de género a partir de las TICs (como el grooming, el cibermatoneo o el acoso digital, entre otras).
Además, Goldsman hizo el guion de “Señoras de internet”, un podcast que, según su propia descripción, busca que “mientras internet se sigue llenando de espías, ellas sigan enhebrando horizontes posibles que nos permitan, algún día, construir el futuro feminista que soñamos”.
Goldsman mencionó a otras colectivas ciberfeministas latinoamericanas que están en acción, por ejemplo, Tedic de Paraguay; acoso.online y Ciberseguras. En la primera campaña, “una web para quienes quieran entender y explorar el punto donde se cruzan el género y las tecnologías”, además de podcasts, se puede encontrar una radio online colaborativa y un test para reconocer la violencia digital. Acoso.online “es una guía muy completa sobre qué hacer si divulgan sin consentimiento fotos íntimas tuyas, la mal llamada 'pornovenganza', ya que no se trata de pornografía, y cuestionamos también que se hable de venganza cuando es violencia con todas las letras”, aclaró.
Ciberseguras ofrece herramientas de protección, como configuraciones de privacidad para internet o respuestas a las preguntas más usuales sobre identidad en la red.
Violencias en línea
Las campañas ciberfeministas que más despiertan su atención son aquellas que hacen foco en las violencias en internet. “Hubo una grande, que hizo Amnistía Internacional, un mapeo sobre la violencia sufrida por periodistas activistas mujeres e identidades diversas en Twitter, por ejemplo, y queda de relieve cómo las plataformas hacen bastante poco por solucionar eso. Para nosotras, estos ataques son parte de un círculo que no está desligado de la violencia fuera de línea y que puede terminar en violencia física. Debe ser denunciada, ya que tiene tanto peso como cualquier otro tipo de violencia porque busca acallar a periodistas, comunicadoras y activistas. Es muy paralizante cuando te atacan trolls del Gobierno, por ejemplo; cuando se ensañan con tu libertad de expresión”, dijo.
La particularidad del ciberfeminismo, como una rama del ciberactivismo, es que aplica la perspectiva de género en sus análisis y comunicaciones. “Por ejemplo, si participamos en una ciberacción en la que se denuncia corrupción en una empresa, las ciberfeministas nos interrogamos sobre cuál es el rol de las mujeres. O cuando se piensa en la utilización de determinadas plataformas para las acciones, hay que ver cuáles son las políticas sobre censura. En Facebook e Instagram censuran sangre menstrual, pezones, cuerpos de mujeres y cuerpos disidentes. A veces creemos que las redes nos solucionan la vida, pero es necesario reflexionar sobre ese costado de las plataformas que usamos”, consideró, en alusión a aquellas que son monopólicas.
Un espíritu que se perdió en el camino
Para la comunicadora, en sus albores "internet no estaba amarrado a nuestra identidad real, como la ideología Facebook nos lo empezó a imponer". Y amplía: "A fines de los 90 era muy raro que usaras tu identidad real. Se usaban los nicknames o apodos, la gente creaban su personaje, su avatar. Y esto tiene un lazo muy estrecho con los derechos sexuales de personas de opciones diversas, ya que internet fue un espacio de exploración y de puesta en contacto con otros. Si en tu país te sentías reprimido, si tu orientación sexual no era la hegemónica, internet sirvió para que muchos se conectaran con otros que vivían en otros lugares, se hicieran preguntas y se establecieran redes afectivas".
Para Goldsman, en su derrotero, internet perdió ese espíritu libertario que tuvo en sus comienzos, aquel que permite conectar a pesar de las distancias, el que posibilita compartir trabajo, libros, música o afinidades. Pero cree que aún hay espacios —como Wikipedia— en los que aún pervive ese brío de colaboración y comunión, en este caso, en pos de un conocimiento que se construye colectivamente y al que se puede acceder sin tener que pagar por él.
Esenciales, pero invisibilizadas
Uno de los ejes centrales del ciberfeminismo es interpelar sobre cuál es el papel de las mujeres en la ciencia y la tecnología, terrenos en los que históricamente su aporte ha sido invisibilizado. "Hay científicas y tecnólogas desde el inicio de los tiempos, solo que han sido ocultadas tras la firma de los hombres porque no teníamos derecho a estudiar ni a votar. Muchas científicas han sido esenciales para la creación de tecnologías, como el caso de Hedy Lamarr para internet o Ada Lovelace para la computadora, así como tantas otras que tienen que ser rescatadas hoy, porque se cree que toda creación tecnológica tiene atrás a un hombre blanco y de países del norte”, dijo, sintetizando un posicionamiento que da pauta de otras desigualdades estructurales.


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