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"Está bueno que en la literatura esté representada otra forma de vivir"

Una charla exclusiva con Gabriela Cabezón Cámara,  una de las escritoras más reconocidas de los últimos años. Una mujer de ciudad que se animó a romper tantos esquemas, que imaginó un "Martín Fierro" feminista.

Por Florencia Espinosa
| 19 de mayo de 2020

La "China" no conocía la seda. Nunca la había sentido deslizándose en su piel, como tampoco había sentido el sabor del comino y el cardamomo. En un viaje tierra adentro para recuperar a su marido, Fierro, la "China" también comenzó un viaje hacia su interior más profundo, conociendo y conociéndose. Así como descubrió sabores y sensaciones, también encontró el amor y la libertad de la mano de su compañera Liz, quien le mostró un mundo desconocido y, hasta ese momento, vedado.

 

La protagonista del último libro de Gabriela Cabezón Cámara, "Las aventuras de la China Iron", es la encargada de relatar una historia que tiene su base en uno de los libros más famoso de la literatura argentina: el "Martín Fierro". La escritora propone una nueva narración del clásico de la literatura nacional, esta vez, desde un punto de vista feminista. El libro integra hoy la lista de los seis seleccionados para el Booker Prize en la categoría Internacional, que distingue a una obra traducida al inglés. Los resultados, que se iban a dar a conocer el miércoles, fueron pospuestos a raíz de la pandemia que afecta a todo el mundo.

 

El estilo de Cabezón Cámara se define con ese toque disruptivo. En su primera novela, "La virgen cabeza", publicada en 2009, relata la historia de una travesti de la Villa 31 a la que se le aparece la Virgen María. Allí se tratan los estereotipos villeros, la transexualidad y la prostitución. Además, editó dos novelas más ("Le viste la cara a Dios" y "Romance de la negra rubia") y un libro de relatos. Y, este año, la "China" y "Liz", un amor lésbico que se da en el corazón de la pampa argentina. En una entrevista exclusiva con Cooltura, la escritora contó sobre sus comienzos, sobre la situación de la industria literaria y la importancia de que la diversidad esté presente en la literatura.

 

—El relato refleja una historia muy argentina, muy autóctona. ¿Qué repercusiones tuvo en el resto del mundo?

 

—Por ahora solo está traducido al inglés, más que nada fue leído en algunos círculos de lectores de Reino Unido. Pero es una gran puerta de ingreso a otros países, sí. Me parece que les gusta mucho. Me han llegado buenas reseñas, que se divierten con la aventura, que se deleitan con el amor a la naturaleza, las descripciones de los paisajes, la historia de amor, les gusta la cuestión de la liberación. Y también remarcan lo luminosa y divertida que es la novela.

 

—¿De dónde surgió la idea de hacer un libro enmarcado en el "Martín Fierro" con otra mirada?

 

—Estaba pasando un mes como residente en Berkeley, California, una ciudad de casas bajas con muchos árboles, maravillosa. Todo lleno de ardillas, tan lleno de ardillas que los autos paran para que ellas crucen la calle. La beca era muy generosa. Lo único que tenía que hacer era dar un taller de escritura creativa para los estudiantes hispanohablantes y a mí se me ocurrió hacer uno de narrativa en verso. La narrativa en verso de la Argentina es gauchesca, así que me puse a leer mucho eso. Es algo que yo disfruto. Pese a lo violenta que es la gauchesca, también tiene mucho humor y me termino riendo de alguna forma. Cuando leía todo esto tan exhaustivamente me di cuenta de algo que ya sabía, y es que no había ninguna voz de mujer en esa obra. En ese momento, me dio una sensación de mucha alegría cuando pensé que esto había que contarlo desde el punto de vista de una chica. Y así arrancó.

 

—¿Creés que faltan más historias de este tipo, que incluyan estos temas de una manera tan natural como vos lo hiciste en tus libros?

 

—Estos temas son parte de la naturaleza y de la cultura, siempre lo fueron, son la manera de vivir de muchísimas personas. Me parece que está buenísimo que se representen, no sé si hace falta más o menos, pero está buenísimo que sea representada otra forma de vivir, que no sea siempre la misma. Ya se sabe que mucha representación es también un imperativo. Así que, si hay más diversidad, hay menos imperativo.

 

 

Cuando escribo, no pienso en representar absolutamente a nadie, ni siquiera a mí misma"

 

 

 

—Es importante que haya diversidad de personajes para que todos los lectores se puedan sentir identificados o representados.

 

—Depende de cómo lo mires, cuando yo escribo no pienso en eso, en representar a absolutamente nadie, ni siquiera a mí misma. Pero siendo una adolescente lesbiana, de una familia homofóbica, en un barrio homofóbico, pensando que era la única en el mundo, recuerdo la alegría de haber visto un personaje queer y decir: 'Ah bueno, no soy la única, hay más gente así'.

 

—A tu primera novela la publicaste en 2009, a los 40 años. ¿Cuándo comenzaste a escribir?

 

—Yo era muy dispersa, durante unos cuantos años viví de una manera medio difícil. Me fui de la casa de mis padres un poquito antes de la hiperinflación de Alfonsín, que fue tremenda: aumentaban los precios tres veces por día, tu salario no valía una mierda. Pasé alta crisis, no tenía casa, vivía de prestado, así que en esas condiciones era muy difícil escribir algo que no fuera muy breve. Y después quedé con la cabeza medio inestable, hasta que se me fueron juntando los jugadores y tardé un rato en poder terminar una novela. Fue muy difícil poder terminar algo porque empezaba y lo dejaba. Pero en un momento pude y así como me fue muy difícil terminar, después tuve mucha suerte en tener editores y publicar rápido. Evidentemente ese era el momento.

 

—Hay una frase en "Las aventuras de la China Iron" que dice "para poder irse hay que hacerse otro". ¿En qué momento sentiste que tuviste que hacerte otra?

 

—Esa respuesta prefiero guardármela para mí. Pero sí puedo decir que creo que a veces, cuando vivís en lugares donde no cabés en algún sentido, pero que sin embargo sos parte de esos lugares, duele un poco romper algunos lazos, perder ciertos amparos, pero hay que irse para poder ser y para poder irse hay que hacerse otro. Otras maneras de vivir, de relacionarse, porque si no, no podés salir de tu comunidad. No quita que después no puedas volver más relajado y seas un poco de ahí y un poco de otro lado.

 

—¿Cuál es la situación hoy de las escritoras mujeres en Argentina?

 

—Complicadísima, como la de todo el mundo. Está muy dura la situación. Muchas de nosotras somos freelancers, hacemos talleres y eso en parte sigue online, pero otra parte no. La situación de las librerías es un desastre y la de los editores también. La industria del libro venía muy mal, el macrismo fue tremendo para la industria del libro, disminuyó la producción en un 50 por ciento. Es algo atroz, es mucho. Encima ahora esta crisis. Sin embargo, inexplicablemente, en nuestro país hay mucha gente que escribe y que escribe muy bien. Y eso no para, a eso no hay crisis que lo reviente. Varones, mujeres, trans, blanco, negro. Por supuesto hubo más o menos acceso a poder publicar, era más fácil varón y blanco que trans y negro, o que mujer y marrón. O que mujer, sencillamente. En cuanto a los géneros, todavía los catálogos no son 50 y 50, pero nos han dado muchísimo más lugar a las mujeres. Tenemos muchas deudas igual. Veo muy pocas representaciones en los catálogos de la gente de los pueblos originarios, la gente de los barrios carenciados, la gente del interior. Es un delirio que haya menos gente del interior, en la medida de que vivan allá; porque si viven acá, en Buenos Aires, ahí está todo bien.

 

—¿Cómo los afecta que se haya suspendido la Feria del Libro?

 

—Es una gran fuente de trabajo para un montón de personas. Conozco a mucha gente que trabaja esas tres semanas y después vive meses. Para pequeñas editoriales es un gran lugar de ventas. Es muy triste. Además, el encuentro con el lector que va a la feria es distinto a encontrarse con el lector que va a las presentaciones.

 

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