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La educación virtual dio una respuesta de emergencia

Docentes de distintos niveles coincidieron en que es una buena herramienta, pero no reemplazará el aula.

Por redacción
| 14 de junio de 2020
La pandemia de coronavirus obligó al sistema a usar la tecnología para dar clases.

La llegada intempestiva del coronavirus obligó al sistema educativo a usar las herramientas tecnológicas como emergencia para mantener el vínculo con los estudiantes. Este proceso si bien pudo paliar la falta de clases presenciales, también mostró las dificultades que aún persisten en la sociedad respecto al acceso a internet y a los dispositivos necesarios para ingresar en las plataformas.

 

Docentes universitarios y del sistema escolar contaron sus experiencias sobre cómo es transitar el proceso de enseñanza frente a una pantalla y los inconvenientes que debieron sortear para que sus alumnos pudieran acceder a los contenidos.

 

La rectora del Instituto de Formación Docente Continua San Luis (IFDC), Flavia Morales, señaló que “hacer una evaluación de la educación virtual en este contexto le quitaría credibilidad porque no se está dando con las condiciones ideales. El modelo Tpack de educación está pensado para un docente frente a un alumno. En cambio, para una clase virtual con más de 20 alumnos no es aconsejable”.

 

“Todavía nos falta mucho para aplicar la educación virtual en todos los niveles, porque la enseñanza necesita del otro al lado", opinó Flavia Morales rectora del IFDCSL. 

 

También explicó que “un aula de escuela le permite al docente recorrer el espacio físico e ir tomando contacto con los chicos y así darse cuenta si alguno no entendió, si otro está distraído o cualquier otro detalle. Incluso cuando se toma un examen se percibe quién está nervioso o quién no tiene una buena actitud. Es decir que te permite acompañarlos, en cambio en el aula virtual es uno frente al otro”.

 

Morales entendió que la educación virtual se aplicó en este tiempo a partir de una emergencia social, pero en realidad "está pensada para estudiantes que tienen ciertas habilidades, no solo tecnológicas sino también sociales y emocionales, ya resueltas. No es posible que un niño de jardín de infantes pueda conectarse inmediatamente a una computadora. Puede hacerlo un ratito, pero enseguida se cansa”.

 

También admitió que “todavía nos falta mucho para aplicar la educación virtual en todos los niveles porque la enseñanza necesita de otro al lado. Alguien tiene que estar acompañando, porque de otra forma la familia es la escuela. Además, los problemas de conectividad y de acceso a la tecnología adecuada también conspiran contra la virtualidad porque no es igual para todos”.

 

La profesora del ciclo secundario consideró que la educación virtual no está pensada para el proceso de socialización que tiene la escuela. La presencialidad del sistema obligatorio, especialmente en el primario, acompaña el proceso de incorporación del individuo a la sociedad. Para la profesional no solo se aprenden conocimientos, sino también otras habilidades sociales y emocionales, como resolver los conflictos cara a cara. “No es lo mismo pelearte con alguien por WhatsApp que decirle eso mismo a la cara. La virtualidad te pone en un lugar de mayor autocrítica, obliga a la reflexión y además te exige mucha más autonomía porque tenés menos control de los otros. En la virtualidad uno está más solo para aprender”, dijo.

 

Y agregó que “todo lo que tiene de normalizador la escuela, y que a veces se le critica, es una ventaja porque nos ordena. Siempre tiene que haber un nivel de organización, si no nos perdemos. Así ganamos autonomía”. La docente detalló que los ciclos educativos inicial, primario y secundario están pensados para ir de una menor a una mayor autonomía. “Desde que los padres los llevan y traen al jardín de infantes, porque si bien son sujetos de derecho, también lo son de cuidado. Y de a poco se les va soltando la mano. Incluso los padres tienen más presencia hasta el primer año del secundario y después van mermando hasta casi no participar en el último año”, explicó.

 

En cambio, dijo que la virtualidad permite “el acceso a otros recursos que son más valorados hoy,  como el video. Pero en la escuela, si no tenés el proyector y la computadora para emitirlo, es difícil que todos accedan. Aunque ahora se puede resolver, porque casi todos tienen un celular que les permite acceder a plataformas de videos". Otra fortaleza que destacó fue que  organiza y agiliza mejor el trabajo docente administrativo y el sistema de registro de la evolución del alumno".

 

 

 

 

A favor de la presencialidad

 

Claudia Campo es licenciada y doctora en Psicología y docente de la UNSL en la carrera de Psicología. Según su experiencia, de los 150 alumnos que tiene asignados se ha conectado más o menos la mitad de manera permanente y el resto no lo hizo. Muchas veces por dificultades con internet o por no contar con un dispositivo. “Hemos tenido que atender a esas situaciones, pero de todas maneras esta pandemia vino a visibilizar situaciones de inequidad que ya había previamente, porque tampoco todos los estudiantes tienen acceso a las fotocopias. Las y los trabajadores de la universidad pública nos hemos acostumbrado a atender estas dificultades que la pandemia hizo más visibles”, dijo.

 

Sobre la actividad docente de manera virtual comentó que “ahora nos hemos puesto más a tono con otras herramientas como el Classroom o el Meet, que desde mi perspectiva acompañan y ayudan a las clases. Pero en las universidades públicas hemos sido formadas para dar clases presenciales y considero que de ninguna manera se reemplaza por la virtualidad. Esto ha sido una excepción absoluta porque estar horas hablando sola frente a la pantalla es una cosa muy solitaria y muy fea”. Y contó que en particular “para que los dispositivos funcionen bien en internet había que anular las cámaras de los y las alumnas, con lo cual veía figuras o simplemente nombres con los que a veces podía intercambiar algún audio o mensaje, sin tener la posibilidad de enterarme qué le pasaba al estudiante”.

 

“Los trabajadores de la universidad pública nos hemos acostumbrado a atender estas dificultades que la pandemia hizo más visibles", dijo Claudia Campo, licenciada en Psicología y docente de la carrera de Psicología de la UNSL.

 

Para aplicar en el futuro esta herramienta en la universidad, explicó que necesitan una formación permanente y constante a través de los proyectos de investigación “porque estar en la universidad significa eso, formarse todo el tiempo. Y lo hacemos de forma presencial y virtual, esto es, al menos en mi disciplina y mi facultad, el mayor capital que tenemos como para transmitir a los futuros colegas. Todo ese intercambio que se genera en la presencialidad nunca será reemplazado en la virtualidad”.

 

Sobre los cambios que se deberían tener en cuenta cuando se vuelva a las clases presenciales, anticipó que habrá que crear mayores y mejores condiciones de trabajo para las y los docentes, porque no siempre disponen de los espacios físicos adecuados para albergar tanta cantidad de estudiantes: “En este momento, volver a clases implicaría no contar con esos espacios, ni tampoco poder cumplir con el distanciamiento adecuado”.

 

También señaló que “la limpieza no siempre es la adecuada en todos los espacios de la universidad, además las y los trabajadores de la limpieza están precarizados o tercerizados, por lo cual no se logra dar un cumplimiento efectivo a lo que se necesita en tiempos normales, y en tiempos de pandemia se complejiza y se incrementa mucho más la necesidad de contar con espacios más cómodos para trabajar, acordes a la cantidad de alumnos”.

 

Campo introdujo otro inconveniente: “Considerando una perspectiva de género, las mujeres además hemos tenido un costo extra en esta pandemia porque estuvimos mucho más sobrecargadas que los varones. Además, hay estudios que muestran que se incrementó la violencia de género en los hogares a raíz del aislamiento y eso creó situaciones de inequidad al interior de los trabajadores. Esto fue un reclamo sindical que hicimos hasta conseguir licencias, que la universidad estaba muy reticente a dar, para las compañeras que no estuvieran en condiciones óptimas de dar clases desde sus hogares".

 

 

 

"Hay que hacer una mirada crítica del uso de la tecnología"

 

Paola Figueroa es la secretaria académica de la Facultad de Ciencias Humanas de la UNSL y aportó una serie de datos relevantes a la hora del análisis: "La Red Estrado (Red Latinoamericana de Estudios sobre Trabajo Docente) hace relevamientos del trabajo docente hace más de 20 años, pero en particular hicieron un informe durante esta pandemia donde destacaron que, según datos de Unicef-Unesco, más de 154 millones de niños y niñas, es decir el 95 por ciento de los matriculados en América Latina y el Caribe, están hoy temporalmente fuera de la escuela. Además, el cierre de las instituciones impacta en el 91,3 por ciento de la población estudiantil".

 

Asimismo, dijo que "a nivel universitario y terciario, el Instituto Internacional de Educación Superior en América Latina y el Caribe informó que la educación a distancia dejó por fuera del sistema a un 25 por ciento de estudiantes e instituciones, solo este año".

 

Con este panorama, Figueroa analizó que “están los optimistas y los pesimistas de este modelo, pero yo creo que hay que hacer una mirada crítica en relación al uso de la tecnología. Esto implica no desconocer las desigualdades de origen en relación a lo social, a lo económico y a lo tecnológico que estamos viviendo, porque de lo contrario se crearían castillos de arena que una ola te puede derribar fácilmente". Además, alertó que "esto no haría más que aumentar los desequilibrios de origen, o lo que es peor, generaría otros nuevos".

 

Para la docente universitaria, durante este tiempo “no solo ha sido importante resaltar la presencia física del docente, que es fundamental, sino que yo prefiero trabajar con otro concepto, que es la autoridad pedagógica".

 

Según su análisis, "no cualquiera puede ser docente y no solo por la cuestión física o presencial, sino que hay un cúmulo de saberes específicos vinculado a lo pedagógico y disciplinar que va generando la autoridad pedagógica. No cualquiera sabe cómo enseñar a leer y escribir o alfabetizar a un niño, y cualquier persona no sabe la lógica de una disciplina para hacer la transposición necesaria para que el otro lo pueda aprender".

 

Finalmente, Figueroa destacó que "no son recetas a implementar, sino propuestas formativas teniendo en cuenta el conocimiento y el contexto de donde viene un estudiante. Creo que se ha echado luz sobre la complejidad de la tarea de educar, que ya está claro, no lo puede hacer cualquiera". Sobre la experiencia particular de la Facultad de Ciencias Humanas, dijo que "se armó un plan de contingencia porque nuestras carreras no fueron pensadas para la modalidad virtual. Se tuvo que hacer una adaptación, pero solo para esta excepción".

 

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