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La copita menstrual, un cambio de hábito positivo

Jóvenes y adolescentes la incorporan con naturalidad, pero se mantiene una brecha de mujeres de más de 30 años que no la conocen y que es coincidentemente una generación para la que aún hablar del ciclo menstrual es un tabú.

Por Raquel Wolansky
| 23 de enero de 2021
Conexión y autoconocimiento. Entre las cualidades que destacan de su uso mencionan la posibilidad de conectarte con tu cuerpo y anatomía. Foto: internet.

Hay momentos que hacen un quiebre en la historia. Pasan a veces desapercibidos para una gran parte de la población, pero son para otro grupo —no tan pequeño— determinantes en el cambio de sus hábitos cotidianos, como es en la actualidad el boom de la copa menstrual. Su incorporación a la vida cotidiana de cada vez más personas menstruantes se puede equiparar quizás con la llegada en la década del 60 de la píldora anticonceptiva y su implicancia en la lucha por los derechos reproductivos o la creación de la revolucionaria bikini, en 1946, que no solo era polémica por ser una prenda de vestir diminuta, sino por lo que significaba para las mujeres en la emancipación de sus cuerpos.

 

 

 

Si bien la copa menstrual no es un invento reciente —se empezó a producir a nivel industrial a mediados del siglo pasado—, tomó popularidad en los últimos años gracias a nuevos materiales, como la silicona, que las hace más cómodas e hipoalergénicas, junto a otro factor determinante, que es la mayor conciencia ambiental.

 

Lo cierto es que en la actualidad, adolescentes y jóvenes la incorporan a su gestión menstrual con absoluta naturalidad y, sobre todo, con un verdadero compromiso en el cuidado del medioambiente. Pero se mantiene una brecha de mujeres desde los 30 años en adelante que prácticamente la desconocen y que es coincidentemente una generación para la que aún hablar del ciclo menstrual es un tabú.

 

 

El costo de una copita oscila entre los $1.800 y $3.000. Varía según si es de fabricación nacional o importada. También según la marca, su firmeza o rigidez, su capacidad, el diseño, los colores y, además, cada marca tiene sus talles y diferentes agarres.

 

Renata Gallardo tiene 31 años, es farmacéutica y realiza, a través de su cuenta de Instagram @copitamenstralsl, asesoramiento y acompañamiento en gestión menstrual sustentable. "Me compré mi primera copa a los 29 años y me pareció tan estupenda que dije 'tengo que moverme para hacerles ver lo buena que es'. Yo no tenía nadie en mi entorno que la usara, nadie sabía informarme qué comprar, fue empezar de cero investigando, leyendo, estudiando y así es como nació mi red Copita Menstrual San Luis", cuenta Renata, en la actualidad con más de 1.500 seguidores.

 

Ella es parte de las "militantes de la copita", quienes son mujeres que sin otro motivo más que transmitir sus cualidades, ante la falta de información, comienzan a compartir experiencias y tender redes para que otras la incorporen a su vida. Porque si algo caracteriza este boom de la copa es que no existen grandes campañas de marketing ni de publicidad y se difunde a través del boca a boca, en las redes sociales y por las mismas usuarias.

 

"Cuando la compré y empecé a transmitirlo en mi círculo de compañeras de trabajo, amigas y familiares era como que me miraban raro y me decían que les daba asco. Creo que pasa porque son mujeres de mi edad o más grandes —algunas son madres—, que hace un montón de años que menstrúan pero que tienen totalmente naturalizado ocultarlo, dicen que la sangre es un asco, usan y tiran toallitas o tampones y procuran que se note lo menos posible".

 

Otra militante de la copita en San Luis es Ana Paula Pipitone, médica recién recibida en la Universidad Nacional de Córdoba, con próxima especialización en ginecología y quien también a través de su cuenta en Instagram, @CopitaFem, difunde información sobre su uso y la salud genital. "La copa es un cambio para bien, no querés volver para atrás nunca más. Hasta pensás ¿por qué tardé tanto en haberla conocido?", dice.

 

Entre los beneficios, Ana Paula destaca desde la parte ginecológica la notoria disminución en las infecciones vulvovaginales, como la candidiasis. "Ante ciertas condiciones, como el aumento de la temperatura local por el uso de las toallitas o por los productos químicos de estas, se altera el ph vaginal, generando hongos o bacterias que aumentan la incidencia de infecciones vaginales y que llevan al consumo permanente de óvulos o cremas. La copa disminuye esas situación porque, al no tener agentes tóxicos ni irritativos, no altera el ph".

 

Al respecto, Renata sostiene que este tipo de infecciones o irritaciones lo sufren permanentemente las mujeres por el uso de las toallitas y los tampones. "Se desconoce lo que nos genera el uso de estos métodos de absorción por el hecho de que sigue siendo un tema del que no se habla, porque nos da vergüenza o porque nos dijeron que era sucio".

 

 

 

Ana Paula cuenta que su idea es, a través de su perfil de Instagram, informar acerca de todos los pros de la copa (ya que contras sostiene que no le encuentra); también de sus usos, la higiene y su correcta colocación. "Hay muy pocos casos en que no se puede usar, uno de ellos es en las mamás que acaban de dar a luz, dado que el sangrado de esos primeros 40 días no es apto para ser colectado en una copa menstrual. También hay que tener algunos aspectos en cuenta en caso de tener DIU", mencionó.

 

Otro aspecto positivo es que la copa tiene una vida útil de 10 años, lo que la hace un producto sustentable y amigable con el medioambiente. Un informe de Economía Femini(s)ta calculó que cada mujer, dependiendo del método de absorción que decida utilizar (toallita o tampón), tira entre 1 y 5 kilos anuales de residuos de este tipo. "Si todas las mujeres en edad fértil de Argentina usáramos solo tampones (3 unidades al día durante 5 días cada mes) y cada tampón llenase su capacidad mínima de absorción (unos 6 gramos) estaríamos desechando al menos 130.257 toneladas, que equivalen a 21.710 elefantes adultos". Toneladas de residuos que tienen un tiempo de degradación de entre 500 y 800 años.

 

 

Conexión

 

Finalmente, Renata y Ana Paula coincidieron en destacar un aspecto más del uso de la copita: la posibilidad de conocer el propio sangrado.

 

"La copa te ayuda a conectarte con tu cuerpo, a tener conciencia de tu anatomía, conocer tu canal vaginal y empezar a tocarte. Es dejar de ver la genitalidad como un tabú o algo prohibido, de lo que no se habla", sostiene Ana Paula.

 

Al respecto, Renata agrega: "Yo desde que incorporé la copa en mi vida empecé a vivirla de otra manera, a disfrutar mi ciclo menstrual, incluso la premenstrualidad. También a respetarme y a quedarme más quieta, permitirme estar más conectada conmigo misma y no exigirme tanto, yendo en contra de la naturaleza".

 

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