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Venden sus pertenencias para ir a buscar su moto a Colombia

Regresaron en junio de 2020 y desde ese día juntan dinero para recuperar a su compañera de ruta.

Por redacción
| 28 de marzo de 2021
Marisa y Javier harán todo lo posible para reencontrarse con su tan preciada motocicleta.

Marisa Arce y Javier Agea son una pareja de moteros mercedinos que quedó varada en Bogotá, Colombia, cuando en Argentina comenzó el aislamiento social preventivo y obligatorio. Después de cuatro meses pudieron regresar en avión, pero sin su motocicleta. Es por eso que vendieron un auto, compraron un furgón para modificarlo y, cuando abran nuevamente las fronteras, viajarán para recuperar su compañera de ruta. Sostienen que traerla en un transporte de carga es tres veces más caro.

 

La “máquina”, como le dicen, es una Honda Transalp 600 modelo 89, de color blanco, que cargada con el equipaje puede llegar a pesar aproximadamente 300 kilogramos. “Para nosotros es una integrante más de la familia, es como una hija. Dicen que no hay que encariñarse con lo material pero la verdad la extrañamos, me cuesta dormir y me duele el alma no tenerla”, cuenta él.

 

 

Cuando llegamos a destino nos enteramos al otro día que habían cerrado todo. No sabíamos qué hacer (Marisa Arce) 
 

La pareja la compró hace diez años y en ella ya recorrieron toda la Argentina y algunos países limítrofes. “Estamos juntos hace veinte años y él ya era motero, yo conocí este mundo a su lado. Teníamos otra moto en la que viajábamos, pero cuando me comentó que quería cambiarla vi esta, me enamoré y le dije que la compre. Ya tiene sus años y sus cuantos kilómetros recorridos, pero tiene un andar como si fuese nueva. Le ponés nafta y te lleva”, dice Marisa.

 

Ambos tienen un sinnúmero de anécdotas de los distintos lugares que conocieron en la Honda. “Hemos viajado por la Patagonia con hielo a los costados, los dos congelados y la moto no nos abandonó. Pasamos por lluvias, por ríos crecidos, millones de cosas, y nunca nos pasó nada”, recuerda el hombre.

 

 

 

La aventura del año pasado comenzó a principios de marzo, cuando Javier tuvo unos días de descanso en la fábrica en la que trabaja y habían planeado ir hasta Machu Picchu. Una vez que llegaron a ese emblemático lugar se propusieron seguir la ruta e ir a Ecuador; allí renovaron objetivos y decidieron ir a Colombia. De Villa Mercedes a Cartagena tardaron 15 días. “Fue rapidísimo; si bien fuimos disfrutando de los paisajes no nos demorábamos mucho porque queríamos cumplir nuestro programa. Cuando llegamos, recién ahí nos enteramos que al otro día cerraban todas las fronteras y comenzaba el aislamiento. No sabíamos qué hacer. Allá hay muchas guerrillas, la vida no se parece en nada a la nuestra; había toque de queda y no se puede viajar de noche, había muchas limitaciones para todo. Quisimos buscar ayuda en la Embajada pero el edificio está en Bogotá, así que como pudimos fuimos hasta allá”, relata la mujer. Y continúa: “En la página web te dicen que te ayudan en todo y lamentablemente nada fue así, no teníamos adónde ir. Había muchos argentinos que dormían en las plazas porque no te querían alojar en ningún lado. Como éramos extranjeros nos trataban como si tuviésemos el virus”.

 

 

Pudimos volver pero sin la moto. Tenemos pendiente recuperar a nuestra compañera de aventuras (Javier Agea) 
 

Dos días deambularon por las calles, hasta que un contacto sanluiseño les consiguió que pudieran quedarse en una casa de familia a unos pocos kilómetros de donde estaban. “Nos dijeron que podíamos estar 15 días y se convirtieron en 4 meses”, cuenta Marisa.

 

Mientras, en Villa Mercedes sus familias y amigos juntaban dinero para enviarles; organizaron rifas para recaudar fondos para que tuviesen para comer, y además cubrieron los gastos básicos de su casa, como la luz y el gas. “Pudimos volver a fines de junio en avión. Nos dijeron: 'Si se quieren ir es ya, pero sin la moto'. No tuvimos más opción que juntar nuestras cosas y volver, pero tenemos pendiente recuperar a nuestra compañera de aventuras. Esperemos que este año puedan abrir las fronteras así vamos; mientras, seguimos ahorrando. Averiguamos y traerla nos cuesta algo de 700 mil pesos, y si vamos nosotros gastaremos 200 mil más o menos”, revela Javier.

 

El espíritu aventurero continúa latente, y la pareja ya está organizando nuevas metas. Ahora, el objetivo es llegar a Alaska.

 

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