26°SAN LUIS - Jueves 28 de Marzo de 2024

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El obispo Barba hace un balance de su primer año en la Diócesis

Señaló que busca que la Iglesia de San Luis sea más abierta. Y se manifiesta totalmente integrado a la provincia. Celebró con una misa en el Seminario San Miguel Arcángel.

Por redacción
| 11 de julio de 2021
"No los conocía y poco sabía de esta Iglesia. Hoy, puedo decir otra cosa: mucho he aprendido y mucho los voy conociendo", dijo Barba en la homilía. Foto: Gentileza.

Este domingo se cumple un año de la toma de posesión de Gabriel Barba, obispo que desde el inicio de sus funciones desarrolló acciones que generaron sorpresas, alegrías y también polémicas en los sectores más conservadores. Su trabajo, cercano a los fieles, busca generar una iglesia abierta, que tienda puentes, bajo el núcleo del Evangelio. Su primera misa la ofició un 12 de julio en la parroquia de San José del Morro, y ese hecho surcó un camino que va desde las medidas más simples, como comulgar con la mano o permitir guitarras en la Catedral, hasta las resoluciones más complejas, como los cambios en el Seminario San Miguel Arcángel y la creación de la Escuela Diaconal. El Diario de la República mantuvo un diálogo en el que repasó su vida y los aspectos centrales de su pastoral.

 

—¿Siempre fue católico? ¿Cómo sintió el llamado a la vida consagrada?

 

—Nací en una familia católica, siempre fuimos practicantes. Si tuviera que poner fecha a mi primer llamado podría decir que fue a los 14 años; después hice un paréntesis que tuvo que ver con el secundario, la adolescencia. Cuando terminé la escuela, momento en el que tenía que definir qué hacer de mi vida, con muchas dudas, decidí entrar al seminario.

 

 

—¿Es clara la voz de Dios cuando genera ese llamado?

 

—Para nada (risas). Es un tema muy difícil de explicar, no es un telegrama documentado que se puede demostrar. Diría que hay un 50% de certezas y un 50% de dudas. Esa duda se salva con la oración. Por una parte, cuando se es llamado a la vida sacerdotal, Dios llama, pero también calla. En ese silencio de Dios es donde a través de la oración y la confianza en Él se termina de consolidar la vocación. En el seminario estudié el bachiller en Filosofía y Teología y después de varios años como sacerdote, cuando empiezo a trabajar como canciller en el Obispado de Merlo-Moreno, que era un oficio muy difícil y no estaba preparado, empecé a estudiar en la UCA en Buenos Aires, y me gradué como Licenciado en Derecho Canónico. Terminada la licenciatura, empecé un doctorado, hice los cursos que tenía que hacer, pero después mis obligaciones como sacerdote me impidieron terminar. En un momento con mucho entusiasmo había retomado, y a los pocos meses me nombran obispo, así que otra vez el doctorado se guardó.

 

 

—¿Le costó dejar lo que dejó en Buenos Aires?

 

—Eso es llamativo. Mis últimos años como obispo en Laferrere fueron muy intensos y puedo decir que fui muy feliz. De golpe aparece el nombramiento en San Luis y desde ese primer momento, superada la sorpresa, San Luis estuvo en mi corazón, eso es inexplicable. Siento que en la Diócesis de Laferrere di todo lo mejor de mí, pero es una etapa que terminó, entonces me despedí, fue una despedida muy fuerte, con mucho sentimiento, pero cerré esa etapa y ahora solo está San Luis. Mi cabeza y mi corazón están puestos en la provincia y no tengo nostalgia. Siento que di todo y ahora doy todo en San Luis.

 

 

—¿Su familia se quedó en Buenos Aires o lo pudieron acompañar aquí a la provincia?

 

—No pudieron venir. Llegué en medio de la pandemia. A fin de año fui a celebrar con mi familia, estuve con mi mamá, hermanos y sobrinos el 31 de diciembre y el 1º de enero. El 2 de enero empecé a tener síntomas, me hice el hisopado y me dio positivo. Quedé aislado, mi visita fue así, con el paréntesis de la enfermedad. Hace poco tiempo tuve un episodio medio complicado con mi mamá y tuve que ir de urgencia, para acompañarla. Ella se llama Carmen Rosa, tiene orgullo por su hijo, las mamás siempre están orgullosas de sus hijos (risas).

 

 

—Es notoria su acción de tender puentes, ¿cómo ve su trabajo hasta el momento? debe haber despertado amores y polémicas…

 

—Mi presencia no es neutral, o me quieren o no me quieren. Sí puedo decir que me siento muy querido por la mayoría. Cuando en la vida uno toma decisiones, sobre todo de gobierno, algunos se alegran, otros se enojan; yo trato de ser fiel, con el conocimiento de que nunca voy a contentar a todos, pero con el esfuerzo por tomar las mejores decisiones posibles. Más allá de eso, si pusiera la balanza afectivamente sé que se inclina lejos hacia el cariño de la gente.

 

 

Foto: Gentileza. 

 

 

—Algunas personas, tal vez por tradición, no ven con buenos ojos algunas medidas como las guitarras en la Catedral o la comunión en la mano ¿Cómo hace para transmitirles cuál es el camino?

 

—Cada uno tiene sus tiempos. Trato de ser claro en el mensaje y cuando tomo alguna acción, doy las razones. Con la comunión en la mano no inventé nada nuevo, es una posibilidad que da la Iglesia, cuando se incluyen las guitarras en la misa no doy nada nuevo, también es una posibilidad que da la Iglesia. Lo que pasa es que en San Luis estos dos ejemplos estaban prohibidos. Levanté eso, pero no es que yo lo he inventado, sigo un camino que en muchas otras diócesis hace rato se encuentran.

 

 

—Una de las acciones importantes tiene que ver con la escuela diaconal y el seminario ¿Qué ha desarrollado?

 

—Abrí un camino para que el diaconado permanente pueda existir en la Diócesis. Trabajamos en la construcción de la escuela, en una etapa de conocimiento, de hacer conocer lo que significa el diaconado; nos vamos a tomar todo este año para darlo a conocer y a partir de ahí seguramente el año que viene trabajaremos con algunos candidatos.

 

El seminario "San Miguel Arcángel" es una de las preocupaciones más importantes que tengo. Desde el año pasado, le dedico un día completo al seminario, a veces dos. Me ocupo de cerca del seguimiento. Hemos mejorado la conectividad, eso nos permite conseguir muy buenos profesores de otras provincias. Es una gracia de la pandemia, que nos permitió trabajar remotamente. Hay muchos docentes que estaban antes y que continúan, y muchos otros muy buenos que se incorporaron. Otra cosa que hice fue cambiar la duración, eran diez años, creo que no era adecuado. Lo pasamos a ocho, donde tenemos perfectamente el tiempo para la formación intelectual. Además, todos los años tienen que hacer pastoral, es decir, ir a las parroquias, eso también es parte de la formación para ser un buen sacerdote.

 

 

—Sin generar grietas, ¿de qué cuadro es el obispo?

 

—Yo no genero grietas, soy de San Lorenzo (risas).

 

 

—Siempre estuvo maravillado con la provincia, tanto la gente como la naturaleza, pero ¿le ha dejado cosas buenas la gastronomía también?

 

—Sí, el único problema que tengo es el aumento de los kilos. Eso es un problema, pero sí, me gustan las comidas típicas, caseras, el chivito, la chanfaina, el cordero, los vinos. También el folclore, no conocía las tonadas; la verdad disfruto mucho de la cultura de San Luis.

 

 

—¿Algún mensaje que quiera dejar?

 

—Aprovecho para dar gracias por cómo me ha recibido el pueblo de San Luis, me han hecho sentir como en casa. El camino que hacemos es largo y ojalá que pueda contribuir a que la Iglesia de San Luis sea más abierta, que todos se sientan parte, en eso trabajamos.

 

Barba celebró una misa en conmemoración del aniversario de la toma de posesión de la Diócesis, en el Seminario San Miguel Arcángel. Durante la homilía pidió abrir "nuestras estructuras parroquiales y eclesiales", corregir con amor a los cléricos y "rejuvenecer nuestra Iglesia".

 

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