Luis Salinas y sus cuerdas pródigas pasaron por San Luis

En el día de su cumpleaños, Raúl “El Sapo” Ávila recibió regalos y muestras de afecto de todos lados. Uno de ellos fue el que propició el enorme Luis Salinas en el recital que el domingo por la noche dio en un bar de la avenida Illia, y que marcó su reencuentro con el público puntano. Invitada especial por el estupendo guitarrista, Daniela Calderón también le cantó el feliz cumpleaños al autor villamercedino, sentado en una de las primeras filas del bar.

La situación demuestra la estatura artística tanto de “El Sapo”, un estandarte viviente de la música villamercedina, como de Salinas. El primero, por conseguir llamar la atención de uno de los mejores intérpretes de su instrumento en el país; el otro por, incluso con ese título, mostrar su humildad al correrse del centro de la escena para destacar la trayectoria de Ávila y el talento de Calderón, a quien calificó como “una gran artista”.

Con el habitual negro de su atuendo, el cabello a los hombros y unos cuantos kilos menos que hace un par de años, el estupendo guitarrista consiguió lo que consigue siempre en sus recitales pero que sucede poco en All Right, el bar que lo recibió: el silencio absoluto por parte del público, hipnotizado ante el sonar de las cuerdas y los ojos cerrados de su intérprete.

No es exagerado decir (de hecho, se ha dicho muchas veces) que Luis tiene la capacidad de hacer hablar al instrumento. Es entonces cuando las palabras están de más y ese aspecto fundamental de las canciones, que es la letra, que en algunos casos llega al nivel de poesía, puede ser prescindible, aunque nunca olvidado.

Salinas marcó con las seis cuerdas las melodías de las obras que interpretó y en algunos momentos, aleatoriamente, las tarareó con una voz potente, que vuelve inexplicable la idea de no usarla más seguido en sus conciertos y en sus discos. De hecho, las únicas obras cantadas de principio a fin en el recital fueron hechas por su hijo Juan, quien se animó con “Regreso a la tonada”, y la propia Calderón, quien cerró su pequeño set con “Calle Angosta”.

Entre tema y tema, Salinas contó algunas anécdotas de su prolífica carrera, como una ocasión en la que quiso armar un grupo con “Tomatito”, el gran guitarrista andaluz, y no pudo porque su colega se negó a viajar a la Argentina por la inseguridad; o aquella vez que fue a una peña villamercedina con un baterista venezolano que lo acompañaba en la gira, quien se sorprendió con los cogollos y cómo los cantantes, a medida que aceptaban los vasos de vino que les ofrecía el público, iban desafinando con progresiva notoriedad, aunque inmunes.

Aunque, como todo músico completo, Salinas no se encasilla en género alguno y toca con la misma solvencia tango, blues, jazz y otros ritmos, para el recital puntano eligió un repertorio mayormente folclórico, el ritmo que enciende el mayor entusiasmo entre los puntanos.

Además de algunos clásicos de la música ciudadana (“Uno” y “El día que me quieras”), hubo visitas al vals y a la milonga que se mezclaron con una versión

jazzeada de “Los ejes de mi carreta” en mix con “Los hermanos”; un recuerdo a su padre fallecido hace dos semanas y nacido en Chaco con el chamamé “Viejo naranjal”; la mención tierra adentro de “A Monteros”, en una puesta mucho menos alegre que la que se escucha en los festivales folclóricos, y una suave (y preciosa) versión de “Tonada del viejo amor”, que contó con la voz de César Blanco, el cantante de Los Alma, el grupo local que se presentó como telonero y que tuvo la misión de calentar una noche de altísimo nivel musical.