Sí, nos representan

Las voces de todas. Las viejas. Las niñeces. Las madres. Las putas. Las adolescentes. Las originarias. Las músicas. Las socorristas. Las artesanas. Las profesionales. Las voluntarias. Las piqueteras. Las mujeres todas. Las disidencias todas.

Tres días, ciento cinco puntos de encuentro, un viento, 130 mil personas, muchas pintadas, montones de insultos, un objetivo: encontrarse. Contra todos los presagios y contra las internas extremistas y politizadas de un mínimo número de personas de la organización.

La enumeración no es una reducción de semejante evento a unas pocas palabras, sí una manera de pintar en parte lo que mostró el 35º Encuentro Plurinacional de Mujeres y Disidencias.

No hubo ninguna mujer policía muerta (la peor y más violenta de las predicciones, hecha por un sacerdote), tampoco iglesias quemadas. Los varones cis salieron a la calle: fueron taxistas, vendieron comida, pasearon con sus hijas e hijos y hasta le compraron a las artesanas que llegaron desde el norte del país después de viajar 24 horas.

Mucha chapa quedó amurada en las puertas de los templos, mucho trabajo tuvieron empleadas y empleados del municipio para que las calles lucieran impecables tras el paso de cada marea de personas. Las clases no se suspendieron, el martes los más de setenta edificios escolares abrieron a la hora programada.

El señor del negocio frente a la plaza Pringles se dio el lujo de vender una botellita de agua a 200 pesos, cuando seis cuadras más allá una igual costaba 100. Los bares de la peatonal, cerrados los domingos a la tarde, trabajaron hasta casi la medianoche.

Niñas, niños y adolescentes mendocinos hicieron rondas festivas en la plaza, artistas circenses dieron shows gratuitos por toda la ciudad y el mate volvió a circular, como antes de la pandemia, entre las chicas de Bariloche que se llevaron el próximo encuentro a la Patagonia.

No hubo ninguna imagen religiosa ultrajada, pero sí mucho grito pidiendo la separación de los asuntos del Estado de los de la Iglesia.

Es que es imposible no reclamar a los gritos cuando hace unos días una mujer fue violada en grupo, mutilada su lengua y su cuerpo arrojado a la vera de una ruta.

También es imposible no quebrarse con la voz de una madre que busca a su hija hace casi un año y medio y suplica que la ayuden.

Y es muy difícil no emocionarse en el medio de una marcha multicolor de casi veinte cuadras que pide, implora y hace explotar su fuerza por los derechos no alcanzados.

Sí, de una y otra forma, algunas nos representan. Porque somos madres, hijas, viejas, niñas, laburantes, hermanas, artistas, todas. Porque las conquistas que hoy gozamos son gracias a otras. A las que gritaron, las que murieron, las que no están. Y los dolores que tenemos nos tocan, nos interpelan, nos asustan, estén cerca o lejos.

Fue un fin de semana que da esperanzas. Que tanta gente de San Luis haya escuchado, se animara y haya perdido el miedo a los demonios que nos quisieron imponer nos hace ilusionar que en la próxima seamos más.