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Detrás de la guerra, el hambre

Por redacción
| 21 de marzo de 2022

La guerra entre Rusia y Ucrania, grandes productores de cereales, amenaza las importaciones de trigo y maíz para los países del Medio Oriente y del Norte de África, lo que generará consecuencias críticas en la provisión de alimentos.

 

El Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) de las Naciones Unidas señaló que “ya estamos viendo aumentos de precios y esto podría provocar una escalada del hambre y la pobreza con graves consecuencias para la estabilidad mundial”.

 

El conflicto impactó los precios y las cadenas de suministros, y sus efectos comienzan a sentirse en el Medio Oriente, el Cuerno de África y el norte de ese continente, donde las personas más pobres corren mayor riesgo.

 

Una cuarta parte de las compras mundiales de trigo provienen de Rusia y Ucrania. De Ucrania procede el 40% del trigo y el maíz que llega a Medio Oriente y África, con países que ya están lidiando con problemas de hambre y donde la escasez de alimentos o el aumento de los precios conllevan el riesgo de empujar a millones de personas más a la pobreza.

 

El conflicto violento en Ucrania es una catástrofe para los que están directamente involucrados, pero también es una tragedia para las personas más pobres del mundo que viven en áreas rurales.

 

Las personas pobres en las áreas rurales no pueden absorber los aumentos de precios de los alimentos básicos y los insumos agrícolas que resultarán de perturbaciones en el comercio mundial.

 

Rusia es también el mayor productor de fertilizantes del mundo.

 

Incluso antes del conflicto, los picos en los precios de los fertilizantes en 2021 contribuyeron a un aumento de los precios de los alimentos de alrededor del 30%.

 

Un ejemplo es Somalia, donde 3,8 millones de personas ya padecen inseguridad alimentaria grave, y los costos de la electricidad y el transporte se han disparado debido al aumento del precio del combustible.

 

Eso impacta de modo desproporcionado en los pequeños agricultores y pastores pobres que, ante la irregularidad de las lluvias y la sequía constante, dependen de la agricultura de riego impulsada por pequeños motores diésel para sobrevivir.

 

En Egipto, los precios del trigo y del aceite de girasol crecieron fuertemente debido a que dependen de Rusia y Ucrania para el 85% del suministro de trigo y el 73% del aceite.

 

En Líbano, 22% de las familias padecen inseguridad alimentaria y la escasez de alimentos o alzas de precios exacerbarán una situación que ya era grave.

 

El país importa 80% de su trigo de Rusia y Ucrania, pero solo puede almacenar un mes de cosecha a la vez debido a la explosión en el puerto de Beirut en 2020 que destruyó los principales silos de granos de esa nación.

 

En total, 45 de los países menos adelantados, en su mayoría africanos, importan más de un tercio de su trigo de Ucrania o Rusia, y 18 de ellos importan al menos 50% desde los dos grandes productores que están en guerra.

 

Según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad) más del cinco por ciento de la canasta de importaciones de los países más pobres está compuesta por productos que probablemente enfrentarán un alza de precios debido a la guerra, versus menos de uno por ciento en el caso de los países ricos.

 

En muchos países pobres los pequeños productores estaban recuperándose de los efectos de la COVID-19, sequías, ciclones y otros desastres de los últimos dos años, pero la nueva guerra afectará sus ingresos al aumentar el costo de los insumos y las interrupciones en las cadenas de suministros.

 

 

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