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El amor después del amor

A treinta años de la edición del disco más vendido de la historia del rock nacional, algunas de las canciones siguen en la memoria de los argentinos. Recuerdos imborrables de la presentación en el Ave Fénix.

Por Miguel Garro
| 20 de junio de 2022

Si en “Giros” Fito Páez había ofrecido su corazón ingenuo, en “Ciudad de pobres corazones” lo había expuesto con dolor y en “Tercer mundo” le había dado alegría en un himno mundialista, en “El amor después del amor”, el disco de cuya edición se acaban de cumplir tres décadas, lo estrujó, lo expuso y lo dejó a disposición de millones de personas. En ese entonces, el corazón del rosarino era un laberinto de sensibilidades, un órgano acorazado que había sufrido traiciones, asesinatos y un amor mutuamente tóxico —antes que el término se masificara— con Fabiana Cantilo. Pero que permanecía con la suficiente esperanza como para volver a enamorarse.

 

Y así fue que tras empezar una relación con Cecilia Roth, amigarse con las masas que le habían hecho un guiño en los inicios de su carrera e involucrarse prematuramente con los próceres de la música nacional, Fito editó, el 1° de junio de 1992, el que sería el disco más vendido de la historia del rock argentino. Puede que, como se especuló a poco de su lanzamiento, las canciones hayan estado atravesadas por el estado de enamoramiento que invadía al músico por entonces. Eso se combinó con una inspiración en estado de ebullición, la limpieza interior que empezaba a evidenciarse, la resignación y la paz que llegaron tras una tragedia familiar, y la visión del mundo de un hombre que entraba en su madurez.

 

En una hora y catorce canciones, el artista se paseó por los géneros (hay baladas, hay zambas, hay mucho rock) y convocó a cuanta figura musical había en el país: de Mercedes Sosa a Claudia Puyó, de Luis Spinetta a Osvaldo Fattorusso, de Fabiana Cantilo —su expareja— a Ariel Rot —por entonces, su cuñado—, de Gustavo Cerati a Lucho González, de Charly García a Andrés Calamaro, en la misma canción, poco antes de que entre ambos se desatara una feroz pelea por un amorío de la que nunca hubo noticias de reconciliación.

 

Para llegar a ese momento cumbre en su carrera, Páez tuvo que oficiar de gurrumín en la trova rosarina (el colectivo musical que llevó a Buenos Aires a Juan Carlos Baglietto, Rubén Goldín, Adrián Abonizio, Silvina Garré, Jorge Fandermole y toda una camada de compositores de esa ciudad santafesina) y de nueva promesa instrumental en la banda de Charly García. Además, ya encaramado en su carrera solista, tuvo que desnudarse y presentarse en sociedad en su primer disco, que lleva como nombre el año de su nacimiento; mostrarse vulnerable y furioso ante las injusticias; hacerse fama, y convertirse en un certero narrador de vendedores ambulantes infantiles y ciudades de pibes sin calma.

 

 

 

“El amor después del amor” rompió todo lo que Páez había hecho hasta ese momento y lo expuso más sensible que nunca, tocado en la fibra amorosa, a punto de cumplir 30 años (justamente el lapso que hoy se cumple de la edición) y con la lucidez de quien había leído (y entendido) a Charles Bukowski, se había reído con Jorge Porcel y había completado su masturbación cinematográfica con Pedro Almodóvar.

 

De hecho, en el disco, por primera vez y en varias ocasiones, Fito demostraría su interés por el cine, expuesto en “Dos días en la vida”, el spoiler perfecto de “Thelma y Louise”, la película de Susan Sarandon; “La Verónica”, narrada como si fuera un guion cinematográfico, y la letra de “Tráfico de Katmandú” (probablemente el mejor tema del disco), que hace referencia a “Citizen Kane” (probablemente la mejor película de todos los tiempos).

 

Más tarde, el autor materializaría ese camino en las dos películas que, como director, filmó hasta ahora: “Vidas paralelas” y “¿De quién es el portaligas?”, ambas con dudosos resultados estéticos. Hace poco, Netflix anunció la producción de una serie sobre la grabación de “El amor después…”, que significaría el retorno de Fito al segundo amor. Después del amor.

 

En el primer lustro de los ‘90, el rock nacional conoció “Dynamo”, el disco más experimental de Soda Stereo, Los Redondos tomaban “La mosca y la sopa”, Charly seguía sus provocaciones con “Filosofía barata y zapatos de goma”, y se preparaba para dar el zarpazo con “La hija de la lágrima”, y Spinetta continuaba su carrera con “Pelusón of milk”, el disco que tiene “Seguir viviendo sin tu amor”, acaso su mayor éxito en su era solista.

 

“Me acuerdo que en ese momento todo el mundo se preguntaba por qué Fito sacaba un disco en ese contexto, porque todavía no pertenecía a la elite del rock argentino y consideraban que era apresurado. El tiempo le dio la razón”, sostuvo Martín Barroso, el teclad i s - ta radicado en la provincia, quien recorre los bares con sus interpretaciones de clásicos nacionales, entre los que, por supuesto, hay muchos de “El amor…”. De hecho, el día en que se celebraron los 30 años del lanzamiento, Martín subió un video con su versión de “Tumbas de la gloria”, uno de los temas que más le gusta del disco. “Los otros que me vuelan la cabeza son 'La balada de Donna Helena' y 'Creo'”, eligió el músico.

 

Las canciones seleccionadas por Barroso no son, precisamente, de las más difundidas. Un repaso por ese ítem lleva a mencionar a “Dos días en la vida”, “Un vestido y un amor”, “La rueda mágica”, “Brillante sobre el mic”, “A rodar la vida” y la que le da nombre al disco.

 

“Me acuerdo de ver el clip de esa canción, con la voz de Claudia Puyó en la parte más salvaje, y me encantó — dice Eric Weigel, productor televisivo de ‘Arqa’—. Pero lo que más quedó resonando en mí fue el concepto del amor después del amor. Yo estaba en la adolescencia y me preguntaba, justamente, cómo sería enamorarse después de haber estado enamorado”.

 

Curiosamente, la idea de amar tras el amor se materializó con más fuerza en Weigel por un acontecimiento no romántico, aunque doloroso. Cuando oyó el disco su madre había fallecido hacía poco y su manera de entender el título estuvo también relacionada a la figura materna y la continuidad del amor tras la desaparición física.

 

Para Barroso, el encuentro con el disco tuvo otra escala. Un día estaba en su casa de Buenos Aires y escuchó a Fito en una entrevista que dio en “El mundo de Antonio Gasalla”, el programa que tenía como cortina a “Funky”, el tema de Charly García. “Decía que se iba a ir del país porque ya no tenía nada que hacer acá. Tenía una de esas camisas floridas, grandes, que usó en un tiempo, y me llamó mucho la atención su onda”.

 

El periodista Ángel “Polaco” Altavilla considera que “El amor después del amor” es de los pocos discos en los que a la primera escucha se intuye que va a trascender. “Que la mayoría de las canciones sea de consumo masivo, en propagandas, muletillas y cantos de cancha, indica su peso artístico y que el autor lo someta a experimentos sónicos en aniversarios y sobreviva con dignidad da cuenta de su calidad sonora”, dijo.

 

Como el “Romance 2” de Luis Miguel, Altavilla cree que “El amor después…” es el disco que “está en todas las casas”, algo que es contradecido por Weigel: “Debe ser, de los que no compré, porque nunca lo tuve, el álbum que más escuché en mi vida”, sostuvo el productor, ganador de un Martín Fierro Federal.

 

Aunque no de manera determinante, hay otro elemento externo que pudo colaborar con la venta y la escucha del trabajo. Los primeros '90 fueron el segmento temporal en el que los discos compactos trajeron una forma de escuchar música en enorme fidelidad, causante de sensaciones que el aficionado promedio no había tenido forma de descubrir hasta entonces. Pero nada, ni aún ahora, 30 años después, se compararía con el vivo.

 


A girar mi vida
Las presentaciones en vivo del histórico álbum tuvieron la misma repercusión que las ventas. Casi un año después del lanzamiento, el 24 de abril de 1993, Páez hizo dos recitales en el estadio de Vélez, que estaba completo, y luego arremetió con diez funciones en el Teatro Gran Rex, de la avenida Corrientes.

 

Luego de eso, empezó la llamada “Rueda mágica tour”, una gira por todo el país que en julio lo traería a San Luis. Las entradas no se vendieron al ritmo previsto y pocas semanas antes del recital se anunció la postergación por una gripe virósica que había contraído el autor.

 

No tuvieron que esperar mucho los seguidores puntanos del rosarino: el domingo 15 de agosto, por fin, las canciones de “El amor después del amor” sonaron en la cancha de básquet del complejo Ave Fénix, en el que fue el último recital de la gira antes de que la banda viajara a España y al resto del continente. La foto que ilustra esta página es de aquel recital.

 

“En aquellos años en que no había internet ni facilidades de comunicación, apenas se supo que venía Fito lo consideramos una gran noticia. Era una cita obligada. En el show, la banda estaba en su esplendor y tenía un repertorio que la gente cantó completo”, recuerda Altavilla, presente en aquel show. “Todavía conservo la entrada, la número 696, y un folleto de la gira que daban en la puerta”, sostuvo “Polaco”, alma de coleccionista.

 

Uno de los mitos sobrevivientes del concierto indica que la cantidad de público fue notablemente inferior a la que había contabilizado la producción de Páez en el resto de la gira. La precisa crónica publicada en El Diario de la República días después del recital indica que unas 1.800 personas acompañaron a Fito aquella noche.

 

“Hay alguna teoría conspirativa — teoriza Altavilla— que dice que en los ‘80 y los ‘90 San Luis no era un terreno muy dado para los conciertos; afortunadamente, los tiempos cambiaron y hoy nos jactamos de tener muchos espectáculos muy interesantes”.

 

La publicación de este medio también aporta al respecto: “El espectáculo montado fue grandioso y —como pocas veces lo hace— el público puntano, caracterizado por ser muy exigente y hasta mezquino en algunas ocasiones con los artistas, aplaudió y cantó a rabiar con su ídolo”.

 

La lucidez de Fito arriba del escenario estaba tan a tono que una de las primeras frases que lanzó estuvo íntimamente relacionada con la provincia. “Esto es para esta ciudad, el mejor lugar en el mundo”. La referencia no fue una simple demostración demagoga, sino un guiño que Páez hizo a quien quisiera verlo: ese mismo año se había estrenado en los cines de todo el país “Un lugar en el mundo”, la película de Adolfo Aristarain que fue filmada en San Luis. La protagonista central de la historia era Cecilia Roth.

 

De dos horas y media de duración, el concierto puntano tuvo todos los temas del disco y muchos de la cantera anterior del rosarino como “11 y 6”, “Ciudad de pobres corazones”, “Polaroid de locura ordinaria” y “Dale alegría a mi corazón”, la canción con la que se despidió.

 

La promesa de volver que Fito volcó en aquella ocasión se hizo realidad, aunque varios años después. La memoria contabiliza al menos tres presentaciones de Fito en la provincia tras el éxito de su disco: en la Fiesta de la Música de Villa Mercedes, en la presentación del Tour de San Luis en enero de 2015, junto con Tan Biónica, y, apenas un mes más tarde, en el Festival de los Ríos, que se hacía en el anfiteatro “Ramón Abregó”. 

 

El 24 de septiembre, en Córdoba, Fito iniciará una gira que lo llevará luego a Buenos Aires, para hacer dos Movistar Arena, y luego lo eyectará a Uruguay, Estados Unidos, México, Brasil y Europa. Todo como parte de los festejos por las tres décadas de “El amor después del amor”, el disco que se parece a ese rayo de sol.

 

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