"Guau, boggio, miau", la nueva muestra de Daniel Boggio

Se nota la urgencia en la nueva exposición de Daniel Boggio, un hombre que armó una vida y una carrera artística con preceptos que no está dispuesto a negociar. La utilización de elementos reciclados para componer sus cuadros es uno de ellos y la decisión de que casi todo lo que haga esté atravesado por un estiletazo artístico podría ser otra. Hay más, pero pertenecen a una esfera más íntima y reservada.

Esa discreción, sin embargo, empezó a trizarse en la foto que el artista eligió para promocionar su nueva muestra, sucesora de la potente “La mala educación”, de 2018. En la imagen, Daniel está completamente desnudo y entrega una metáfora que invade las creaciones de “Guau, Boggio, miau”, la exposición recientemente instalada en el hall del Centro Cultural de la UNSL. Allí, muchas de las determinaciones que el autor tomó en el tiempo pandémico están expuestas y pintadas con el apremio de quien cree que puede ser la última vez. Aunque suene apresurado.

En los collages hay papel, pasto seco, cartón, tela y mucho color, una constante en la obra de Boggio, quien evita caer en la provocación y prefiere hacer asomar algunos mensajes en sus piezas destinados a la reflexión del espectador.

Habitante de la ecoaldea (allí, otra declaración de principios), el artista dividió la muestra entre algunos cuadros abstractos y otros figurativos, donde los perros y los gatos comparten protagonismo con las figuras humanas. También hay paisajes urbanos, otros animales silvestres y muchas muñecas, de todo tipo, un elemento que tiene el punto más evidente en “La Barbie muerta”, un cuadro con el reconocido juguete de piernas largas encerrado en un ataúd.

En el centro del espacio, el plástico dispuso dos colgantes armados con el plástico de los tomacorrientes y otros elementos del mismo material como tapas de tuppers, recipientes de helados y el acrílico de las ópticas de los autos.

La nueva exposición no solo consolida a Boggio como uno de los artistas plásticos más originales de la provincia, sino que lo erige también como uno de los más convocantes. Unas cien personas estuvieron en la inauguración del viernes a la noche, donde con la música de fondo de Jorge Drexler (que también podría funcionar como una cuestión de principios), una mesa proporcionó a los visitantes pochoclos, bollitos de pan casero y vino en damajuana.

Para la apertura de “Guau, Boggio, miau” (el hecho de que pueda bautizar la muestra con su apellido en el título es una demarcación de estilo), el artista organizó una performance que trasladó a la galería del edificio del Rectorado. Allí, con una túnica blanca, una máscara de la que se desprendían largos mechones y una mano enguantada con uñas de ramas que sostenía una linterna sorprendió a su público con una puesta inusual.

La intervención de Boggio armada para la jornada inaugural terminó con escenas de percusión, una simulación de autoflagelo, algo de humor y baile tribal, una combinación aplaudida por el público compuesto por habitantes de la ecoaldea, artistas que se acercaron a saludar a su colega y muchos jóvenes que conocen y respetan la actividad del expositor.

Algunos de los preceptos que el barbado pintor demuestra en su nueva apuesta son tácitos. Otros están deliberadamente expuestos. El más evidente está escrito con letras mayúsculas blancas sobre un fondo oscuro en una de sus pinturas: “Cuando pinto, pienso en mis amigos. Solo me concentro cinco minutos en el trabajo que estoy haciendo; los demás pensamientos no tienen que ver con la plástica”.

Redacción / NTV