Chavela Vargas: el jardín del continente

Costarricense y del mundo, mexicana por adopción, Chavela Vargas es una voz única en su desgarro perpetuo, allí donde sabían volcarse las poesías más profundas de una Latinoamérica ardiente. Sin duda alguna, pionera en el sentir libertario, de un cuerpo que se plantaba en territorio de varones, a sentir, como cualquier otro, su amor por una mujer. Y más sus desamores, enviciados en ellos, en la condena del querer como no se había cantado antes. Atrevida, dispuesta a vestirse y decir las palabras prohibidas para conquistar el corazón de quien quiera.

Su fuerza y avance le brindó el pasaje al territorio mundial y repartió las canciones populares, como ser “La Llorona”, “Macorina”, “Luz de luna”, entre tantas.

Dicen que fue amante de Frida Kahlo, he aquí una prueba de su potencia. No cabe duda que estas dos inmensidades pudieron haberse dado un amor fraterno y fugaz.

Es Chavela un símbolo del querer, del poder femenino que diside la estructura patriarcal de la historia humana. Y así mismo, imagen y voz de un folclore latinoamericano profundo que en su andar por el mundo supo presentar a su paso los paisajes de este continente. En voz de una mujer, que todo lo podía.

Hoy se la recuerda con su ardiente poncho rojo, como bruja conquistadora y chamana de un poder milenario. Siendo tanta su energía incontrolable, es sabido que supo sumergirse en el alcohol por casi veinte años de su vida. Una pesadilla de la que despierta, para emprender una nueva vida, pero sin olvidarse de las oscuridades.

Amiga de grandes almas como Federico García Lorca y Pedro Almodóvar, una manada resiliente que andando se encontró y acompañó. Un intercambio de paisajes dispuestos a vivir sin permiso. Una premisa que la sostuvo hasta el final.

Fue en España, a principios de los 90, donde vivió su regreso al escenario. Decidiendo dejar para siempre su caprichosa adicción al alcohol y dedicar la vida al cantar. La canción que la curaba, que le daba sus poderes y le permitía también curar a los demás. Así retorna a sus andanzas. Se dice que curó a un niño de la muerte.