América Latina es una de las regiones del mundo más afectadas por los impactos del cambio climático. Los fenómenos meteorológicos extremos, sequías, olas de calor, ciclones tropicales e inundaciones, provocaron decenas de muertes y graves daños en la producción de cultivos y en las infraestructuras.
Mientras estos fenómenos aumentan en frecuencia e intensidad, han empujado a millones de personas a emigrar.
Y dado que está previsto que las temperaturas medias de la región también aumenten a un ritmo superior a la media mundial, es esperable que estas crisis convergentes crezcan en las próximas décadas.
Sin embargo, en algunos rincones de América Latina aparece un cambio de tono antes de la cumbre (COP27), a celebrarse en Egipto en noviembre, con voces destacadas que piden que la región desempeñe un papel más asertivo en las negociaciones sobre el clima, y que impulse la acción climática desde la región.
El reciente informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) expone algunos datos alarmantes sobre los impactos de un mundo caliente y un clima cambiante en América Latina. Los glaciares de los Andes tropicales perdieron cerca del 30% de su superficie desde la década de los 80, lo que aumenta el riesgo de escasez de agua para las poblaciones y los ecosistemas de la región.
En 2021, el nivel del mar en la región, concretamente en su vertiente atlántica, también subió a un ritmo más rápido que la media mundial, aumentando las amenazas de inundaciones, contaminación del agua dulce y mareas de tempestad en las zonas costeras donde está concentrada gran parte de la población.
El informe también destaca la intensificación de la megasequía en Chile, que ya entró en su decimotercer año, lo que la convierte en la más larga y grave de los últimos mil años.
En América del Sur en general, las sequías contribuyeron a una disminución del 2,6% en la cosecha de cereales de 2020-2021, en comparación con la temporada anterior. Las amenazas a la producción agrícola de la región —y por extensión una amenaza a su economía— fueron agravadas por las olas de calor.
Los países de América Latina y el Caribe representan en conjunto menos del 10% de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero, y la mayoría de sus contribuciones provienen del sector energético, la agricultura y el cambio de uso del suelo.
Sin embargo, al estar más expuesta a fenómenos extremos y a tasas de cambio superiores a la media, la región soporta el peso de las emisiones de los grandes contaminadores.
Luego de la reunión celebrada en julio en República Dominicana, emergió un mensaje fuerte: “Debe quedar claro para nuestros pueblos y para el mundo que vamos en serio y que, incluso en las circunstancias más difíciles, no vamos a parar. Vamos a superar las dificultades. Este es el mensaje que América Latina y el Caribe están llevando a la COP27 en Egipto”. Unidad regional frente a la problemática del clima.
Aunque enfrenta enormes desafíos, América Latina también demostró ser un centro de soluciones innovadoras para el cambio climático.
La región tiene un gran potencial en energías renovables como la eólica, la solar y la geotérmica. También existen importantes avances en el sector del transporte, especialmente en los autobuses eléctricos en las últimas décadas, y un crecimiento incipiente en la adopción de autos eléctricos privados, con países que buscan estimular una adopción más amplia a los vehículos eléctricos.
En el camino de que debe hacerse más temprano, está el cuidado de los bosques, los lugares más importantes de la Tierra para el secuestro de carbono, pero enfrentan importantes amenazas en América Latina, donde biomas como el Amazonas, el Cerrado y el Gran Chaco sufrieron una gran deforestación en las últimas décadas.
El camino es largo.
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