Las economías que han registrado una afluencia significativa de migrantes a lo largo de los años pudieron constatar claramente que la gente tiende a estar mejor como resultado de la migración.
El concepto pertenece a Amy Pope, flamante secretaria general y primera mujer en la historia al frente de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Y comenzó sus tareas con una sólida defensa del aporte de los migrantes para el desarrollo de las economías en los países de acogida.
Como ejemplo: España, con 5,6 millones de migrantes en 2022, 11,7% de su población, según cifras oficiales, “que aprovechó las soluciones laborales que ofrecen esas personas”.
En reuniones de la OIM con el gobierno español, sus autoridades han dejado muy claro que ven necesidades de mano de obra en su país. Reconocen que las vías de migración son una de las formas de satisfacer esas necesidades de mano de obra.
El objetivo de la OIM es pedir más vías regulares y realistas para las personas que decidan migrar.
El organismo asegura que el sector privado en todo el mundo, pero especialmente en Europa y América del Norte, está desesperado por que la migración cubra las necesidades de su propio mercado de trabajo y para continuar impulsando la innovación en sus propias compañías.
Los informes del Banco Mundial plantean a la migración como “una fuerza poderosa” para la reducción de la pobreza, y actualmente, no menos de 30 de las economías más grandes del mundo luchan por cubrir puestos en los sectores de salud, agricultura, construcción y hotelería, entre otros.
Hay unos 280 millones de migrantes en el mundo, un proceso que no cesará pronto, dado el enorme impacto de la crisis climática, los conflictos, la persecución y otros factores que desestabilizan a las comunidades frágiles de todo el mundo, desde América Latina hasta Europa, Asia y África.
Decenas de millones de personas migraron este año como resultado del impacto climático y hay cientos de millones más que viven en comunidades extremadamente vulnerables al clima.
Debido a esta dramática situación, a menos que las naciones más ricas ayuden a esas personas a resistir la sequía y otras crisis climáticas, aprovechando al mismo tiempo las oportunidades que ofrece la migración, es muy probable que el mundo registre más movimientos de gente desesperada.
Los migrantes son, en primer lugar, personas, “no deben ser vistas como un problema”, esa distinción es hoy más crítica que nunca y pasaron 10 años desde que un naufragio frente a la costa italiana, el 3 de octubre de 2013, se cobrara más de 368 vidas.
Para la OIM, “el mayor temor es que tales tragedias se hayan normalizado”. En 2022 y en lo que va de 2023, varios miles de personas migrantes desde el norte de África han perecido en naufragios, al zozobrar los frágiles botes de goma o viejas barcazas de madera en las que tratan de cruzar el mar Mediterráneo.
“Antes de que las etiquetemos como migrantes o solicitantes de asilo o cualquier otra cosa, tenemos que pensar que son personas. Valorar su vida y su dignidad es clave para todo lo que digamos y hagamos en cualquier Estado miembro con el que trabajemos”, enfatizó Pope.
La migración es un proceso positivo para las naciones receptoras porque impulsa la innovación, la oferta laboral, la renovación o la revitalización de comunidades que envejecen.
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