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Mariela Cros: "Militamos el feminismo desde las pequeñas acciones"

Hace muchos años trabaja en el Movimiento Evita y es reconocida por su trabajo sociocomunitario en barrios carenciados. Es la primera vez que se postula a un cargo político y reconoce que su compromiso es heredado de su familia.

Por redacción
| 19 de marzo de 2023
Caminante a su camino. Mariela Cros se postuló como gobernadora con la esperanza de transformar la realidad. Foto: Inés Cobarrubia.

En el medio de una marea violeta, Mariela Cros es una de las tantas mujeres que camina en la manifestación del 8M. Marcha sonriente, en silencio. Saluda a quienes se le acercan y se cruza de vereda invitada por alguien que quiere presentarla. Mariela está acostumbrada a caminar: ha recorrido barrios enteros, ha saludado a muchas compañeras en sus alegrías y las ha abrazado en sus tristezas. Mariela es tímida, pero igual se anima. Dice que el teatro la ayudó en la adolescencia a exteriorizar su personalidad.

 

Ahora, su apellido está en los zócalos de los programas de televisión y la saluda gente que no conoce. Es candidata a gobernadora en San Luis por el Movimiento Evita.

 

De hablar tranquilo y sonrisa permanente, le explicó a Tinta Violeta por qué quiere ser gobernadora.

 

 

—Hablás muchas veces de la agricultura familiar, en la que las mujeres son claves...

 

—Militamos lo que tiene que ver con la economía popular, que atraviesa muchas cuestiones, como las tareas de cuidado, la agricultura familiar, la producción, lo textil y la gastronomía. Todo lo que tiene que ver con el empoderamiento de las mujeres y pensar que hay otra economía, que no es la economía tradicional a la que por ahí estamos acostumbrados. El decir "tengo un trabajo, tengo un sueldo a fin de mes". Hay otras formas de inventarse el trabajo todos los días y eso también moviliza la economía.

 

 

—¿Cuál es tu trabajo actual en los barrios?

 

—En el barrio República hacemos tareas más sociales, ayuda escolar. Pero ahora me tocó más que nada hacer gestión de los proyectos productivos. A eso me dediqué más.

 

 

—En el barrio República seguramente hay montones de historias y realidades de mujeres que son feministas, sin saberlo, quizás...

 

—Tal cual. Es cuando militamos el feminismo y el transfeminismo popular que está más alejado de lo académico y tiene que ver con las pequeñas acciones que vamos adquiriendo todos los días. Con el abrazar a una compañera, con el cuidado integral de las niñeces, de las infancias y de los adultos mayores. A través del trabajo sociocomunitario es donde practicamos el feminismo popular. Quizás no lo reconocemos, pero es ser feminista. Porque está como estigmatizado que son las académicas o las que van y rompen todo. Pero hay un montón de feminismos.

 

 

—¿Qué historias te han impactado más en este terreno, en ese feminismo de territorio?

 

—Siempre cuento la historia de unas compañeras que en El Volcán construyeron un SUM. Ninguna de ellas sabía nada de construcción, por la cuestión de los mitos y estereotipos que existen. Las compañeras aprendieron a hacer los blocks solas, aprendieron a revocar. Lo mismo pasó en un SUM que se llama La Montonera, en la ruta que va a San Juan. Aprendieron a revocar, a hacer un montón de cosas de albañilería. Y no solamente lo hicieron porque tenían que cumplir a través del programa, sino que lo hacían porque construían sus propias casas, no esperaban a que alguien viniera a hacérselas.

 

 

—¿En qué se sienten más desamparadas las mujeres con quienes has trabajado en los barrios?

 

—Primero que todo, en la Justicia. Es una deuda muy pendiente que tenemos el poder lograr la reforma judicial feminista y transfeminista. Y luego, la situación económica, no porque no se puedan hacer cosas, sino porque muchas tienen a cargo niñeces. Muchas están solas. Necesitan recuperar la crianza circular o en manada para poder salir adelante. Cuando nosotros planteamos las femiferias pensamos también en un espacio de cuidado de niñeces para que la compañera pueda ir a comercializar sus producciones. Quizás puede hacer sus productos en su casa mientras se organiza con las tareas diarias, pero después, a la hora de vender está limitada porque no tiene dónde dejar a esos niños.

 

 

—¿Por qué creés que cada vez más mujeres se suman a las femiferias?

 

—Porque se difundió más, pero también por la necesidad. Porque hay un montón de productoras que no encuentran ese espacio. Decidimos no cerrarlo a nuestra organización, que es Mujeres Evita, sino hacerlo amplio. Sabemos que si nos cerramos, no crecemos. Tenemos que poder difundir eso y acompañar a otros sectores que por ahí no están tan llegados. El espacio es para todos.

 

 

—¿Por qué querés ser gobernadora?

 

—Para transformar la realidad. El Movimiento Evita tiene que ver con una construcción colectiva, con un peronismo que retoma las bases del peronismo de Evita, con la justicia social, con vivir con más derecho, con más igualdad. El lema de "tierra, techo y trabajo" hay que repensarlo a la luz de este siglo: "tierra, techo y trabajo 3.0", le digo yo. ¿Una tierra fumigada, una tierra arrasada, deforestada, o una tierra que nos alargue un poquito más nuestra permanencia en el planeta? La cuestión ambiental es transversal a todo lo que uno tiene que pensar y nos está apremiando. Pensar esa tierra como una tierra para producir, ¿pero para producir qué? ¿Soja? ¿O para la agricultura familiar?

 

¿En qué techo pensamos? En una vivienda digna. Si bien en San Luis tenemos un montón de políticas relacionadas con el acceso a la vivienda, pensamos ¿qué tipo de vivienda, con qué accesibilidad? Si pensamos en un barrio, debe tener acceso a la luz, a los servicios básicos, las cloacas, internet, transporte, educación y seguridad. Si vamos a replicar la construcción tradicional o tomar cuestiones de la bioconstrucción, más amigables con el planeta.

 

Y en el caso del trabajo, pensar en la economía popular, repensar qué trabajo para este siglo, para San Luis. Qué es lo que podemos producir, qué es lo que llamamos trabajo y cómo nos identificamos y nos ordena la vida también el trabajo.

 

 

—¿Quiénes se han acercado a partir de que expusiste tu intención de ser candidata?

 

—Muchas mujeres en los barrios, con quienes hemos ido a participar a algunas reuniones. Sobre todo mujeres y juventudes, mujeres jóvenes, con hijos, quienes han sufrido violencia también.

 

 

—¿Qué cosas te indignan y te afectan?

 

—Me da mucha rabia la injusticia. Mucha rabia. Las cosas que van desde un fallo judicial formal hasta la injusticia de la vida. ¿Por qué? ¿Por qué la vida es tan injusta con esta gente, con esta compañera? Mirá el esfuerzo que está haciendo. Eso me enoja mucho. Siempre encuentro que la forma de revertir es involucrándome; si te quedás en la indignación, te hace mal a vos y si estás mal, no podés ayudar a nadie. Esa fue una cuestión que aprendí en la militancia, porque antes decía "¿Y yo qué voy a hacer en este espacio? Soy una privilegiada, puedo estudiar tres carreras universitarias, pude tener mi casa propia, auto, los niños están sanos. ¿Qué puedo aportar desde acá?". Y sí, todos tenemos un montón para aportar. Y lo vas descubriendo cuando te vas involucrando; eso es sumamente satisfactorio.

 

 

—Los valores que tenés ¿son heredados de tu familia?

 

—Fundamentalmente este compromiso social. Rememorando un montón de cuestiones de la vida encontrás que estuvieron siempre presentes en la familia. Porque mi abuela los 8M, cuando yo tenía 10 años, hacía el taller de la mujer en una biblioteca pública en San Martín, donde vivía ella. Cuando nos fuimos a vivir a Carpintería, mi abuelo puso a disposición el salón donde teníamos la pizzería y ahí enseñaban ajedrez. Esta cuestión social estaba presente en la familia, aunque no estaba organizada y sistematizada. Estaba ahí, solo que lo vas descubriendo después.

 

 

 EN PRIMERA PERSONA

 

Toda mi infancia la viví en la zona de Bella Vista, en el Gran Buenos Aires. Cuando vine a vivir acá empezamos a recuperar un poco la sangre puntana.

 

Cuando era chica hacía teatro, algo que me hizo muy bien. Yo era muy tímida y muy poco sociable, y a partir de entonces me empecé a soltar un poco más.

 

Fui a la escuela pública, la Nº 10, cerquita de mi casa. La secundaria la hice en San Miguel.

 

Estudié en Merlo la carrera de Gestión Hotelera; yo pensaba que después de eso viajaría por todo el mundo. Trabajé mucho tiempo en gastronomía, en Merlo y en La Punta. También estudié Psicología, que no pude terminar todavía porque pasaron cosas, como los hijos. Y estudié la Licenciatura en Mediación y Resolución de Conflictos en la ULP.

 

Estoy casada desde el año 2009 con Braulio, con quien tenemos dos hijos, Fidel y Juana.

 

Esta es una provincia que quiero mucho y la elegimos para vivir. Y elegimos también tener a nuestros hijos y formar nuestra familia acá.

 

 Redacción / NTV

 

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