Las parejas y el amor

Algunas personas creen que el amor está siempre disponible. Que siempre podrán amar, una y otra vez, con intensidad.

Las constelaciones familiares nos muestran que los grandes amores se viven una vez, o dos como mucho. Y todo lo que llega después, si este gran amor se termina, son amores diluidos donde podremos compartir ciertas experiencias gratas, pero no así el gran amor.

Nuestra alma no tiene soporte para tanto. Luego de concluir con una gran pareja, es una tonta esperanza creer que podremos volver a amar de la misma forma.

Esto lo vemos en la práctica, cuando alguien se presenta y dice que luego de separarse de una pareja significativa, lo que ha llegado después apenas llena ese espacio en el corazón. Es que el alma una vez que se entrega sigue en conexión perpetua con ese otro, allí donde se generó un fuego. Quizá una separación, un duelo y el paso del tiempo amortigüen esa pérdida. Lo que viene después será un repaso del amor.

Una pareja significativa siempre es un síntoma para el otro, y para uno. Síntoma que significa crecimiento o repetición.

Ese síntoma me pone en sintonía con todo lo pendiente de mi sistema familiar, asimismo lo que yo le ofrezco al otro. Ambos, seremos síntomas resonantes. Lo bueno es que el amor nos permite lidiar con el síntoma y restablecer aquello que estaba oculto o inconcluso en el sistema. Quizá lo inconcluso era la sexualidad. Quizá la permanencia. Quizá el respeto. Quizá la inclusión de lo distinto. Lo importante es que el amor, el gran amor, nos permite ver aquello que solo podemos ver en el rostro del otro, pero que tiene que ver con nosotros mismos, con nuestra historia, con nuestros ancestros y ancestral, con la forma de sentir amor en esa línea histórica llamada familia. Ese gran amor siempre nos mostrará el laberinto de nuestra existencia. La sexualidad nos permite hacer el recorrido de ese mapa complejo acompañados, sin miedo, o con miedo, pero acompañados.

Por eso a un gran amor le decimos gracias por siempre. Y gracias ahora.