La ludopatía afecta a jóvenes y adolescentes
Una cuestión social urgente por abordar es la de las apuestas. Vale la pena comenzar tomando noción del volumen al que nos referimos: solamente en el Mundial de Qatar movilizaron 35.000 millones de dólares, un 68% más que el mundial de fútbol anterior. Y el incremento tiene mucho que ver con la proliferación de las plataformas de juego online. Y se agrava si tenemos en cuenta que se trata de un fenómeno que abarca a jóvenes y a adolescentes. Hay en el mundo muchas organizaciones preocupadas por el crecimiento exponencial del problema. Y resulta valioso difundir la información que generan. El 41,2% de los apostadores elige el fútbol como su opción principal, seguido por los bingos (37%) y el boxeo (16,8%).
Se sabe que esta inclinación por el fútbol está vinculada a la fuerte presencia de patrocinadores de apuestas en el ámbito deportivo, donde, por ejemplo, un alto porcentaje de los equipos de Primera División en Argentina llevan en sus camisetas publicidad de casas de apuestas. Es justo mencionar al club Vélez Sarsfield de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que ha prohibido esta práctica en su institución. En Argentina, está prohibida la participación de menores de 18 años en plataformas de apuestas online, al igual que en casinos o bingos.
Sin embargo, la ludopatía crece a edades cada vez más tempranas y los especialistas en salud mental advierten sobre los riesgos de la adicción al juego, especialmente entre los adolescentes, un grupo vulnerable que se encuentra en plena etapa de desarrollo emocional y cognitivo. Las cifras son contundentes: el 8,29% de los argentinos apostó online en algún momento de su vida, cifra que se eleva al 12,5% en jóvenes de entre quince y veinticuatro años, y alcanza el 15,5% en el grupo de veinticinco a treinta y cuatro años, según un reciente informe presentado por el Observatorio de Adicciones y Consumos Problemáticos de la Defensoría del Pueblo bonaerense. Y no se habla simplemente de juego. La ludopatía es un trastorno psicológico que se caracteriza por la compulsión a apostar y afecta significativamente la vida personal, familiar, académica, laboral y económica de quienes la padecen. El juego virtual impulsó un cambio del perfil del jugador hacia jóvenes de quince a treinta y cinco años, muchos de ellos estudiantes secundarios o universitarios, que pasan largas horas en plataformas online. De viejas historias de hipódromos y casinos, versión clásica del problema, se ha producido un desplazamiento hacia las apuestas online en todo el mundo debido al auge tecnológico, la inteligencia artificial, la publicidad y las plataformas que las potencian.
El fenómeno es visualizado por las autoridades nacionales. Existen catorce proyectos de ley en la Cámara de Diputados de la Nación que buscan limitar y regular la publicidad que es la piedra fundamental. Claro que, a la hora de su tratamiento, en la última semana una diputada del PRO se enfrentó a los gritos y con insultos mutuos con un legislador de la Coalición Cívica.
La historia es conocida, pero no por eso menos grave. Hay muchos millones, valga la redundancia, en juego. La publicidad daña a la sociedad, pero prolifera en múltiples espacios que no se resisten a la brutal tentación de contribuir a la difusión de plataformas y sitios de apuestas por la que pagan fortunas. Es llamativa la conjunción de juego por dinero y deporte. Incluso la contradicción es flagrante cuando se ven advertencias y reflexiones, por ejemplo, en programas televisivos y en los cortes publicitarios las pantallas se ven inundadas de mensajes que convocan a ingresar a estos sitios de juego. Sucede en el mundo. No es una hipocresía solo local. Lo que no cabe es esconder la realidad y resistirse a enfrentar la cuestión.
Es cierto que hay campañas de organismos oficiales, no alcanzan. Se requieren acciones concretas y un compromiso firme de protagonistas y líderes de distintos ámbitos que deben asumir su responsabilidad social.


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