Entre la idea, la conciencia y la conveniencia
Mientras tengan vigencia la actual Constitución Nacional y las leyes actuales, mientras la configuración de las instituciones públicas se sostenga en el tiempo, el acuerdo político seguirá siendo una herramienta tan valiosa como trascendente. No hay que minimizar estos entendimientos al plano electoral. No se hace referencia solo a encuentros que se fijan como objetivo triunfar en una elección o alcanzar determinados cargos. El acuerdo político tiene como escenario principal el Congreso de la Nación. Allí está su ámbito natural y el espacio adecuado para la coincidencia y la negociación. De su seno puede nacer la constitución de bloques o interbloques si el entendimiento, por lo menos en la intención, es más permanente o simplemente la coincidencia a la hora de levantar o no las manos en un proyecto determinado.
Más allá de coyunturas o situaciones muy esporádicas, hay que encontrar bases más o menos sólidas para generar confianza en lo pactado.La política actual en la Argentina exhibe un alto desprecio por las ideologías. Vale comenzar por la Real Academia Española: Conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político, etcétera. De un modo más sencillo la ideología es el conjunto de ideas que caracteriza el pensamiento de una persona, grupo o época sobre diversos aspectos de la realidad. El término fue acuñado por el filósofo francés Destutt de Tracy a finales del siglo XVIII para designar la ciencia de las ideas y su origen.
En las ciencias sociales, una ideología es un conjunto normativo de emociones, ideas y creencias colectivas que son compatibles entre sí y están especialmente referidas a la conducta social humana. El historiador español José Luis Rodríguez Jiménez ha definido la ideología como «un universo de valores o conjunto de ideas que reflejan una concepción del mundo, codificados en un cuerpo doctrinal, con el objetivo de establecer canales de influencia y de justificación de sus intereses».Tantas miradas ayudan a desterrar todas las pestes que algunos sectores de opinión pretenden atribuirle en la actualidad a todo lo que tenga que ver con lo ideológico.
A los efectos de acuerdos y negociaciones se requiere una mínima coincidencia ideológica. Al no haberla se producen espectáculos francamente tristes de traiciones, decepciones y llantos. Los más experimentados tienen el cuero más duro y saben cómo funcionan estas cosas y a quienes tienen enfrente y al costado. Pero todavía quedan quienes creen que sus pares son capaces de una coincidencia franca capaz de satisfacer sus expectativas aún cuando perciban objetivos políticos, sectoriales y personales muy diferentes. El tamaño de la decepción suele ser proporcional al volumen de la expectativa. Así aparecen lamentosestruendosos, impotencias y frustraciones. No deja de ser llamativo que muchos legisladores se lamenten porque sus adversarios apliquen exactamente las mismas herramientas que ellos utilizaron apenas unas horas antes. Es patético apreciar como todo lo que endilgan a otros les cabe perfectamente a sus acciones.
No se trata de negocios, no se pueden aplicar las mismas lógicas. De este modo solo surgen éxitos efímeros y pasajeros que duran menos que una sesión legislativa. El otro elemento para tener muy en cuenta es la soberbia, hay quienes no logran comprender cómo en ese juego que proponen alguien fue más hábil y oportuno. Luego se pretende recurrir a la victimización y a declararse absolutamente impoluto, adjudicando a otros el origen de todos los males.
Para presentar propuestas serias y para ofrecer al mundo, al país y ala provincia soluciones ciertas y eficaces hay que comenzar por coincidencias de fondo. Hay que tener algunas ideas en común. Se puede contar con muchos seguidores o con un grupo limitado, lo que no se puede es amontonar voluntades que no exhiben la menor coincidencia. No todo puede ser cuestión de conveniencia, porque las conveniencias mutan con demasiada velocidad y hacen aparecer fenómenos que algunos desprevenidos no alcanzan a comprender.


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