SAN LUIS - Viernes 27 de Junio de 2025

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Los biocombustibles y un mercado más libre

Por redacción
| 05 de noviembre de 2024

Este año la presidencia del Grupo de los 20 (G20), de grandes economías industriales y emergentes, corresponde a Brasil, que aprovecha la oportunidad de impulsar el viejo sueño de crear un mercado mundial de biocombustibles sin las barreras comerciales aún vigentes.

 

Por lo menos desde el inicio de este siglo, Brasil intenta liberar el comercio internacional del etanol, pero hasta ahora sin éxito. El escenario es más favorable hoy, ante el agravamiento de la crisis climática y con otros países sumándose a la producción y al consumo de bioenergía.

 

Brasil tiene a cargo los temas y proyectos a discutir, crea grupos de trabajo e impulsa acuerdos, que cristalizarán en la cumbre anual del grupo entre el 18 y el 19 de noviembre en Río de Janeiro.

 

Lula da Silva ha impulsado temas sociales e incluyó los biocombustibles como aspecto central de la transición energética. Varias de sus propuestas ya fueron aprobadas en los grupos de trabajo o reuniones sectoriales, de ministros, expertos y sociedad civil a lo largo de 2024.

 

El contexto actual, impulsado por el liderazgo más activo de Brasil en el G20 y el avance regulatorio en combustibles alternativos, ofrece una perspectiva más optimista al éxito del país en expandir su mercado de biocombustibles, señalan los especialistas.

 

El foco ya no está limitado al etanol. Nuevos carburantes, como el combustible sostenible de aviación (SAF en inglés) y el biobunker, para el transporte marítimo, abren múltiples mercados y reducen el riesgo de proveedores dominantes.

 

A esos deben sumarse el biodiésel y el diésel verde, ambos derivados de insumos animales y vegetales pero distintos en su proceso de producción y en sus propiedades, siendo el segundo químicamente idéntico al diésel fósil.

 

Además está el etanol, ya producido en gran escala, y el biometano, equivalente al gas natural y producto de la refinación del biogás extraído de excrementos animales, residuos agrícolas, la basura urbana y desechos industriales.

 

El etanol prosperó como carburante de libre comercio en parte por temor a quedarse como rehén de pocos productores. Brasil y Estados Unidos responden por cerca del 80% de su producción mundial, con 35.400 millones de litros el primero y 58.000 millones de litros el segundo en 2023.

 

Brasil intentó fomentar su producción en países de gran producción o potencial de incremento de la siembra de caña de azúcar, como India, Cuba y México, para aminorar las barreras al comercio internacional del etanol.

 

Además del temor a la dependencia, otro escollo eran y siguen siendo las preocupaciones ambientales y de seguridad alimentaria. La bioenergía resta tierras a la producción de alimentos, argumenta especialmente Europa.

 

Ésa fue la alegación de Cuba, que hasta los años ’80 fue el mayor exportador mundial de azúcar, pero cuya producción cañera cayó posteriormente al punto de limitarse hoy prácticamente al abastecimiento del mercado interno de 10 millones de habitantes, que sufren una grave crisis energética.

 

India, antes reticente, ahora produce etanol, igual que otros países, porque su consumo mezclado con gasolina hoy es utilizado por más de 70 naciones.

 

Las inversiones crecieron en los distintos biocombustibles en el contexto del esfuerzo por reducir las emisiones de los gases invernadero.

 

Pero persiste un conflicto de intereses, de personalidad dividida. Si Brasil quiere ser líder en biocombustibles, debe descartar nuevas exploraciones petroleras.

 

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