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"Esto fue mucho peor que una película de terror"

Ezequiel Carbajal tiene 21 años y 17 de ellos los vivió en San Luis. A principios de 2024 se fue a buscar mejor suerte. En Valencia lo esperaba la tragedia. 

Por redacción
| 07 de noviembre de 2024
Voluntarios. Ezequiel y su compañero Mario asisten a la población luego de las inundaciones que destruyeron la academia en la que trabajaban. Foto: Gentileza Ezequiel Carbajal.

Ezequiel viajó en febrero lleno de ilusiones hacia Valencia, España. Buscaba un mejor futuro y dejar atrás una Argentina sin rumbo. Nunca imaginó que a fines de octubre, solo ocho meses después, viviría uno de los mayores desastres climáticos.

 


Ezequiel Carbajal tiene 21 años. Nació en Mendoza pero a los 4 años vino con su familia a San Luis. se crió aquí en la capital y aquí se convirtió en un puntano más, hasta que a principios de año decidió buscar otros rumbos.

 

 

"Me vine directamente a Valencia, a Catarroja, en busca de la estabilidad económica y generar un futuro acá. También soy futbolista, y vine con ese sueño de probar suerte acá en Europa y también ver el tema de poder entrar a algún club", cuenta en diálogo con El Diario de la República. 

 

 

En la tarde del martes 29 de octubre estaba en su lugar de trabajo, una academia de inglés. Llovía demasiado, y entonces comenzó el desastre: había llegado la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos). "Fue horrible, ni en una película de terror lo hubiese vivido así. Con un compañero estábamos en un salón dividido en dos; el primer salón era todo de placa Durlock, el segundo era con las paredes del costado y la de atrás de bloques, de material. Empezamos a ver que teníamos agua en el suelo; lo primero que pienso con mi compañero (Mario Orco) es que había una fuga, se había pinchado un tubo, o algo así. En el primer salón, al frente es toda una puerta de cristal enorme; el agua ya estaba llegando a la mitad. Y la puerta abre para afuera, o sea que no teníamos cómo salir", recuerda.

 

Ezequiel, Mario, y detrás el desastre que dejó el agua a su paso.

 

De inmediato la fuerte corriente empezó a llevarse los autos "como si fueran papel, motos, todo lo que agarraba al paso. Entonces pensé: 'Vamos a poner unos almohadones, cosa que no entre y tal', pensando en que no podría subir más. Para mi sorpresa, el agua subió 3,20 metros; toda la línea de barro que quedó afuera era 3,20: O sea, el agua nos iba a tapar". 

 

 

Con su compañero decidieron refugiarse en la parte de atrás del salón. "Nos metimos atrás esperando que eso no iba a suceder, y sucedió: reventó el cristal, la bocanada de agua entró con una fuerza impresionante. apenas impactó con la primera pared la derribó como si nada. El techo que era de Durlock se nos vino encima, por suerte los muebles amortiguaron todo lo que cayó. Mi compañero se lastimó toda la espalda, yo me doblé la rodilla y el tobillo".

 

 

Estaban acompañados además por dos chicas. La calle era un desfile de autos arrastrados por el agua; no podían cruzar al otro lado. Esperaron hasta poder pasar a otro edificio cercano y pudieron subir a un segundo piso. "Teníamos mucho miedo". 

 

 

La corriente ya no llevaba solo vehículos: gente gritando dentro de los autos, y cadáveres flotando eran la peor cara de la catástrofe.

 

 

Al amanecer, el panorama era desolador. "No teníamos ayuda, sin luz, no teníamos agua potable, estábamos sin comida. Si no fuera por el pueblo... la gente de Valencia Centro se unió para poder traernos comida, agua, una movilización enorme hicieron, y gracias a ellos hoy por hoy estamos sacando todo el trabajo adelante". 

 

El barro en todos lados. Ezequiel, junto a una pareja rumana trabajando en las calles valencianas. Foto: Gentileza Ezequiel Carbajal

 


Ezequiel ya no trabaja en la academia. "No quedó nada", dice. Hoy es un voluntario más, de los cientos de personas que tomaron en sus manos el trabajo que las autoridades decidieron no hacer. "Me voy temprano con un compañero y estamos al servicio de la gente para vaciar casas, sacar muebles. Que la gente pueda recuperar algo. También estamos para repartir alimentos, armando bolsas con un poco de de todo: artículos de limpieza y comida. Hay muchas personas mayores que no pueden bajar de sus edificios y somos nosotros quienes van por ellos: se acercan a las terrazas y gritan y piden tal cosa, entonces uno va, se sube, les lleva. Estamos de servicio, pero eso por parte del pueblo, porque como se puede ver en las noticias, en los TikToks, el gobierno prácticamente se lavó las manos".

 

 

La reflexión final deja entrever la solidaridad, la apatía oficial, la bronca popular. "Estamos solos como pueblo, si no fuera por la gente del centro de Valencia y sus colectas, y las redes, no tendríamos comida ni agua potable".

 

 

La bronca con el gobierno

 

Las críticas de Ezequiel y las de la población son todas para los políticos que conducen al país y a la región valenciana, por las consecuencias y la imprevisión de los gobiernos estatal y nacional ante la catástrofe. 

 

 

"La Policía de España y los militares no estaban autorizados a dar paso a la catástrofe por el gobierno. Recién después de un día se acercaron y el primero en llegar fue un oficial francés, ni siquiera de España, para ayudarnos". 

 

 

"Estaban diciendo que habían 280 muertos que se habían encontrado, cuando es imposible esa cifra. Sobrepasamos los mil muertos. Todo lo que ponen en las noticias, que hay pocos muertos y que las calles ya se están arreglando es todo mentira: el lodo nos sigue llegando a la altura de la rodilla. Igual, gracias a las redes sociales ya se puede ver que son una vergüenza. Que no saben actuar. Y que no están para nada preparados para una situación así", cuenta Ezequiel. 

 

 

"Cuando vinieron a Paiporta (el pueblo al lado de donde vivo) el rey, la reina y Pedro Sánchez (presidente español) les tiraron barro, les gritaron que eran los asesinos. Estamos siendo la vergüenza ante el mundo. Esta catástrofe no se podía evitar, porque iba a ocurrir, Pero sí se podían evitar los muertos, todas esas personas que lo han perdido todo. Eso sí se podía prevenir". 

 

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