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Tenía harina en vez de cocaína: "Lo que viví en la cárcel fue tremendo"

El hombre acusado por la Policía de tener droga en su casa (que se comprobó que era harina) dijo que en la Penitenciaría le pegaron y le robaron. Pidió plata prestada para pagar la fianza de un millón de pesos.

Por redacción
| 19 de mayo de 2024
La bolsa de harina que estaba en la casa del acusado. La Policía creyó que era cocaína. (Foto: gentileza)
Tiene 41 años. Cuarenta y un años de no pasar un semáforo en rojo, de no participar en ningún disturbio o pelea callejera a la salida de un boliche. Toda una vida de no tener ni una mancha judicial ni mucho menos penal. Un padre de familia, que siempre vivió de su trabajo en los molinos y en la fábrica. El 21 de marzo, una noche cualquiera para él, de la nada, 20 policías de Lucha Contra el Narcotráfico de Villa Mercedes casi le tiraron la puerta de su casa de un golpazo. Le apuntaron con una escopeta en la espalda a su hijo de 15 años, lo tiraron al suelo y lo esposaron. Luego lo arrestaron a él y les taparon las cabezas a ambos para que no vieran el resto del procedimiento. Los efectivos estuvieron casi siete horas en su domicilio, tratando de que el kilo de harina que había en su comedor reaccionara a su prueba química como si fuera cocaína. Nunca reaccionó como la droga porque no lo era, pero igual a ese hombre inocente se lo llevaron preso. Y estuvo tras las rejas más de un mes. 
"Lo que vivió mi familia afuera fue muy feo. Pero lo que viví en el Penal fue de terror", dijo el vecino que recuperó su libertad hace poco más de una semana y que pidió no ser identificado para conceder la entrevista. 
Eso, volver a ser alguien libre, tampoco fue gratis. Puesto que más allá de que una pericia química hecha en San Juan confirmó que el polvo incautado efectivamente era harina y no cocaína, dejando en ridículo a los policías de narcóticos, el hombre tuvo que pagar una fianza millonaria para no pasar un día más preso. 
"El desgaste físico, anímico y económico que vivimos fue terrible", manifestó su esposa. "Aparte de los gastos que veníamos arrastrando a causa de todo esto, tuvimos que pedirle plata prestada a mi papá y con algo más que nos prestaron de otro lado conseguimos reunir el millón de pesos en efectivo que nos pedían para la fianza", agregó.
El 21 de marzo, a las 20, el grupo de Lucha Contra el Narcotráfico irrumpió en su vivienda del barrio El Criollo. "En mi casa había quedado mi hijo. Yo me había ido a comprar una gaseosa", recordó el acusado. 
Cuando volvía, todavía en la calle, lo arrestaron. "Contra la pared", le ordenaron. "¿Por qué oficial? Yo no tengo nada, vengo del negocio", le respondió la víctima. 
"Cuando me llevaron a mi casa lo veo a mi hijo esposado, tirado y con las manos para atrás. Después lo pasaron para una silla y nos taparon las caras con unas toallas", dijo. 
Estuvieron hasta pasadas las dos de la madrugada. Tomaron una bolsa de harina que la víctima tenía en un mueble, debajo de su televisor, a la vista de todos. "Era un souvenir que tengo desde 2019, cuando inauguraron un molino donde supe trabajar. En el paquete dice Molino San Luis y todo", contó. Les explicó varias veces a los policías que eso era harina, un regalo de su antiguo trabajo, pero no lo escucharon. 
"Trajeron al perro de narcóticos y pasó al lado de la harina como si nada. Estuvo por todos lados y no señaló nada", relató la esposa. 
"Hicieron el test para comprobar si era cocaína y les dio negativo, les dio color violeta", narró. La prueba de campo consiste en echar un par de gotas de un reactivo químico sobre la sustancia sospechosa y si el polvo se torna azul, entonces, es la droga blanca.
Hicieron esa prueba una y otra vez, pero no había caso, el polvo se teñía violeta. "Estuvieron rebuscando tanto que, después de horas, vino un efectivo que se puso delante de todos, de espalda, tapando hasta a los testigos y dijo 'vamos a hacer otra'", recordó.
"Sacó algo del bolsillo de su campera o buzo y se lo puso a la harina", reveló. A partir de ahí el polvo se coloreó azul. "Adulteró la harina, no sé con qué, con cocaína que él mismo tenía", supuso. 
Luego de eso lo llevaron a la Comisaría 36ª. "Me encerraron en un calabozo, de dos por dos, con un colchón roto y con olor, sin agua, como un perro, porque ni agua en el baño había", detalló.
Y lo que vivió en la Penitenciaría fue peor. Arribó a la cárcel de San Luis un viernes, a las seis de la tarde. "Me desnudaron. Cuando caminaba hacia la celda, me dieron en una mano un colchón y dos frazadas. En el camino me insultaron y me pegaron dos piñas en la nuca", aseguró. Así fueron los primeros "siete días de adaptación", como le llaman. "Yo no quería salir de mi calabazo porque si lo hacía me pegaban patadas desde atrás", dijo.
Cada hora allí para él era como un día. Y un día era una eternidad. "Estaba toda una semana sin bañarme porque solo nos dejaban bañar los viernes. El tiempo que estuve no me permitieron afeitarme", reveló. No solo eso, sino que los agentes penitenciarios son "bastante delincuentes", aseguró. "Te roban cartera, colchas, sábanas, toallas, dentífrico y hasta el cepillo de dientes. Tres veces tuvo que comprar las cosas mi señora y mandármelas para que me llegaran una vez", precisó.
En la requisa, en la que le revolvieron la casa en busca de estupefacientes que no hallaron, también desaparecieron objetos. "Hay cosas que desde ese día no aparecen, como los cargadores de los teléfonos, una bombilla del mate. También me rompieron un montón de cosas, el televisor me lo dejaron andando mal porque lo golpearon", indicó. Ese día le secuestraron su celular y el de su hijo y todavía no se los han devuelto.
"Nos secuestraron dos aires comprimidos que habíamos comprado por Mercado Libre porque decían que eran armas de guerra.  Nada que ver, si son de venta libre. También nos sacaron unos diez dólares y le tomaron fotos como si fuera un delito tener unos dólares, que encima eran reviejos, de los años 80, y los teníamos para la suerte", explicó la esposa. 
"Esto no fue una confusión. Esto fue inoperancia, no sé cómo llamarlo, pero no fue confusión. Siendo policías de narcóticos, profesionales como se supone, no pueden confundir la harina con la cocaína", expresó el damnificado y subrayó convencido: "Ellos se dieron cuenta de que no era droga, pero no quisieron admitir que las pruebas daban negativo para no quedar mal con el circo que habían armado".
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