La seguridad, una cuenta pendiente de cara al Mundial

Lo que ocurrió en la final de Argentina-Colombia por la final de la Copa América en el “Hard Rock Stadium” de Miami era previsible. Y no tiene nada que ver el resultado de un encuentro. Si una materia quedó pendiente en la organización de este torneo fue la falta de responsabilidad y criterio para decidir. Y ayer, la seguridad fue un fiasco.

Pero este desenlace triste para el deporte mostró eslabones que, lo ocurrido, iba a pasar. O al menos podía haberse evitado si no se entregan las cosas a la buena de Dios.

La seguridad para entrar a los partidos era un flan. Ya desde la llegada en auto. Apenas el cobro del estacionamiento era lo único que solicitaban los empleados. Eso sí, los empleados conocían al dedillo las ubicaciones de los parkings.

Los hinchas podían recorrer todo el predio sin entradas, porque no había fuerzas de seguridad ni organizadores asignados para tal tarea. El primer encuentro se daba ya en el mismo estadio, donde un detector de metales y un empleado eran la primera línea. Solo billeteras, celulares y algún que otro objeto personal de pequeña envergadura como un mazo de cartas. El control si cumplió con esa requisitoria. Ni una bandolera ni una riñonera, apenas se podía transportar esos objetos en una mochila pequeña transparente (como en todos los espectáculos organizados en esa América).

Tras ese pase, recién requerían la entrada, que en esta modernidad llevó a digitalizar los tickets. Entonces, cualquier podía ingresar a esa instancia, cuando el estadio ya estaba a un paso. Como sucedió en el “Metlife Stadium” de Nueva Jersey, en los partidos de Argentina con Chile y Canadá en semifinal.

Es lógico que la mentalidad americana no es la misma que la latina. Allí todos cumplen a rajatabla las prohibiciones y toman los asientos que le corresponden. Salvo los latinos, los hindúes… Eso sí, siempre un agente de seguridad se encargaba de controlar los asientos si había algún cuestionamiento de algún hincha que tenía el asiento ocupado.

No hubo cacheos previos, ni anillos que vayan delimitando la cantidad de personas dentro del predio. No previeron la organizar la desorganización. Y, como todo, eso fue aprovechado por los vivos que sin pagar entrada pudieron entrar a ver el partido. Los tickets, ni bien clasificó Argentina a la final estaban 1.500 dólares en la reventa oficial. Minutos antes del partido estaban no menos de 4.000. Era una inversión a la ilusión, no era un vuelto.

Las críticas de Marcelo Bielsa a los céspedes, a la Conmebol, era todo verdad. Y siempre lo trataron de “loco”. Simplemente no se calló.

Esto no hace pensar más en cómo será el Mundial 2026. Acá no habrá solo 16 selecciones, serán 48 participantes. Y la final será en Nueva Jersey, donde además se disputó el encuentro entre Bolivia y Uruguay.

No hay nada más desprolijo que confiar en las reglas. Siempre se debe hacer un esfuerzo más. Y con el ataque a Donald Trump en la antesala de la final, no queda más que reflexionar de cómo será la seguridad en el torneo más importante de la FIFA.