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Ocio, ¿el trabajo del futuro?

¿Qué competencias humanas salvarán a la civilización cuando las máquinas reemplacen los trabajos tradicionales? El abanico de posibilidades es lo que abre el libro "Automatizados" del economista argentino.

Por Astrid Moreno
| 14 de agosto de 2024

Desarticular el concepto de trabajo con remuneración, asimilar que las mejores competencias humanas son las habilidades interpersonales y la empatía y empezar a replantearse qué es el ocio son algunos de los paradigmas positivistas que plantea el nuevo horizonte donde la Inteligencia Artificial gane espacio en el terreno laboral. Del otro lado, el desempleo, la desigualdad social y un futuro definido por algoritmos.
Eduardo Levy Yeyati es economista y escritor, fue Jefe del Banco Central de la República Argentina durante la resolución de la crisis de la caja de conversión en 2002, y ahora presenta junto a su colega Darío Judzik "Automatizados". Este libro analiza el impacto social y profesional del cambio laboral que enfrentará el mundo cuando la IA automatice gran parte de los empleos y cuando estos escaseen.

 

―¿Cómo nació “Automatizados” y la colaboración con Darío Judzik?
―El origen de esto es un libro anterior mío, que se llama “Después del Trabajo”, en el cual analizaba el debate sobre el futuro del trabajo en el 2016/2017. El libro salió a principios de 2018. Cuando quise hacer la secuela, en todo caso la adaptación y la actualización, le pregunté a Darío si le interesaba participar. Me dijo que sí. Nos pusimos a buscar todo lo que había pasado en el mundo laboral y eran tantas cosas que terminó siendo un libro distinto en vez de una secuela. Se movió tan rápido el debate y el escenario, sobre todo con la aparición de la inteligencia artificial generativa, que nos obligó a escribir un libro que era distinto al anterior. En vez de ser la nueva versión editada terminó siendo un libro más sobre la tecnología y su impacto que referido al trabajo específicamente.

 

―Se destaca en el libro que las habilidades interpersonales y la empatía van a ser habilidades relativamente más importantes en un trabajo a medida que la IA avance ¿podría pasar al revés, volvernos más autómatas? Como con el home office que, en cierta forma, nos alejamos de la interacción y del contacto humano
―Lo del distanciamiento y el home office que ya existía pero fue impulsado por la pandemia y poco tiene que ver con la inteligencia artificial. Está más relacionado con la evolución del trabajo per se. A diferencia de lo que era el trabajador en línea de Charles Chaplin, en “Tiempos modernos”, donde todos tenían que estar uno al lado del otro trabajando al mismo ritmo porque eran engranajes de una única producción; en los sectores de servicios, la gente está en la misma jornada laboral y el mismo lugar de trabajo artificialmente. Por un lado, no hay trabajo sincrónico y por el otro está lleno de tiempos muertos. Entonces, es casi como la evolución natural, la idea de que uno trabaje un tiempo en su casa, me da la sensación. Ahora, la inteligencia artificial, lo que hace es sustituir la inteligencia, como su nombre lo indica, y por consiguiente actividades cerebrales, intelectuales. Al principio las más básicas, pero ahora cada vez se acerca a las más sofisticadas. Van a ser, al menos parcialmente, reemplazadas o complementadas por la IA. Entonces, no es que se vuelva más valiosa la empatía, la cercanía o la humanidad, es que las otras simplemente van a ser en gran medida sustituidas. La pregunta que uno se hace es si el músculo se sustituyó con los robots, con las máquinas, y la inteligencia se sustituye con estos grandes modelos que están apareciendo ahora, ¿qué le queda al ser humano? Y esa frontera es la que veo asociada a cuestiones que tienen que ver más con la interfaz entre lo artificial y el usuario. La cara humana de la tecnología o lo artesanal, lo creativo, lo único. Y ahí es donde veo un resquicio para las actividades humanas. No digo que vaya a haber tantos trabajos ahí como los que se destruyen en otros lados. Va a haber menos trabajos. Pero sí es cierto que nos va a obligar a nosotros a enfocarnos más en habilidades asociadas a nuestro costado más humano. Esa es un poco una de las tesis del título.

 

―¿Cómo afectaría esto a la mente humana? Porque si “el trabajo dignifica al hombre”, en un contexto optimista donde no se pierda poder adquisitivo, ¿qué vamos a hacer cuando este se simplifique?
―Ahí hay dos cuestiones, una económica que es fundamental abordar y que tiene que ver con que el trabajo remunerado no es trabajo. El trabajo remunerado ha sido en los últimos siglos, lo es hoy y lo va a ser por varios años, el mecanismo de distribución del ingreso que hace que el producto de un país llegue a la mayoría de la gente. Con mayor o menor fortuna, países más o menos desiguales, pero los ingresos de los hogares son ingresos laborales. La gran mayoría de jubilaciones, atadas a los ingresos laborales en el pasado. Entonces si va a haber menos trabajos remunerados. que van a ser gradualmente sustituidos por programas. la pregunta es ¿de qué vamos a vivir? Y es una pregunta económica fundamental que hay que empezar a pensar con nuevos mecanismos de distribución para el caso hipotético de que no haya suficientes trabajos. Después hay una cuestión más cultural o psicológica que tiene que ver con algo que no necesariamente fue así históricamente. La ética protestante o la judeocristiana que nos dice que cuando al hombre lo echaron del paraíso, lo condenaron a ganarse el pan con el sudor de su frente. Es una construcción cultural. Porque si uno piensa, sin ir más lejos, hay muchos ejemplos: los filósofos griegos de la escuela de Atenas fueron muy activos en su vida, pero nunca trabajaron, en el sentido de un trabajo remunerado. No vivían de su trabajo. Y los aristócratas, los reyes, los personajes de una novela de Jane Austen, por ejemplo, tampoco trabajaban sino que vivían de rentas. No estoy diciendo que vayamos a volver a la Grecia antigua con esclavos o a la aristocracia. Pero si el trabajo lo puede hacer la máquina y hay alguna forma de distribuir el valor agregado de ese trabajo artificial. La gente va a aprender a hacer cosas con su tiempo. Ahora es cierto que hay una barrera cultural y es la idea de que el que no trabaja por dinero es un vago o un perdedor, es una construcción cultural. Está atado a un contexto económico. Si resolvemos la cuestión de cómo sustentarnos, vamos a hacer lo que queramos. Independientemente de que sea o no remunerado. Esa es un poco lo que sería una oferta de utopía del ocio.

 

 

"Si la inteligencia se sustituye con estos grandes modelos tecnológicos que están apareciendo ahora ¿qué le queda al ser humano?"

 

 

―Genuinamente, ¿la Inteligencia Artificial podría cerrar la brecha que hay entre países? ¿Un país como Argentina cómo podría verse beneficiado? 
―La IA hace aún más urgente la necesidad del acceso a los medios digitales y a internet, para empezar. Si los países siguen teniendo acceso al mundo digital de manera desigual; la inteligencia artificial no solo no va a igualar sino que va a potenciar la inequidad. Va a haber países ricos y potenciados y, por la tecnología, países pobres que no tienen cómo acceder porque no tienen conexión. Bien puede pasar que amplíe la desigualdad global. Pero, dicho esto, si tenés acceso a la inteligencia artificial hace un suerte de efecto “Robin Hood”. Como sustituyen el conocimiento los países que tienen trabajadores con menos conocimiento. Como, por ejemplo, Argentina en relación a Alemania tiene trabajadores con menos formación, de menos sofisticación y menor calificación, la IA al facilitarte, al proveer el conocimiento, iguala hacia abajo. Hoy algunos trabajos que solo podría hacer gente de alta calificación en países desarrollados, combinando una persona de calificación media pero que sepa trabajar con la tecnología, pueden hacerse. Esto permite que algunos de nuestros trabajadores puedan realizar actividades que antes solo las podían  hacer aquellos de altísima instrucción. Te puede ayudar a reducir la brecha de calificación simplemente porque en una medida, y eso es lo paradójico, reemplaza a la calificación porque lo que hace es reemplazar el conocimiento. Entonces, la IA puede igualar o distanciar, dependiendo de cómo los países aborden esto con sus políticas públicas.

 

―En los espacios de formación es común escuchar que la historia sirve para no repetir errores o para aplicar políticas o estrategias que han funcionado anteriormente. La IA tiene acceso ilimitado a la  información histórica que existe en el mundo podría, entonces, diseñar mejores estrategias políticas y económicas que los seres humanos.
―Lo que sugerís, existía antes. No es nuevo. Es parte de una variante del positivismo del siglo XIX y XX. Que la tecnología sustituya la toma de decisiones o el debate o el diálogo político. La política no es un ejercicio de optimización que pueda reducirse a una ecuación o un algoritmo. La IA, por otro lado, está siendo entrenada en base a las decisiones humanas. Así que de alguna manera emula al ser humano, incluyendo todos sus sesgos y sus malas decisiones. No creo que hoy, tal como está, la IA pueda superar y mucho menos reemplazar al hombre y a la mujer, como líderes políticos o como representantes en una democracia liberal. Sí creo que te acerca información y ese representante que, inevitablemente va a ser humano, puede nutrirse de esa información si es lo suficientemente curioso o responsable. Pero, no es probable la idea de que la súper computadora va a resolver los problemas de políticas públicas que años de idas y vueltas no han terminado de saldar. Esos problemas no son fácilmente cuantificables en una operación que una máquina pueda resolver.

 

―Se viralizó el video de una chica que le preguntaba a Meta IA cuál había sido el peor gobierno de la historia argentina pensando que le iba a decir algún gobierno de facto y se sorprendió que le pusiera el de Alberto Fernández. Ahí se empezó a cuestionar un cómo hace estas conjeturas la IA.
―No es el primer caso. Hay varios ejemplos, uno muy conocido es el de una programa que juzgaba la probabilidad de reincidencia de un preso que solicitaba libertad bajo palabra y resulta que le daba una probabilidad mucho más alta, dadas las otras consideraciones propias del individuo, de reincidencia a los negros que los blancos en Estados Unidos. Eso era porque estaba entrenada en un corpus de decisiones de jueces y abogados que tenía un sesgo racista. En el caso de preguntarle quién es el mejor o quién es el peor va a estar tomando opiniones que hay volcadas en la web y que son, ni más ni menos, que todas nuestras opiniones. Así que es muy difícil que la IA  genere una objetividad. Igual esto recién está empezando. Puede ser que encontremos la manera de que la inteligencia artificial identifique los sesgos y los corrija.

 

 

 

―Se habla de modernizar las concepciones que tenemos sobre el trabajo pero ya están sucediendo estas transformaciones. Por ejemplo, los influencers que hicieron el proceso un poco inverso, convirtieron su ocio en su fuente de ingresos… 
―Primero, no creo ya tantos influencers, si automatizás la mayor parte de los medios de información y pasan a ser definidos por algoritmos. Eliminás mucho más trabajos que los que los influencers pueden crear. Por otro lado, tampoco me queda muy claro qué tanto dinero hacen los influencers. Salvo los que son efectivamente conocidos. Entonces, acá el punto crucial es pensar que en algún momento, en el futuro, vamos a tener que considerar la posibilidad de que el trabajo no sea remunerado, es decir, desacoplar el trabajo, la actividad, la vida activa, como decía Aristóteles, no necesariamente es cobrar dinero por lo que uno hace sino hacer cosas. Vamos a tener que desacoplar el hacer de la remuneración, así vamos a encontrar muchísimas cosas para hacer. Hay mucha gente a la que no le alcanza el tiempo para hacer las cosas que quiere. En la ética protestante el trabajo está visto únicamente como el remunerado. Si vos trabajás y no cobrás, de alguna forma la sociedad culturalmente lo mira como en un escalón inferior, como un hobby y una actividad no profesional. No siempre fue así y no tiene por qué serlo. Si resolvés el problema económico sin necesidad de recurrir al trabajo, de esclavizarte ocho por día, todos los días hábiles y toda tu vida, vamos a poder encontrar muchísimas ocupaciones que nos van a hacer más humanos y más felices.

 

―¿En algún momento vamos a poder dejar de sentirnos incómodos con el concepto de IA y su humanización?
―Es una gran pregunta. Francamente creo que siempre va a haber una distancia entre el ser humano y la máquina, sobre todo cuando la máquina quiere emular a los humanos. Hay una  teoría que en inglés la traducción sería “El valle inquietante” que básicamente sostiene que cuanto más parecido algo artificial es a algo humano más ominoso y más siniestro nos parece. Hay bots que se parecen mucho a un ser humano y dan escalofríos de verlo. Hay una distancia que va abrir la puerta para muchos trabajos humanos, que van a ser la interfaz. O sea, el médico clínico va a diagnosticar con un algoritmo pero va a atender a los pacientes y ese va a ser el médico, no el algoritmo el que tenga justamente ese trato. Y así en muchos casos. Más que tratar de hacer de la máquina algo parecido al ser humano, que creo que genera en muchos de nosotros suerte de escalofríos, lo que van a hacer es posiblemente seguir utilizando al ser humano, como humano. Por ejemplo, Duolingo estaba empezando a recontratar algunos humanos para que hagan la voz porque la que ellos habían hecho era humana, pero sonaba artificial y rara para los usuarios. Entonces, el programa va a ser un programa, pero la voz capaz va a ser humana hasta el final, va a seguir siendo analógica en ese sentido.

 

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