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La dádiva superó a la dignidad

Por Ramón Ventura Fernández, abogado.

Por redacción
| Hace 10 horas

Dialogando con un adolescente pobre le pregunté porque había dejado de ir a la escuela, “no voy” - me contesto – “porque no me tratan bien y además nunca voy a dejar de ser pobre. Mi papá trabaja en el gobierno y hace más de un año comemos veinte días al mes el resto cualquier cosa”.

 

Lo dramático, las generaciones que serán protagonista de los tiempos venideros no tengan horizontes ni futuro.

 

La pérdida del complejo de Cristóbal Colón - como nos decía el papa Francisco - de buscar oportunidades, superar fronteras, ser curioso y conquistar ha instalado a muchos puntanos en un callejón sin salida donde el futuro tiene un bozal.

 

El gobierno acaba de otorgar un 5 % de aumento de la escala salarial – la indignidad- y un bono de $ 450.000 – la dádiva-, convoca a una sólida reflexión.

 

 Los hermanos trabajadores pobres necesitan de nuestras manos tendidas, de la mirada fraterna y del acompañamiento. No podemos ser indiferentes.

 

El único respeto y agradecimiento que se le debe al trabajador es abonarle un salario digno, que le permita comer, vestirse, educar a los hijos y momentos de esparcimiento. Toda otra consideración huele a pura hipocresía.

 

El estado debe dejar de ser un patrón de estancia que incumple de manera sostenida las leyes como profesor destacado de la anomia.

 

Asistimos a una época donde la crueldad está de moda. El éxito acorralar a los pobres y despreciar las condiciones elementales de lo humano. Y meter miedo.

 

Los necios miran sin ver y escuchan sin oír. Crean su propia realidad y como van en contramano reemplazan lo verdadero por lo falso.

 

Se apela a las cifras, a los números y a las estadísticas para responder.

 

Elemental, hombres y mujeres no son un número ni menos una cosa como se pretende naturalizar.

 

Hay carencia de ejemplaridad. Los funcionarios políticos deben ser ejemplos y espejo donde se miran los pobres, necesitados y las cuestiones sociales que atender.

 

Las barrigas dilatadas y billeteras inflamadas no ayudan ni colaboran a la paz social.

 

¿Quién les puede creer que les preocupan los pobres y que hablan desde su lugar?

 

Nos basta míralos para darnos cuenta que todo es mentira.

 

El enorme costó humano lo están pagando los trabajadores. Mientras la clase política bien gracias.

 

Se percibe una sólida toma de conciencia en formación de los "agredidos", por un Estado que no para de darles palos, insensible, mentiroso y dadivoso.

 

Si fuera cierto que la provincia no tiene dinero, todos los funcionarios políticos deberían rebajarse sustancialmente su sueldo como consecuencia del estado financiero y del principio moral que pregona las funciones de gobierno y administración pública como acto de servicio y no un seguro de bienestar y riqueza.

 

El voto no otorga licencia para ser cruel y ajustar el cinturón a los pobres. No es el significado que tiene el voto en los sistemas democráticos. Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo nos han enseñado.

 

Hasta hoy lleva la delantera la dádiva. La dignidad, aunque camina por caminos escarpados más temprano que tarde empoderara a los trabajadores y apartará la mentira y los miedos.

 

 

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